El lugar era oscuro, pero no completamente carente de luz. Ésta se filtraba a través de los cristales del techo, los que quedaban de una época pasada. En aquel entonces, eran capaces de propagar la luz del sol desde la superficie hasta el interior de la enorme gruta que contenía un pequeño reino subterráneo. En la actualidad, quedaban pocos y muy deteriorados, incluso rotos. Por ello, sólo eran capaces de aquella exigua iluminación.
Goldmi usaba Ojo de Halcón desde el lomo de su hermana, quien avanzaba con rapidez, siguiendo el evidente rastro que habían dejado sus enemigos.
–Los veo, frena un poco– informó.
Corrían el riesgo de ser vistas si iban a demasiada velocidad. El problema estaba en cómo acercarse lo suficiente. Sus enemigos iban a paso rápido, un paso que no podían igualar si utilizaban Camuflar. Y no podían esconderse tras árboles o vegetación, pues no había allí ni una sola planta. Ni siquiera los restos de los enormes bosques de antaño.
Así que necesitaban frenarlos, aunque eso significara eliminar el factor sorpresa. Sólo si podían acercarse podían salvar a la dríada, y debían de hacerlo cuanto antes. No sabían cuánto podría aguantar.
Así que, sobre su hermana, con Dispara Como Sea y Ojo de Halcón, disparó varias ráfagas de tres hacía una figura reptiliana, apuntando sobre todo a sus piernas.
El reptiliano cayó al suelo, gritando por la sorpresa y el dolor. Varias flechas se habían clavado en sus piernas y brazo, una de ellas incluso atravesado completamente el tobillo.
–Así que no murieron todas las ratas– masculló la mujer encapuchada.
–¡Trijdon!– exclamó la reptiliana, acercándose a él.
Pero, antes de que llegara hasta él, una espada atravesó el cuello del caído. La reptiliana miró estupefacta la hoja que había acabado con la vida de su compañero, y luego con furia a su líder.
–¡¡¿Por qué?!!
–Nos querían retrasar y no podemos permitirlo. Ni tampoco que lo cojan prisionero y nos delate– explicó la mujer encapuchada, con cierto tono de desdén.
–¡¡Maldita!!– exclamó la reptiliana, desenvainando dos dagas y acometiendo contra la mujer.
Sin embargo, antes de llegar hasta ella, una lanza se clavó en su estómago, empuñada por otro de sus compañeros, el que estaba a la izquierda de su objetivo. El que estaba a la derecha blandió sus dos hachas, una impactando en el cuello y la otra en un brazo.
No murió al instante, pero fue incapaz de sostener las dagas, que cayeron al suelo. Se quedó mirando incrédula a la mujer encapuchada.
–Hemos tenido que prescindir de ellos antes de lo esperado– se lamentó ésta, volviéndose y dejando que los otros dos, también encapuchados, acabaran el trabajo.
Quedaron dos cadáveres en el suelo, y cinco figuras que se alejaban con rapidez, ahora tomando precauciones contra ataque a distancia. Sería imposible volverlos a coger por sorpresa desde tan lejos.
Con Ojo de Halcón, la elfa fue testigo de todo lo sucedido, y también su hermana, mediante Vínculo Visual. No había imaginado que actuarían así, tan crueles contra sus supuestos compañeros, algo que creía que sólo sucedía en las películas.
Apenas habían conseguido retrasarlos, pero al menos había dos enemigos menos. Y a pesar de la sorpresa, no sentía pena por ellos. Al fin y al cabo, eran los que cortaban continuamente a la dríada para extraer su sangre. Los otros no lo habían vuelto a hacer.
Por ahora, no podían hacer otra cosa que seguirlos, que ir ganando terreno poco a poco, pues la felina era más rápida que el grupo al que perseguían. Lo que no sabían era qué hacer cuando estuvieran más cerca.
Se enfrentarían a cinco, y ellas sólo eran dos, además de que desconocían el nivel y habilidades de sus enemigos. Incluso se temió que pudieran usar a la dríada como rehén, ante lo cual no tenía ni idea de cómo podían actuar. Y, mientras pensaba en ello, la lince bajó la velocidad.
–Se está haciendo de noche. Quizás tengamos una oportunidad entonces. Por ahora, mejor mantengamos la distancia.
Goldmi asintió, reparando en que su hermana podía ver en la oscuridad. No sabía si era un buen plan, desconocía si los secuestradores también tenían medios para ver en la oscuridad, pero era el único plan que ahora mismo tenían. De hecho, ni siquiera era un plan, tan sólo el inicio de uno.
–Señor, hay intrusos– se arrodilló el mensajero.
Tenía un aspecto similar a una demihumana, mitad zorro mitad humana, pero su piel era más pálida, y su pelaje agrisado. Sus colmillos eran más protuberantes de los que se esperaría en alguien de su especie, en alguien que no hubiera sido convertida en vampiresa.
Frente a ella, dándole la espalda, había un hombre de casi dos metros de altura, orejas puntiagudas como las de un elfo, cabello grisáceo y piel también pálida. Estaba mirando varios objetos cristalinos, algunos en forma de bola, otros similares a espejos. En todos parecía reflejarse escenas de otros lugares.
–¿Qué sabemos de ellos?– preguntó, sin dignarse a girarse.
–Son dos grupos. Uno de ellos tiene una dríada joven, probablemente contra su voluntad. Son cinco y se ocultan con capas. El otro son dos, una elfa y una bestia. Persiguen a los primeros. Les han atacado antes– explicó ésta.
–Mmm, una dríada, sería interesante hacerse con ella. Pero por ahora no nos lo podemos permitir, no podemos llamar la atención sobre Cathair Taibhse. Ocuparos de que se vayan, que salgan de aquí, en especial la dríada. Viva o muerta, pero que no puedan sospechar que estamos aquí, aún es pronto. Que se encargue el grupo de Scáth, que no los vean.
–Entendido señor. Ahora mismo les informo.
Simplemente asintió, dándole permiso a su sirvienta a levantarse y cumplir sus órdenes. Siguió mirando las imágenes, observando como evolucionaban sus planes.
Últimamente las cosas no habían salido muy bien. Varios proyectos habían fracasado. Era especialmente lamentable la pérdida de su peón en el reino de Goltrenak, unos años atrás, lo que había significado perder el control de aquel lugar estratégico.
Era cierto que todavía poseía influencia allí, que tenía a varios agentes infiltrados o sobornados, pero no era lo mismo que tener a un rey bajo su mando.
Por dentro, volvió a maldecir a quien había subestimado en el pasado, quien había estropeado ese y otros planes. También a los que habían conseguido detener su proyecto de corromper aquella selva, y no tener así que preocuparse más de las fuerzas de la superficie.
De hecho, parecía que últimamente esos seres corrompidos estaban teniendo problemas, aunque no le preocupaba demasiado. Con que tuvieran ocupados a sus enemigos, tenía bastante.
Lo que era importante era avanzar en sus planes sin ser descubierto. Puede que en cincuenta o cien años pudiera dar un paso importante en su ambición. Quizás pueda parecer mucho tiempo, pero no lo era para él. Ni para Cathair Taibhse.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...