Jardín secreto (I)

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Habían pasado la mañana reduciendo los números de aquellas babosas, aunque volverían a aparecer al cabo del tiempo. Podía apreciarse que el brillo de la piedra de maná se había intensificado, y era evidente que podían acabar con aquellos seres mucho más rápido. En total, unos diez de ellos.

Goldmi había probado Tornado contra uno, y aunque el daño cortante no era muy eficaz contra estos, el hacerlo continuamente había sido suficiente para acabar con éste, aunque el consumo de maná había sido mayor que usando Flechas Etéreas.

–Hay una presencia mucho más fuerte. A casi 200 metros hacia delante. Quizás es el jefe de planta– anunció Goldmi.

–Echemos un vistazo– sugirió la lince.

–Quizás sería mejor dejarlo para más adelante– se mostró reacia la elfa

–Sólo ver que es y volver.

Y, dicho esto, la lince se adelantó, sin dejarse convencer por su hermana.

–¡Ves con cuidado! ¡Hay dos en el camino!– exclamó la elfa, corriendo tras la felina.

Cuando llegó a su altura, estaba saltando entre las dos babosas, sin miedo, podría decirse que incluso con temeridad. Goldmi temió que pudiera ser alcanzada por las babas de la que estaba más alejada, la que no estaba siendo directamente atacada. Pero el lanzamiento fue esquivado con facilidad, pues la lince lo había estado esperando.

Pronto, varias flechas atravesaron el cuerpo gelatinoso de la primera, dejando la segunda para la felina, quien fue debilitándola hábilmente, a la vez que la esquivaba. No tardaron en acabar con las dos.

–Jo, me has asustado. No seas tan imprudente– se quejó la elfa.

–¡Sólo eran dos!– protestó la felina –Gracias hermanita.

Lo último lo dijo de corazón, no había ni rastro de burla. Realmente le agradecía su ayuda y su preocupación.

No se quedó quieta, sino que avanzó rápidamente hacia el final del túnel, que se abría a una enorme caverna, tan oscura como el resto de los túneles, pues no había llegado aún la luz de la lámpara flotante. No obstante, Visión Nocturna le permitía ver lo que había en el interior, y también a la elfa a través de Vínculo Visual. Las dos sintieron escalofríos.

Tal y como se habían temido, había un jefe de planta, una babosa de cinco metros de alto y más de veinte de largo. Y no estaba sola. Varios cientos de las pequeñas parecían reposar allí, pero todas empezaron a moverse en cuanto el enorme cuerpo gelatinoso salto sobre sí mismo, cayendo en la mismo lugar, y emitiendo un onda que se expandió por el suelo de toda la planta de la mazmorra.

Ambas se quedaron petrificadas por unos instantes, retrocediendo la lince de la entrada. Hacia allí se dirigían las cientos de babosas, muy poco a poco. No tardó en volverse del todo y llegar hasta su hermana, consciente de que era imposible para ella enfrentarse a aquella horda cuerpo a cuerpo. Con sólo que disparan sus babas unas pocas de ellas, no tendría espacio para esquivar, y la protección de Barrera Ciclónica se reduce con cada impacto.

Se alejaron de la entrada, iluminando el camino y deteniéndose a una distancia que las alejaba del alcance de sus enemigos, pero no a estos de las flechas. Logró abatir a las cuatro primeras que aparecieron, pero era evidente que sus reservas de maná no eran suficientes para enfrentarse a aquella multitud gelatinosa. Así que optaron por retroceder. Pero, a medio camino, tuvieron que cambiar de idea.

–¡Hay más acercándose por todos lados! ¡Nos están rodeando!– exclamó de pronto la arquera, tras usar Detección de Vida.

–Abrámonos paso– propuso su hermana, mucho más seria de lo que había estado últimamente.

–Hay demasiadas por el camino de vuelta, vayamos por la izquierda.

Se estaban reuniendo casi veinte de ellas por donde habían venido, y seguramente irían apareciendo más, llegadas de diferentes túneles laterales. No tuvieron más remedio que meterse por uno de esos túneles, donde había sólo tres de ellas. Lo hacían sin saber si habría una salida, pero era la mejor de sus opciones.

La felina se abalanzó sobre la primera de las babosas que les cortaba el paso, saltando hacia la segunda y evitando sus babas, mientras Goldmi se encargaba de la primera, y la tercera entraba en acción.

Acabaron con ellas con bastante rapidez, apenas unas quemaduras leves en las patas de la lince que pronto fueron curadas. Pero Detección de Vida indicaba que las demás seguían poco a poco su rastro.

Siguieron el túnel, encontrando que no había salida y volviendo sobre sus pasos para seguir uno lateral, operación que tuvieron que repetir varias veces. La lince, más rápida, se adelantaba para comprobar la ruta a seguir, habiendo encontrado hasta entonces catorce caminos sin salida. Y mientras exploraban esa red de túneles, habían acabado con otras cuatro, alcanzando el nivel 19.

Finalmente llegaron a una enorme caverna, más grande incluso que la residencia del jefe de planta, y sorprendentemente iluminada. Miles de líquenes en el techo brillaban, convirtiendo continuamente el maná en luz, y permitiendo que una vegetación que no debía crecer allí, lo hiciera.

Eran hierbas y pequeños matorrales, que habían evolucionado hasta ser inmunes a la corrosión de las babosas, y que incluso eran capaces de absorberlas muy poco a poco. De hecho, absorbían el maná de la mazmorra como nutriente, y las babosas no dejaban de ser unos seres creados a partir de la concentración del mismo. Aunque todos ello no lo sabían las recién llegadas.

Por ello, allí no había babosas, solo un extraño y misterioso jardín con el que la elfa podía comunicarse en parte, sintiendo el vínculo que la unía a esas plantas, lo cual era un alivio, pues significaba que no eran peligrosas para ellas. La parte mala era que no había salida, que estaban atrapadas allí, y el que camino por el que habían venido iba siendo tomado, poco a poco, por una horda de seres gelatinosos que se aproximaba a su posición.

Recorrieron toda la caverna, buscando una salida oculta que no hubieran visto y que el mapa no mostrara, pero no había nada allí. Al parecer, su única opción era enfrentarse a cientos de babosas en aquel lugar, así que se aproximaron a la entrada, para atacarlas en cuanto aparecieran, para intentar reducir sus números, aunque eran conscientes de que sus opciones eran más bien reducidas. Estaban en un callejón sin salida.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora