Puente colgante (III)

266 57 4
                                    

Podían ver como el fragmento de cuerda parcialmente roto por los halcones se iba desgarrando más y más. Pronto, la cuerda se separaría en dos.

–¡Agárrate fuerte, voy a saltar!– anunció la lince.

La elfa se quedó con las ganas de protestar. Era una temeridad hacerlo, pero tampoco no les quedaban más opciones. Así que la lince Saltó, provocando el impulso que la cuerda se acabara de romper.

Habían recorrido tres quintas partes del trayecto, y era imposible que alcanzara el otro extremo. Así que, agarrada a ella, Goldmi usó Flotar cuando empezaban a bajar, no estando segura de si lograrían llegar hasta el final. No obstante, no pensaba soltar a su hermana. Si caían, lo harían juntas y tratarían de sobrevivir en el río.

Flotar permite no caer y avanzar muy despacio. Sin embargo, había algo que no habían previsto y que nunca habían probado. Saltar las había impulsado hacia arriba y hacia adelante, y si bien el impulso en vertical había sido contrarrestado por la gravedad, no así el horizontal. Por ello, mientras el hechizo mantenía la altura, avanzaban a gran velocidad hacia delante, sólo frenadas levemente por el rozamiento del aire.

Así, en contra de sus expectativas, no tardaron en posarse suavemente sobre lo que quedaba del puente de piedra, aún sorprendidas de haber llegado con tanta rapidez.

–De haber sabido que era tan fácil, hubiera saltado antes...– se asombró la felina –. ¡Eh! ¡Tú! ¡Cosa blanca con alas! ¿Aún estás jugando? Nosotros ya hemos pasado, puedes venirte ya.

–¡Sí que habéis tardado! Empezaba a aburrirme. Os traigo dos para la cena– se quejó la azor.

Goldmi sonrió, leyendo entre líneas lo preocupadas que habían estado las dos acerca de la situación de las otras, en especial el ave albina.

La azor estaba en ese momento a punto de atacar por tercera vez. Había conseguido separar a los dos halcones, después de amagar con atacarlos un par de veces, consiguiendo así que uno de ellos hubiera perdido velocidad y estuviera en una situación más vulnerable, aunque no totalmente vencido.

A pesar de ello, decidió abortar el ataque, cambiando de dirección y dirigiéndose hacia sus hermanas, como si estuviera huyendo, aunque no demasiado rápido. Tenía que permitir que pudieran reanudar la persecución, y eso hicieron las dos aves, decididas a cazar al ave blanca que se les resistía.

–Pasa por encima del puente, atravesándolo a lo largo– le pidió la arquera.

–A mi altura, para recibirlos con las zarpas abiertas, como en las Ciénagas Voraces– añadió la lince, recordando el tiempo en lo que para la elfa había sido el juego.

–¡Que no se os escapen! ¡Son la cena!– insistió la azor, disimulando su excitación. Hacía mucho que no ejecutaban esa trampa, que no cazaban en equipo.

La azor sobrepasó velozmente a sus hermanas Camufladas, siendo el primer halcón recibido por las garras de la lince, chocando violentamente contra ellas, clavándoselas y muriendo al instante.

El otro iba un poco más atrás y consiguió elevarse, pero una sucesión de flechas disparadas desde muy cerca, con Toque de Viento, y Flecha Penetrante, se incrustaron en sus alas, no tardando en convertirse en el segundo de los ingredientes principales de la cena.

Goldmi inmediatamente curó a sus dos hermanas, por mucho que las heridas no fueran graves, y de que ellas insistieran que no era nada. Sabían que podían hacerse las duras cuanto quisieran, que su hermana elfa las curaría igualmente.

Una asistente se encargó de recoger y procesar los restos de los halcones, mientras que la otra recogía las flechas cercanas. Goldmi atravesó con unas Flechas de Viento los restos de cuerda al otro extremo, y la azor los lanzó al vacío, pues no querían dejar pistas.

Después, se adentraron en el bosque. El ave vigilaba desde el cielo, la elfa iba usando Detección de Vida, y la felina agudizaba el oído y el olfato. Querían alejarse de allí con seguridad, y saber que hacían sus supuestos perseguidores.



–Aquí acaba el rastro– afirmó el hombre-hiena.

–Hay cortes recientes en el árbol, parecen de flechas– anunció su hija.

–¿Una pelea? ¿Alguien la habrá capturado?– preguntó una mujer humana de nivel 70.

Era una de las encargadas de la seguridad de la embajada de Engenak en Goltrenak, y había sido enviada allí por el reino. Había otros tres humanos más, además de la familia de cazadores y otros cinco aventureros que se les habían unido.

–Imposible, no hay más rastros. A no ser...– negó el hombre–hiena.

–¿A no ser...?– preguntó la mujer de pelo verde.

–O ha caído o ha cruzado el puente, ya sea sola o con ayuda. Si la han capturado, están al otro lado.

–¿Alguien sabe como cruzar?– preguntó la mujer.

Se miraron los unos a los otros, pero todos se acabaron encogiendo de hombros. Así que mandaron un mensaje y se apresuraron hacia al puente que estaba unas horas más allá, siguiendo el curso del río.

En dicho puente, esperaban algunos cazarrecompensas, con la esperanza de lograr atrapar a la elfa. El precio por su cabeza era el más alto de los últimos años, así que valía la pena intentarlo. Habían habido algunos enfrentamientos entre ellos, hasta lograr alcanzar un acuerdo. No irían a partes iguales, sino proporcional a su fuerza, en caso de atraparla allí.

Sin embargo, en cuando llegó el aviso, todos los acuerdos se desvanecieron, dirigiéndose cada uno por su cuenta hacia el interior del bosque.

Ni estaban habituados a trabajar en grupo ni querían hacerlo, cada uno de ellos confiaba en su habilidad, y pretendía ser el primero en encontrarla y capturarla. Todos ellos les sacaban entre 10 y 20 niveles a Goldmi y sus hermanas.



–Han llegado hasta el puente y se han vuelto. Os seguían– informó la azor, confirmando lo que se temían.

Hubieran querido ir hacia zonas de menor nivel, para estar más seguras, pero ello significaría acercarse más a los caminos principales, y a sus posibles perseguidores. No tenían más remedio que seguir adelante, afrontando los peligros que surgieran ante ellas.

Por suerte, estaban cerca de subir a 55. En cuanto lo lograran, el viaje sería un poco menos peligroso en aquel bosque repleto de amenazas. Aunque, a decir verdad, para ella, el bosque también era un poderoso aliado que le podía prestar su fuerza.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora