Mazmorra, 4ª planta (I)

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–Es extraño. Detecto algo, pero disperso– explicó la elfa.

Acababan de llegar a la cuarta planta. Como hacía siempre y como precaución, había confiado en Detección de Vida para investigar los alrededores, pero el resultado había sido un tanto confuso.

–Vamos a verlo– sugirió su hermana.

Goldmi no disintió. En un momento u otro deberían enfrentarse a lo que fuera que hubiera en aquella planta.

–¿Insectos?– se preguntó de pronto la lince.

Su capacidad auditiva era más aguda, y había oído algo parecido a muchos zumbidos. Pronto descubrieron que no se había equivocado. Una nube de pequeños insectos podía verse un poco más allá, algo que no debería estar allí, pues, salvo contadas excepciones, no deberían haber seres vivos habitando la mazmorra, sólo seres de maná.

–¡Enjambre!– exclamó la arquera.

Ese era el nombre que le daban en el juego a ese tipo de entidad, compuesto de multitud de pequeños seres similares a insectos. Eran de hecho similar a un enjambre de insectos, aunque, a diferencia de estos, formaban una entidad única, por lo que sus componentes no podía alejarse más de unos metros los unos de los otros.

Era, por tanto, una criatura nivel 23 de la mazmorra, además de un enemigo molesto, pues es difícil hacerle mucho daño con golpes normales. Es necesario matar a cada uno de los insectos para acabar con aquel ser, algo muy engorroso de conseguir uno a uno.

Su poder de ataque no es alto, por lo menos no individualmente, aunque pueden ser peligrosos si se centran en puntos débiles, como ojos u oídos, en el caso de que estos no estén debidamente protegidos. O pueden concentrarse todos en un único punto si tienen la oportunidad. O crear múltiples heridas diminutas si la piel de su presa no es muy dura.

La lince no dudó en atacarlo, intentando atrapar a los escurridizos insectos uno a uno. No era fácil, pero también es cierto que ella era rápida y ágil, por lo que continuamente conseguía alcanzar a alguno, destrozándolo con la fuerza de sus patas y Barrera Ciclónica. Ésta última era además muy útil para protegerla, hiriendo o disolviendo a los insectos que intentaban atacarla, aunque se iba debilitando poco a poco.

Un poco más lejos, la elfa observaba pensativa. Usó un par de flechas contra los insectos, acertando a pesar de ser el blanco muy pequeño. Pero necesitaría muchas decenas de ellas para acabar con uno sólo de aquellos seres, algo que resultaba muy poco eficiente. De hecho, si no fuera porque su hermana parecía divertirse, hubiera propuesto quedarse quietas y dejar que Barrera Ciclónica fuera dando cuenta de los insectos, renovándola cada vez que fuera necesario.

Sin embargo, esa era una estrategia lenta, y que no tenía la seguridad de funcionar, pues les daba la posibilidad de huir. Decidió probar con Vibración Sónica, a ver si el sonido tenía efecto en los insectos, pero no se vieron afectados.

–¡No hagas eso! ¿Quieres dejarme sorda?– se quejó su hermana, muy sensible a aquel tipo de sonidos.

–Lo siento, lo siento, sólo quería probar si a ellos les afectaba.

Suponía que Pilar de Luz sería efectivo, pues la magia de luz y purificación lo suele ser contra los entes de maná, pero supondría un gasto enorme de maná por cada uno de ellos. Flecha de Luz no tenia un efecto en área, y Sol sólo daba luz, no tenía el efecto purificador.

Su mejor opción parecía Tornado, pero era muy lento, así que era necesario llevar a todos los insectos allí. El problema estaba en que era fácil que se escapara alguno, además de que el gasto de maná, aunque menor que Pilar de Luz, era alto.

–Al final va a resultar que es más útil de lo que parecía en el juego– se dijo a sí misma tras probar una flecha con Vacío.

Había apuntado al suelo bajo su enemigo, succionando una gran parte de los insectos a ese lugar. Paralizados por un momento y reunidos en un punto, fueron presa fácil para la lince, que no tardó en atacar a los que habían escapado.

–Son entretenidos, pero nada peligrosos– apreció la felina.

–Entretenidos... Igual tendría que probar con la espada.

Y así lo hizo. Cabe decir que fue más efectiva Barrera Ciclónica que la combinación de daga y espada. E incluso que la felina. Les costó un buen rato, pero al final lo consiguieron, sentándose la elfa en el suelo y riendo.

–Ja, ja. Ha sido divertido. Pero a este paso no acabaremos nunca.

–Podemos usar esa flecha de antes para juntarlos, y luego acabamos las dos con los que quedan. Prometo dejarte alguno– sugirió su hermana.

Y así lo hicieron. Resultaba bastante efectivo, pues entre las dos podían acabar con cierta facilidad con los insectos sobrevivientes. De hecho, cada vez eran más competentes en ello, pudiendo casi prever sus trayectorias.

También probaron Pilar de Luz, tan eficaz como imaginaban. Si podían atacar a muchos de ellos juntos, podría resultar útil. Si no, resultaba un derroche de maná, así que lo habían probado justo antes de regresar a la zona de descanso.

Apenas habían recorrido una pequeña parte de los túneles, y ni mucho menos localizado al jefe de planta. No estaba en el mismo lugar en todos los pisos, y no era fácil predecir la dirección que iban a tomar los túneles. Aun si supieran dónde estaba exactamente, era imposible saber de antemano si el túnel por el que iban terminaría, se curvaría hacia un lado u otro, o tendría otros túneles que lo cruzaran igual de impredecibles.

Así que sólo podían recorrer todos y cada uno de los túneles hasta llegar a su destino, algo que seguirían haciendo el día siguiente. Lo que quedaba del día se limitarían a disfrutar de una merecida cena, en la que la elfa, una vez más, no pudo parar de reír, esta vez ante su hermana sorbiendo largos espaguetis.

Al principio, los había cortado con sus afiladas garras, pero después había encontrado satisfacción en sorberlos enteros, por mucho que golpearan su hocico y la mancharan de salsa de tomate, o de algo parecido.

Aparte del postre, esta vez sólo había un plato, que contenía también carne picada, y que no fue ni mucho menos ninguneada por la gran glotona. Como tampoco lo fueron las rosquillas, a las que la felina levantaba colocando una garra en el hueco central, y las saboreaba poco a poco, dándoles vueltas, a veces con más de una al mismo tiempo.

Cabe decir que las hadas habían hecho algunas bastante más grandes de lo normal, especialmente para la lince, mientras que su hermana saboreaba las más pequeñas, algunas sólidas, algunas rellenas de chocolate, o de una de la amplia variedad de cremas que habían estado probando. Luego, se fueron a dormir.

–Suerte que se limpian al guardarlas– suspiró la elfa, mientras restregaba entre risas el rostro de su hermana con una suave toalla. No iba a dejarla acostarse con la cara manchada.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora