Rescate

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La niña elfa había retrocedido por la rama, hasta que ésta había empezado a doblarse. Sin espacio para retroceder más, una de las serpientes la había seguido por la rama, mientras las otras dos estaban justo detrás de la primera.

El reptil juntó su cuerpo, manteniendo la distancia, hasta que estuvo preparada para lanzar su ataque. Como si fuera un Muelle, su cabeza se lanzó hacia la niña.

–¡Iiiiiihh!– grito ésta, aterrorizada.

No tenía escapatoria, ni nada con lo que defenderse, además de estar paralizada por el miedo. Sólo fue capaz de cerrar los ojos y cubrirse con sus pequeños brazos, sabiendo que el dolor pronto la alcanzaría.

Pero dicho dolor no llegó. Indecisa, abrió un poco los ojos y bajó ligeramente los brazos, encontrándose con que la serpiente estaba clavada en la rama por varias flechas, una de ellas atravesándole la cabeza, y brillando.

Otra de las serpientes que la perseguían también estaba agujereada y moribunda, mientras que la tercera había encontrado refugio tras el tronco. Aunque, lejos de rendirse, miró a la niña y Escupió hacia ella.

Era una habilidad que preferían no usar, pues suponía un gran gasto de su reserva de veneno. No obstante, dado que no se atrevía a moverse, y que no quería dejar escapar a su presa, no le quedaba otra opción.

De repente, alguien abrazó a la niña, interponiéndose entre ésta y el veneno, y recibiéndolo en su lugar. La armadura bloqueó gran parte del líquido, pero no todo, sintiendo Goldmi una terrible quemazón en la piel. Apretó los dientes mientras una daga atravesaba el cuerpo de la última serpiente, gracias a la precisión de Daga Fugaz.

Sin embargo, eso no fue suficiente para acabar con la serpiente, que se lanzó hacia la elfa, quien no podía usar el arco con una sola mano, ni soltar a la niña. Así que lanzó otra Daga Fugaz, recién sacada del inventario, mientras saltaba de la rama.

–¡Aaaaaaah!– gritó la niña al verse caer junto a Goldmi, y agarrándose fuertemente a ella. Pero, lejos de chocar contra el suelo, se posaron suavemente gracias a Flotar.

Mientras, la lince había acabado con una de las serpientes y apretaba sus colmillos fuertemente en la otra, justo debajo de la cabeza, mientras sus garras sujetaban el resto del cuerpo.

Las otras cuatro intentaron atacar a las dos elfas, pero Enredar lo evitó. Era cierto que no resultaba fácil inmovilizar por completo a una serpiente mediante ese método, pero sí estorbarla, lo suficiente para dejar a la asustada niña en el suelo y empuñar el arco.

Intentaban escabullirse entre las raíces, pero, de tres en tres, las flechas físicas y mágicas surgían del arco, clavándose en las seminmovilizadas serpientes. Sus pieles no fueron capaces de impedir el paso de los proyectiles, quedando algunas incluso clavadas en el suelo.

Con sus cuerpos agujereados por varios puntos, enredadas en las raíces, y varias flechas aún clavadas, no tardaron sus vidas en extinguirse y dejar de ser una amenaza. Habían ido a una zona del bosque de bajo nivel para mayor seguridad durante la muda de su piel, pero habían cometido el error de atacar a una niña elfa cuando Goldmi estaba cerca.

Miró entonces hacia arriba, buscando a la serpiente que se había quedado en la rama, no esperando ver a ésta caer sobre la niña, quien estaba sentada en el suelo, mirando en shock a su salvadora.

–¡No!– exclamó la arquera, interponiéndose de nuevo entre el depredador y su presa.

Consiguió protegerla, a costa de recibir un mordisco el brazo en su lugar. Los dientes atravesaron la piel de la armadura, más útil para evitar cortes que armas penetrantes. Y, con ellos, el veneno alcanzó su torrente sanguíneo, a diferencia de cuando tan sólo había quemado su piel.

Unas poderosas mandíbulas aparecieron inesperadamente, sorprendiendo y triturando con rabia a la serpiente, a la vez que asustando a la niña.

–¡Hermana!– exclamó la felina.

–Estoy bien– aseguró ésta, incluso ordenando a su asistente que recogiera sus dagas y las serpientes. Pero no tardó en comprobar que sus palabras eran mucho menos exactas de lo que hubiera deseado.

Había logrado calmar a la niña, convenciéndola que la lince era amiga, confiando en que su hechizo de curación sería suficiente. Sin embargo, el veneno penetraba en ella, entumeciendo su brazo y su mente. Usó varias Curación Básica, aliviando los síntomas, pero no eliminando la causa, el veneno que seguía expandiéndose en su interior.

–Te ha mordido. Tienes que venir a la aldea. Dalah te curará– sugirió de pronto la niña, claramente preocupada.

–Guíanos– aceptó Goldmi, incorporándose, con cierta dificultad.

–Sube– se ofreció la lince, en un tono que no aceptaba discusión.

Y tampoco su hermana iba a discutir. Se sentía mal, cada vez peor, y era evidentemente la mejor opción. Era cierto que las serpientes no debían de ser un enemigo para ellas, pero eso no significaba que no fueran peligrosas. Las podían esquivar con cierta facilidad, así como atacar a distancia o bloquearlas, pero su veneno era peligroso. Y aquella serpiente le había inyectado todo el que le quedaba.

No contaba con antídotos. De hecho, los tenía de nivel 100, pero su cuerpo no era capaz de soportarlos, siendo peor el remedio que la enfermedad. Era algo de lo que el Oráculo la había advertido tiempo atrás.

Siguiendo las indicaciones de la niña, la lince corrió por el bosque, ante la mirada preocupada de Pikshbxgro, pero no había nada que éste pudiera hacer para ayudarla.

Goldmi se sentía mareada, perdiendo poco a poco la conciencia, algo que era percibido claramente por su hermana, ansiosa y terriblemente preocupada.

–¡Hermana! ¡No puedes dormirte! ¡Sigue curándote!– la llamó.

Goldmi se mordió el labio, intentando mantenerse despierta, usando Curación Básica un par de veces más para curar lo que el veneno atacaba. Pero poco más era capaz de hacer.

Agarraba a su hermana con la fuerza que le quedaba, sin ser capaz de ver más allá de la suave piel, apenas escuchando a la niña.

–Por allí.

–Gira a la izquierda.

–Casi estamos.

Cada vez le parecían los sonidos más lejanos. Cada vez le costaba más invocar el hechizo de curación. Ni siquiera era capaz de percatarse de sus alrededores.

–¿Hermana? ¡¡¡Hermana!!!– fue lo último que escuchó, apenas en un susurro, en un rincón alejado de su mente, antes de perder completamente la consciencia.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora