Jefe 1ª planta (I)

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Cuando despertaron y salieron de la tienda de campaña en forma de castillo, les sorprendió la acumulación de babosas frente a la entrada de la zona de descanso.

Se miraron, preguntándose la una a la otra con la mirada si habían visto lo mismo, y volvieron a girarse hacia las decenas de cuerpos gelatinosos que se movían frente a la barrera.

–Yo las distraigo y tú te encargas del resto– sugirió la lince.

–Es muy peligroso– se opuso la elfa.

–Tendré cuidado. ¿Qué puede pasar? Sólo voy a "echar un vistazo"– se burló de sí misma, pues era lo mismo que había dicho al entrar a ver al jefe de planta, y lo que las había llevado a una situación muy peligrosa.

La elfa quería seguir discutiéndolo, pero su hermana ya había salido, saltando velozmente de lado a lado, mientras las babas intentaban alcanzarla. Salió ella entonces, rodeada de enemigos, pero que no podía lanzar su ataque con tan poco tiempo de diferencia con el previo. Sólo podían intentar aplastarla con sus cuerpos, pero eran demasiado lentos.

Una enorme columna de luz rodeó a Goldmi mientras la felina se resguardaba en la sala de descanso, y pronto una segunda columna la siguió, erradicando una gran cantidad de aquellas criaturas de maná, aunque aún quedaban otras tantas un poco más alejadas.

Inmediatamente, entró y examinó a su hermana con el ceño fruncido y sus mejillas hinchadas, algo irritada con ella.

–Eres una temeraria, siempre me estás preocupando– se quejó, antes de abrazarla, no dejándola ir hasta bastante después de haberle curado sus leves heridas.

Ésta no dijo nada. Sabía que no se la estaba recriminando, sólo expresando su preocupación por ella. El vínculo de sus almas les permitía expresarse más allá de las palabras.

Desayunaron mientras recobraba el maná, y mientras las babosas restantes se iban reuniendo de nuevo frente a la puerta. Eran menos, pero seguían siendo muchas.

Goldmi suspiró y se encogió de hombros cuando su hermana la miró, por lo que se preparó para salir tras ella, limpiando de nuevo la entrada de sus enemigos. Pero, esta vez, tras los dos Pilares de Luz, no entró, sino que empuñó el arco y comenzó a disparar a las restantes.

–¡Eh! ¡Déjame alguna!– se quejó la lince, saliendo de nuevo inmediatamente.

Se abalanzó hacia un grupo de siete un tanto disperso, y empezó a saltar entre ellas y atacarlas, mientras que la elfa se encargaba de otras diez, agotando su maná y enfrentándose a las tres restantes cuerpo a cuerpo.

–Parece que no soy la única temeraria– acusó la lince un poco después, ante lo cual su hermana le sacó la lengua.

Ambas volvieron a la zona de descanso, recuperándose de sus heridas, mientras discutían qué hacer a continuación, cómo encarar al jefe de planta. Tomaron la decisión de enfrentarse a él para descubrir sus debilidades, y de no dudar en retirarse si se ponía peligroso. Por ahora, querían tantear cuán fuerte era. Solo querían "echar un vistazo".



Aquel era el lugar del que habían salido corriendo, acosadas por cientos de babosas que ponían en riesgo sus vidas, pero ahora apenas habían encontrado unas pocas en el camino, y no quedaba ninguna junto al jefe de planta.

Entraron con cuidado, observándolo, dispuestas a salir corriendo si llegaba el momento, cuando éste disparó unas Babas mucho más vastas que las de las más pequeñas. Para su sorpresa, no iban dirigidas a ellas, y se dieron cuenta demasiado tarde que su objetivo era cortarles la retirada.

Goldmi disparó una Flecha Etérea contra la entrada, creando un pequeño agujero, pero inmediatamente otras llegaron para reforzar el bloqueo. Pensó entonces en usar Pilar de Luz, pero su hermana la disuadió.

–Sólo como último recurso. Veamos de lo que es capaz.

–Está bien.

Inmediatamente, la arquera disparó flechas normales, de Viento y Etéreas, además de probar algunas habilidades, confirmando que, como en el caso de las otras, era la Etérea la más eficiente, aunque el daño no era muy alto comparado con la vitalidad de su enemigo. Necesitaría cientos de ellas para acabar con éste.

Mientras, la lince se había acercado cautelosamente, moviéndose frente al enorme monstruo de maná. Esquivó fácilmente las Babas, pues el movimiento del cuerpo gelatinoso era el mismo que el de las otras, aunque pronto se vio en problemas.

El jefe de planta podía dispararlas continuamente, forzándola a esquivar una y otra vez. Eso le impedía poder descansar ni por un momento, pero lo que no esperaba era que, mientras seguía disparando, el enorme cuerpo de varias toneladas saltara sobre ella.

Usó Salto para alejarse del área de impacto, aunque las ondas de choque golpearon en ella, mandándola a varios metros de distancia. Rodó sobre sí misma y cayó sobre sus cuatro patas, a tiempo de esquivar de nuevo los continuos disparos, y levemente magullada.

Pudo ver la entrada a la siguiente planta, que se encontraba justo donde había estado su enemigo hacía un momento, protegida de una capa de Babas. Sabiendo que el objetivo principal de la enorme babosa era proteger ese punto, corrió hacía él y lo Desgarró, forzando a la babosa a saltar de nuevo a su posición original.

El objetivo de la felina era asegurarse que no se acercara a su hermana, y esta vez pudo esquivar el tosco ataque con más solvencia, al esperárselo. Saltó para evitarlo, y saltó de nuevo hacia atrás para que las ondas de choque la golpearan en el aire, simplemente arrastrándola unos metros, pero no dañándola.

Mientras, Goldmi seguía disparando desde la distancia, asegurándose de conservar maná suficiente para cualquier eventualidad, y usando Vínculo de Energía para traspasar parte de la suya a su hermana, pues la necesitaba más que ella.

No estaba muy lejos de la entrada, preparada para atacarla y huir de allí si las cosas se ponían feas. Si la lucha continuaba como hasta ahora, manteniendo su hermana a raya al jefe de planta y no agotándosele la energía, podrían ganar esa batalla. Hubiera sido mucho más fácil si tuvieran hechizos de fuego, al cual era vulnerable su enemigo, pero debían luchar con los recursos que tenían a su alcance.

Lo que más la preocupaba era que, en el juego, los jefes de planta solían tener varios recursos, y muchas veces cambiaban de estrategia cuando su vitalidad empezaba a decaer. Lo que estaba claro era que, en el mejor de los casos, la batalla duraría horas. Y no podían cometer ningún error.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora