Capítulo 131

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Cuando Maximilian se detuvo, sintiéndose un poco mareado, había usado la teletransportación más de ciento setenta y ocho veces seguidas.

Cubriendo la distancia más grande de la que era capaz.

Siempre temeroso de toparse con un árbol o un carruaje en el camino rumbo al Ducado de Argen.

Y luego de haber hecho uso de su maná varias veces en el bosque, ahora mismo estaba agotado.


Solo cuando detuvo su frenética huida se dio cuenta de que la mujer en sus brazos ya estaba inconsciente.

Era mejor que ella durmiera ahora... Para que no se culpara a sí misma, y para que no lo odiara.

Mientras ella dormía, aún no sabía que él había huido con ella, dejando a Will, Owen y Mike a su suerte.

Maximilian solo esperaba que Amber estuviese a salvo.


La cabaña estaba muy fría y polvosa, pero en buenas condiciones. Así que un hechizo de limpieza y haber encendido la chimenea fue suficiente para hacerla sentir más acogedora.

Antes aquí había vivido una anciana muy amable, pero ahora el lugar estaba abandonado... Todo ese polvo no mentía.

La última vez que Maximilian estuvo aquí, fue hace dos años, cando fue convocado por su majestad para ser admitido en la academia real. Y la Duquesa decidió que no podría permitir que se saliera de su control tan fácilmente.

En ese entonces, cuando se dirigían rumbo al portal mágico de teletransportación más cercano, el cual estaba en el marquesado vecino, pasaron por un pequeño pueblo antes de poder salir del Ducado de Argen.

El enviado de su majestad, quien tenía el deber de escoltarlo a salvo, nunca imaginó que la Duquesa sería tan cruel como para negarse a darle comida a su propio hijo y que todavía se atrevería a hacerlo en las narices del enviado del rey.

Pero simplemente la Duquesa no sentía ninguna clase de miedo ante la posibilidad de enojar a su hermano real.

Sobre todo después de enterarse de que su majestad se había acordado de la existencia de Maximilian gracias a una carta que el niño había enviado a sus espaldas.

Así que deliberadamente lo dejó sin comida ni agua como un castigo por su osadía... Por supuesto, no sin antes golpearlo a voluntad en donde el enviado no pudiese descubrirlo a simple vista.

Fue así como, Maximilian, debilitado y adolorido por los golpes y el hambre, se escapó una mañana, antes de que todos despertaran en el campamento establecido por esa noche.

Y se internó en el bosque para buscar algo para comer.

Entonces, por azares del destino, se topó con una dulce ancianita que estaba recogiendo verduras silvestres en el bosque para venderlas después en el pueblo.

Maximilian siempre había recordado que Amber se preocupaba especialmente por ayudar a las personas mayores en la mansión del Ducado, cuando sus tareas se veían demasiado pesadas para ellos.

Así que se acercó a la anciana, y luego de preguntarle que hacía y cómo reconocer las hierbas comestibles silvestres, comenzó a ayudarla.

Y la anciana, en agradecimiento, lo invitó a ir a su cabaña para comer un plato de sopa caliente.

Por fortuna se había alejado lo suficiente de la casa cuando el guardia de la Duquesa lo encontró, de lo contrario le habría traído problemas a la pobre anciana.

Pero aun así fue golpeado nuevamente al volver, por órdenes de la Duquesa.

Esa había sido la primera comida caliente que el niño pudo comer desde que salió de la mansión en el Ducado.

La linda cabaña pintoresca, rodeada por flores, le recordaron a Maximilian el anhelado sueño de vivir en un lugar así con Amber.

Por eso, hoy, cuando se vieron rodeados por enemigos en un bosque, Maximilian había pensado primero en traerla a este lugar.

Cuando acostó a Amber sobre aquella cama vieja, Maximilian pudo ver mejor el rostro terriblemente pálido de la joven.

La cubrió suavemente con su propia capa y le dio la espalda antes de sentarse en el piso frío, al pie de la cama.

No se sentía digno de mirarla ahora.

Cuando ella despertara seguramente lo resentiría y odiaría por haberlos abandonado, pero él no tenía otra salida, debía sacarla de ahí cuanto antes.

Esa mañana, cuando había vuelto a su habitación en la academia antes de ir a salvarla, tomó todo lo que había en su escritorio y del cajón en donde guardaba sus herramientas mágicas, así como todo el dinero que había logrado ahorrar en secreto durante estos dos años.

Tal vez siempre pensó en huir con ella, dejándolo todo atrás.

Este era su más grande sueño después de todo.

Entre las cosas que trajo, Maximilian encontró un tintero y papel, pero no la pluma de escritura.

También descubrió que había dos piedras de Maná en su bolsillo, él nunca las usaba porque nunca antes las había necesitado.

Recordó que fue Nezar quien se las dio por qué quería un favor extra a cambio de seguirlo cubriendo en clase.

Su tonto primo creía que hacía sus herramientas mágicas esculpiendo los hechizos en piedras de maná, aún no se había dado cuenta de que el prendedor que usaba para hacerse pasar por él era una joya común y corriente.

Mirando las piedras de maná en sus manos, Maximilian apretó los labios y se rio de sí mismo, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Sumergió su dedo meñique en el tintero y comenzó a escribir algo. 

Luego sacó todo el dinero que tenía encima y lo dejó sobre la carta.

Se puso de pie y grabó con tinta un hechizo de protección a la puerta y ventanas de la habitación.

Y, después, mirando a la joven inconsciente en la cama, se agachó y beso dulcemente su frente, justo antes de tocar el lóbulo de su oreja, recitando el hechizo grabado en los aretes.

Cuando vio que el cabello de su amada se volvía negro como la noche, muy parecido al suyo, sonrió dulcemente.

Ella eligió su color de cabello y, probablemente, también el color de sus ojos, para disfrazarse.

Seguramente él siempre había estado primero en sus pensamientos y esta era la prueba innegable para él, haciéndolo feliz.

Sin embargo, el cabello negro y los ojos azules intensos, eran características distintivas de la sangre de los Argen y mantenerlas podrían ponerla en peligro tarde o temprano.

Quizás muchos en la capital no lo sabrían, pero definitivamente sería notado en el Ducado de Argen.

Así que usó un poco más de su magia para volver a grabar el color de ojos determinado en los aretes, cambiándolos de un azul intenso a un café avellana más común.

Entonces, Maximilian se incorporó y le dijo algunas palabras antes de activar el círculo de teletransportación bajo sus pies y desaparecer

"Te amo, Amber. Por favor, espera por mí"


El regreso de la extraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora