Esperando al nacimiento (II)

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La mayoría venían del este, aunque había unos pocos acercándose por el norte y el sur, lo que lo hacía más difícil de controlar.

La lince se había acercado al este, pero sin alejarse demasiado de la indefensa unicornio. Ésta estaba usando todo su poder y concentración en dar fuerzas a su cría, en revertir todo el esfuerzo que había realizado previamente para mantenerla dentro de ella.

La primera bestia en llegar al alcance de las flechas fue una especie de gacela, con cuatro cuernos enroscados sobre y en el lateral de su cabeza. Sus ojos carentes de brillo y su pelaje oscurecido y descuidado denotaban que la vida hacía tiempo que la había abandonado.

Era nivel 28, uno por encima de la arquera, y bastante más rápida que la mayoría de las otras criaturas. Eso había hecho que hubiera llegado antes y estuviera aislada, por lo que podían centrarse en ella, pero su nivel era una mala noticia, sobre todo si las demás eran similares.

Aunque no por mucho margen, la gacela corrompida logró esquivar las flechas que le lanzó. A diferencia de las fuerzas aéreas, no tenía a la unicornio a la vista y no había empezado a atacar, por lo que no estaba cegada por sus propias acciones.

Goldmi frunció ligeramente el ceño, entendiendo que debía atacar cuando estuviera algo más cerca si no quería desperdiciar su maná y sus flechas, mientras que su hermana se acercaba unos pasos más.

Esperó a que traspasara el lugar donde había estado la barrera, la clara línea que dividía la vida de la muerte, el bosque corrupto del que aún luchaba por estar vivo. Invocó entonces el poder de la naturaleza mediante Enredar.

En aquel punto, la vegetación no era muy densa, pero fue suficiente para restringir momentáneamente los movimientos de la bestia corrompida, para desestabilizarla y hacerla tropezar, dejándola así vulnerable.

Las flechas atravesaron las extremidades del ser corrompido, dificultándole que pudiera levantarse, aunque no eran aún suficientes para acabar con la amenaza.

De repente, una nueva sombra apareció, cerrándose sus mandíbulas en el cuello de la gacela, desgarrando con sus garras el costado de su presa. Puede que la lince fuera un nivel menos, pero atacando por sorpresa, ante un ser que originalmente era un herbívoro, y que además estaba herido y limitados sus movimientos, dominó la lucha desde el principio.

El forcejeo no duró mucho, tras lo cual se retiró. Era cierto que la elfa podría haber acabado con su enemigo ella misma, sin mayor riesgo, pero también lo era que así podía conservar su maná.

Pronto empezaron a llegar más, y cada vez menos dispersos, por lo cual Lluvia de Flechas había empezado a ser eficiente, sobre todo cuando varios de ellos estaban Enredados. La mayoría eran de nivel menor a 25, pero no todos. Incluso había alguno de nivel 30.

Usaba Muro Natural para evitar que se acercaran a la unicornio, además de agruparlos. Estaba demasiado lejos para usar Pilar de Luz, pero las continuas Lluvias de Flechas resultaban efectivas. Si bien su ataque sin Toque purificador no era suficiente más que para herirlos, al ensartarse en sus enemigos ayudaban a restringir sus movimientos, ya fuera por estorbar o por clavarlos en la tierra.

La lince se encargaba de ir rematando a los que estaban más inmovilizados, mientras que varias Flechas Etéreas iban debilitando y acabando con otros, pero demasiado poco a poco. Sólo gracias a los Muros Naturales estaban consiguiendo retenerlos, pero había más enemigos de los que podían manejar. Estaban sobrepasadas, y, si los Muros cedían, no podrían pararlos.

Por si no fuera suficiente, Goldmi sintió la llamada de Alarma, que indicaba que algo estaba llegando por el oeste. Se giró y no tardó en distinguir dos loboespines, cuyas espinas parecían más afiladas que aquellos a los que se habían enfrentado en el pasado.

Aquella zona estaba menos protegida, así que era necesario acabar con ellos, por lo que disparó varias ráfagas de Flechas Etéreas que los cogió por sorpresa. A pesar de ser nivel 26 y 28, inmovilizados con Enredar y con varias flechas de maná clavadas, sólo era cuestión de tiempo que éstas fueran drenando su vitalidad corrompida. Sin duda, había detenido su peligroso avance, pero a costa de exprimir su maná, lo que significaba que le quedaba menos para el resto.

Usó Vínculo de Vida para compartir el daño de su hermana, curándola en parte. Puede que fuera ágil y que atacara a los que estaban más inmovilizados, pero no podía evitar recibir algo de daño, y que se fuera acumulando poco a poco.

No se curó, no podía permitirse desperdiciar maná, así que apretó los dientes y siguió atacando e invocando Enredar y Muros Naturales. Ramas Traviesas no era suficientemente efectivo, por lo que suponía un derroche de energía excepto para emergencias, como evitar un repentino ataque a la felina por parte de un recién llegado.

Lo cierto era que los Muros apenas podían contenerlos unos minutos, así que no tenía más remedio que erigir otros poco después, un poco más atrás. Ello hacía que, poco a poco, se fueran acercando a la unicornio, no dando abasto para reducir sus números.

–Maldita sea. Si Eldi y Gjaki estuvieran aquí...– suspiró la arquera, recordando a sus antiguos compañeros.

De repente, un enorme reptil, similar a un cocodrilo pero con la piel lisa, algunos pinchos en la cola y la boca algo menos alargada, dejó de atacar el Muro que tenía enfrente, volviéndose contra los suyos.

Era uno de los primeros que había llegado, de los que más rato llevaba allí, en una zona llena de vegetación y libre de miasma.

–¡Ha despertado!– se sorprendió la lince.

–¡Claro! ¡Eso es! ¡Si podemos retenerlos, tenemos una posibilidad!– exclamó su hermana.

Lo habían oído del Oráculo, que podían despertar y volverse contra los otros corruptos si se los alejaba del miasma, aunque nunca volverían a la vida. Sólo era un último resplandor de su esencia, antes de volver a su estado anterior, o de morir.

Lo liberó de las raíces, dejando que se enfrentara a los otros corrompidos, ayudándolas a ganar tiempo y debilitar a sus enemigos.

Aunque uno solo no podía hacer mucho. Necesitaban que fueran más, lo que significaba retenerlos por más tiempo, algo que era mucho más fácil de decir que de llevar a cabo.

Apenas podían aguantar un poco más. Difícilmente sería suficiente para que despertaran los seres corrompidos necesarios para enfrentarse a sus compañeros. Además de que seguían llegando más.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora