El lago se iba expandiendo, por lo que la tierra firme por la que podían pasar era cada vez más estrecha. Por ello, todas miraban hacia el agua, preparadas para reaccionar ante cualquier ataque, ya fuera para contratacar, o para huir de allí
–Hay algo en el agua. Algo grande– avisó la azor.
Lince y elfa vieron de repente una gran erupción de agua. Y, antes de que pudieran distinguir nada más, dos bolas de fuego se estrellaron a poca distancia de ellas, cada una a un lado.
Todo había sido muy rápido. Apenas habían tenido tiempo de reaccionar, y el poder del ataque había sido aterrador. Su confianza en enfrentarse a su enemigo había sido totalmente aniquilada. Ni siquiera estaban seguras de poder salir vivas de allí. Podían sentir el calor que desprendía la roca, desde la cavidad recién generada por el ataque, lo que daba una idea de su poder.
Pero debían intentarlo. Así que la elfa se subió sobre su hermana, preparadas para Saltar y salir de allí, mientras contemplaban el agua caer y tres largos cuellos aparecer tras una cortina acuosa.
Uno de aquellos cuellos acababa allí mismo, como si hubiera sido cortado. Los otros dos llegaban hasta sendas cabezas, que miraban con ferocidad a sus presas. Su enorme cuerpo apenas asomaba sobre el agua, y podía verse sobre éste el principio de otros seis cuellos, como si aún tuvieran que crecer.
Sin embargo, pronto algo extraño sucedió. Ambas cabezas se miraron, aparentemente nerviosas.
–¡Una hidra nivel 100!– exclamó en silencio la elfa, aterrada.
–¿Por qué tiene sólo dos cabezas? ¿Aún no es adulta? ¿O alguien se las ha cortado?– preguntó la azor, preocupada por lo que veía más abajo.
–No lo sé, pero actúa extraño– observó la felina, alerta.
Las tres se habían enfrentado en tiempo del juego a un monstruo así, junto a Gjaki y Eldi. Aún estando todos en su máximo nivel, no había sido fácil.
Lo que no entendían era el comportamiento. En el pasado, simplemente los había atacado.
–¿Eres...un...? Cof, cof ¿Eres un visitante?– preguntó una de las cabezas, visiblemente nerviosa.
–S...Sí– reconoció la elfa.
Estaba demasiado asustada y asombrada para contemplar la posibilidad de mentir. Que pudiera hablar las había cogido a todas totalmente por sorpresa.
–¿Nombre?
–Gold...mi.
Las dos cabezas se miraron de nuevo, con los ojos muy abiertos. Luego suspiraron. Una de las cabezas se escondió en el agua. La otra miró hacia el cielo, como protestando a los dioses. Parecía atormentada. Incluso asustada.
–Pue...des pasar. No te has... hecho daño, ¿verdad? Sólo era un saludo. No le dirás nada a ella, ¿verdad? Bueno, yo tengo que... irme. Que tengas un... buen día– tartamudeó la cabeza, también temblando.
–¿Ella?– preguntó Goldmi.
Pero, ante su mirada perpleja y la de sus hermanas, el enorme cuerpo se había sumergido y perdido en las profundidades del lago.
–¿Qué ha pasado?– preguntó la lince, anonadada
–Eres tan fea que se ha debido asustar–se burló la azor.
–¿No será que tiene alergia a los pajarracos?– respondió la lince.
–Mejor vámonos, antes de que cambie de idea– apremió la elfa.
En aquel momento, no tenía tiempo para reírse de la conversación de sus hermanas, que estaban igual de nerviosas que ella, pero trataban de quitarle importancia y relajarse así.
La lince Saltó hacia delante, con la elfa en su lomo, corriendo luego a gran velocidad, mientras la azor las seguía. Sólo cuando estuvieron a una gran distancia del lago, respiraron aliviadas.
Miraron una vez más atrás y siguieron hacia delante, metiéndose en un túnel amplio, con muchas ramificaciones. Allí, los seres eran de un nivel similar a los anteriores, por lo que no había peligro para ellas.
No obstante, después de encontrarse a un ser nivel 100, no bajaron la guardia, pues no podían saber si había otros peligros ocultos en aquellos túneles.
Los ciempiés seguían empeñados en atacarlas, pero Rodar era fácilmente bloqueado por los hechizos de unos diez niveles superiores. O por la lince.
Tornado podía causarles mucho daño. Golpe de viento era capaz de detener su carrera. Una ráfaga de flechas simplemente acababa con su vida. Por su parte, la lince podía lidiar con ellos por sí misma. Y su habilidad de esconderse bajo tierra y emboscarlas era inútil ante Detección de Vida.
Por ello, acabaron con una gran colección de escamas, patas y carne de ciempiés. Cabe decir que su carne, bien cocinada y aderezada, resultaba realmente deliciosa. Incluso Goldmi ya no era tan reacia a probar la carne de insectos y otros bichos, pues se iba acostumbrando poco a poco.
Era sorprendente la gran cantidad de recetas que tenía relacionadas con la carne de ciempiés, ya sea estofada, a la brasa, frita, como lasaña... En realidad, muchas recetas eran adaptadas, cambiando el tiempo de cocción, la temperatura o los acompañamientos a la idiosincrasia de cada carne, algo que la elfa parecía deducir de forma natural.
No lo había podido hacer al principio, pero a medida que había ido controlando la cocina y las acciones de sus ayudantes, había profundizado en el conocimiento de aquella profesión, aprendiendo también de algunos de los errores que había cometido.
De hecho, dado la cantidad de carne de ciempiés, se había atrevido a experimentar un poco, dando lugar a algunos trozos de carne chamuscada o increíblemente dura, pero también a unos tentempiés sorprendentemente crujientes para estar hechos de aquel ingrediente.
Incluso se atrevió con una gelatina de ciempiés, que no fue mal recibida. Aunque el consenso general fue que era más adecuada para plato principal, o para aquellos curiosos tentempiés que podían ser saboreados en cualquier momento.
Por ello, y ante la insistencia de sus hermanas, Goldmi se vio obligada a hacer gran cantidad de ellos. Cada vez que se paraban para cocinar, añadía unos poco más, aunque no siempre iguales.
A la lince le gustaban unos mezclados con unos pequeños frutos extremadamente picantes. Sus dos hermanas prefirieron no probar una segunda vez, tras tener que beber agua durante un buen rato para calmar sus lenguas, y ante la risa de la felina.
La azor prefería unos mitad dulces mitad amargos, que daban un curioso contraste que le parecía delicioso, mientras que la elfa simplemente prefería otros tentempiés. Si bien era capaz de comerse la carne de ciempiés, aún no lo hacía totalmente sin prejuicios.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...