Huida (II)

326 65 3
                                    

La única ventaja que tenían era la presencia de las raíces, por lo que la elfa decidió comprobar hasta donde podían retener a las hormigas. Así que trazaron un rápido plan, que dependía de cuan efectivas podían ser.

Avanzaron, la dríada en el lomo de la felina mientras Goldmi disparaba, intentando crear un hueco que las llevara hasta la salida, hasta las hormigas que la estaban taponando. Era peligroso. Si las raíces eran suficientemente fuertes, podrían retener a las hormigas. Si no, no les quedaría otro remedio que retroceder.

La idea era usar Enredar para retenerlas, y Muro Natural para mantenerlas alejadas, quizás junto con Tornados, mientras se ocupaban de las que estaban en la salida. Después, intentarían reabrirla como fuera.

Pero, primero, debían intentar eliminar y debilitar a tantas como pudieran. Así, que, con sus últimas deterioradas flechas y con algunas de maná, atacó a las hormigas que se interponían entre ellas y la salida.

Tras haber dejado a la dríada a los pies de su hermana, la lince arremetió también contra ellas, cubierta de fuego, y llamando la atención de la mayoría de los insectos. A pesar de ello, unas diez se dirigieron hacia la arquera.

Ésta las dejó acercarse. Se había detenido en un lugar con alta concentración de raíces, así que siguió atacando a las hormigas contra las que se enfrentaba su hermana, tratando de cegarlas.

La lince intentaba atacar las patas, pero había demasiadas. Suficiente tenía con esquivar, con que sólo la golpearan, con que no sufriera daños graves. Su piel y pelaje la protegían, y el fuego dañaba a sus enemigas cuando era golpeada, pero los golpes se iban acumulando.

Mientras atacaba, Goldmi estaba atenta a las hormigas que se acercaban y a su hermana, esperando el momento adecuado para usar Vínculo de Vida.

Una de las hormigas perdió el equilibrio al perder una segunda pata, cayendo sobre otra y dando un respiro a la lince. Otra cercana fue cegada por una Flecha de Viento. La felina Saltó sobre ésta, esquivando una Rociada de Ácido, momento en el cual las otras hormigas se acercaron lo suficiente a la elfa. Guardó el arco, cogió a la dríada en brazos e invocó Enredar.

Como era habitual, sintió la conexión con la naturaleza, con las raíces, transmitiéndoles su petición de ayuda. Sin embargo, esta vez sucedió algo diferente. De pronto, una fuerza imponente, ante la cual la suya apenas era una vieja balsa a merced del océano enfurecido, rompió su vínculo con las raíces.

Era una fuera inmensa, furiosa. Notó como esa fuerza la envolvía, y como su furia, de repente, remitía, y una sensación de alivio se propagaba por las plantas.

Una increíble vitalidad surgió a través de las raíces, provocando que se movieran con una rapidez y fuerza que parecía imposible, como si fueran tentáculos.

Agarraron con fuerza a la elfa, aunque también con extrema suavidad, y también a una sorprendida lince. Las alzaron hacia el techo, ante la confusión de las hormigas.

Parecía que iban a ser engullidas por la tierra, que iban a ser enterradas vivas, pero la misma tierra se abrió para dejarles paso, para dejar que las llevaran a la superficie, donde la repentina aparición de la luz del sol las cegó. Puede que estuviera debilitada tras pasar por el denso mar de hojas, pero seguía siendo mucho más potente que el suave resplandor de las Flechas de luz.

Pudo sentir como las raíces las dejaban con cuidado en el suelo y volvían a las profundidades, volviéndose a cerrar la tierra tras ellas, pero la conexión con ese inmenso poder no desapareció. No era un poder único, sino la suma del poder de un número de dríadas imposible de determinar.

–¡Está muy débil! Ha perdido mucha sangre, se la sacaron. La tengo guardada, por si puede servir...– informó Goldmi, aún con la dríada en brazos.

–Déjala en el suelo, déjanosla a nosotras. Ya has hecho más que suficiente, te estaremos eternamente agradecidas– hablaron varias voces a la vez, aunque en una única voz, algo difícil de explicar a no ser que se experimente por uno mismo.

Ella obedeció, dejándola sobre la el suelo. Notó entonces como si una energía invisible surgiera de toda la selva, donando cada planta una pizca de su vitalidad para crear un enorme río que desembocaba en la dríada, un río del que se desprendieron dos minúsculos hilos.

Elfa y lince notaron como sus heridas se cerraban al ser dicha energía absorbida en su cuerpo, aunque la elfa notó algo más, notó como su conexión con la naturaleza se reforzaba. Todas sus habilidades vinculadas a ésta no sólo subieron a 10 de afinidad, sino incluso se hicieron más fuertes. Había salvado a una dríada, y las fuerzas de la naturaleza la reconocían.

Además, no sólo Hogar Vegetal, Oasis, Ramas Traviesas, Muro Natural, Alarma, Obstáculos y Anillo de espinas habían subido a 10, sino que podía notar como todas aquellas relacionadas con la naturaleza que no había aún recuperado también lo estaban.

Y, además, habían subido a 50, gracias a la ayuda de dicha energía. Sin duda, podía haberlas impulsado hasta 100, pero eso era lo máximo que las dríadas podían ofrecer sin romper el equilibrio, sin romper sus promesas, sin romper el contrato.

Goldmi miró en la distancia. Sentía una llamada, al igual que su hermana. Sin embargo, por ahora, se quedaron sentadas, velando a la dríada mientras la energía era en parte era absorbida por ésta, y en parte simplemente la traspasaba, purificándola y volviendo a la selva.

Alrededor de ella, estimulada por esa energía, la vegetación crecía a una velocidad visible para el ojo humano, o, en este caso, para los ojos élficos y felinos.

Hermosas flores se abrían, mostrando su reverencia a la dríada. Ramas crecían en los árboles y hojas surgían de ellas, en su honor. Los frutos maduraban. La hierba crecía alrededor de la dríada, y bajo ella, creando un suave colchón. La dulce fragancia de la selva se hacía más evidente que nunca.

Finalmente, poco a poco, sus párpados se abrieron, mostrando unos hermosos ojos verdes. Se incorporó despacio y miró hacia la elfa y la lince, dedicándoles una hermosa sonrisa.

–Gracias– dijo, con una voz que parecía el susurrar del bosque.

Es cierto que había estado inconsciente, pero sus hermanas le habían contado cuanto sabían. Entre otras cosas, quiénes la habían salvado.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora