*Advertencia: Contenido suculento, pero no muy explícito, si quieren saltarlo comienza desde el símbolo * hasta el final del capítulo.
El apuesto hombre tomó la llave helada, y la apretó en su mano temblorosa.
"Quiero estar solo"
Susurró con voz ronca y camino un par de pasos hasta estar frente a aquella puerta, mirándola con un profundo anhelo.
Su corazón latía desbocado mientras metía la llave y la giraba en la cerradura.
Por un momento, realmente creyó que su amada estaría de pie esperándolo del otro lado de la puerta, y que podría estrecharla entre sus brazos en cuanto la abriera.
La imagen de aquella mujer que colmaba su corazón, su única luz y esperanza, quien convertía su mundo gris en uno lleno de luz, estaba impresa en su mente, tan vívidamente como si la estuviese mirando ahora mismo.
Sin embargo, ella no estaba ahí, él lo sabía.
Y la tristeza lo invadió como una gran ola, estrujando su corazón con fuerza, haciéndole doler.
Duncan cerró la puerta tras de sí.
La fría luz de la luna entraba por la ventana y le permitió ver dentro de aquél lugar en tinieblas.
Todo aquí era como ella, pulcro, sencillo y cálido.
A pesar de la simplicidad en todo, Duncan descubrió que este lugar lo hacía sentir como si siempre hubiera sido su verdadero hogar, y que tan solo hubiese estado ausente durante mucho tiempo.
Cada detalle, cada objeto, estaba lleno del toque de su amada y de su pensamiento.
En algún momento Duncan había añorando vivir con ella en un lugar como este, uno donde nadie pudiese encontrarlos.
Donde esa repulsiva mujer, con el que se vio obligado a casarse, no pudiera lastimarlos, un lugar así... Lleno de calidez y sencillez, en donde su identidad como Duque no pudiese alcanzarlos.
Amber había construido un espacio con ese añorado calor de hogar, lleno de ella, pero había desaparecido antes de que él pudiera encontrarla y disfrutarlo juntos.
Duncan sentía como si todo este tiempo hubiese estado persiguiendo un espejismo, y cada vez que intentaba tocarlo este desaparecería llevándolo a la más profunda desesperación.
Sabía que se había equivocado, ¡Desde el principio lo hizo todo mal!... Lo supo el día en el que ella se fue del Ducado, pero se había negado a aceptarlo como un cobarde.
Y ahora la mujer que era su todo lo evitaba como si él fuese una plaga.
Nunca debió haber usado su poder como Duque para intentar acercarse a ella, jamás debió haberla obligado a nada.
Si tan solo hubiese sido más paciente, más comprensivo, tal vez aun podría mirarla desde lejos mientras buscaba una manera de escapar de las garras de la Duquesa.
Y, entonces, cuando fuese libre, podría ofrecerle su vida y su corazón con ambas manos.
Lo lamentaba, ¡Estaba profundamente arrepentido!, pero ¿Qué podía hacer?, ella no quería verlo... Ella solo pensaba en huir de él.
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El regreso de la extra
RomanceAmber Vilches, luego de recordar su vida como Han Ji-a, se da cuenta de que tan solo es una extra dentro de una novela, un personaje que únicamente sirvió para marcar de manera trágica la infancia del villano, Maximilian Arges. Un desafortunado vill...