Persecución en los túneles (I)

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–¡¡BOOOOOM!! ¡¡BOOM!! ¡¡BOOOOOOOM!!

Aunque lejanos, los sonidos de fuertes impactos llegaron hasta ellas, retumbando por todo el túnel, algo que no resultaba en absoluto tranquilizador. Sus peores temores se confirmaron poco después.

–Han encontrado otro agujero, están bajando por él. Son dos, la arachne y una mujer-bestia– informó la azor.

No podía ver a sus hermanas, pero sí sentirlas. Podía notar cómo se movían, cómo su presencia se alejaba por el túnel, de la misma forma que ellas podían sentir al ave.

Por las explicaciones de su hermana alada, quedaba claro que lo que habían oído eran el sonido de grandes fragmentos de cúpula cayendo al agujero, después de ser partidos por las dos cazarrecompensas. Habían abierto una ruta diferente para poder perseguirlas.

Ellas habían bajado por la raíz, y luego Flotado hasta las escaleras, siendo el trayecto iluminado por Sol al principio, y luego por la lámpara de Goldmi. Ésta había resbalado un par de veces, pues bajaban con prisa, pero confiaba en el recurso de Viento de Respaldo o Flotar para recuperar el equilibrio. Su hermana no tenía ese problema. Si bien podía resbalar, tenía otras tres patas, además de gran agilidad y equilibrio.

Se movían veloces por el túnel, montada la elfa sobre su hermana, y usando Sol para iluminar, pues la lámpara no era lo suficientemente rápida. A su nivel actual, la capacidad de recuperación de maná era suficiente para compensar el gasto del hechizo.

Confiaban en ser más rápidas que sus perseguidoras, pero no sabían qué se encontrarían más adelante. Si habría una salida o inciertos peligros. Pero no tenían tiempo de ir Detectándolos, y sólo intentaban explorar el terreno por adelantado con Flechas de Luz. Aunque no parecía haber nada en aquellos túneles olvidados.

Pero eso no significaba que no lo hubiera. La mayoría de quienes podían excavar hasta allí eran insectos que se escondían de los depredadores de la superficie, y ahora de aquellos visitantes a lo que nadie había invitado. Ese era el caso de un roedor de pelo azulado, que vio pasar a la veloz felina escondido en su madriguera. O de un tipo de abeja de hábitos solitarios que tenía su nido allí.

No solía haber depredadores cazando por aquella zona, pues no había muchas presas accesibles. De haberlas, serían capaces de defenderse y esconderse, o pronto eran cazadas y dejaba el lugar de tener atractivo. La excepción era aquellos que usaban la zona para algo más.

Una serpiente de apenas medio metro de longitud pero muy venenosa, de nivel 60, estuvo tentada de seguirlas cuando pasaron a su lado como una exhalación, pero desistió al verlas alejarse. Hubieran sido unos nutrientes muy bienvenidos mientras cuidaba de su nido y no podía salir a cazar.

Pero, sin poder usar Detección de Vida, sin tiempo para pararse, les era imposible ser conscientes de los peligros que dejaban atrás.

No fue hasta que se cruzaron con una lombriz de varios metros de longitud que se encontraron con el primer ser vivo, pero ésta ya estaba desapareciendo, al haber notado las vibraciones del suelo.

Fue poco después cuando, tras el halo de una Flecha de Luz, descubrieron unas siluetas humanoides junto a la pared. Sin embargo, cuando llegaron a su altura, sólo se encontraron una especie de gran puerta metálica firmemente cerrada.

–¿Hola? ¿Hay alguien allí?– llamó la elfa.

Sin duda, era un riesgo, pues podían ser peligrosos, pero el hecho de que se hubieran escondido daba a pensar que no eran hostiles, y quizás pudieran ayudarlas. Sin embargo, no hubo respuesta al otro lado, y Detectar Vida no era capaz de determinar su presencia. De hecho, Goldmi podía sentir como aquella puerta bloqueaba el poder del hechizo.

La examinaron por un momento, pero no parecía que hubiera forma de abrirla desde allí, ni nada que se pareciera a una cerradura, además de que era extremadamente gruesa y sólida.

–¿Hola? ¿Podrían ayudarnos? Queremos salir de aquí– siguió pidiendo, obteniendo sólo silencio como respuesta.

Así que, tras unos pocos intentos más, decidieron marcharse. No podían permitirse perder mucho tiempo allí.



Los guardianes-topo habían detectado una fuerte vibración al otro lado de la compuerta, que llevaba a unos túneles largamente abandonados, pero que monitorizaban. En ocasiones, salían a cazar allí, pero, sobre todo, querían asegurarse de que nada los amenazara. Si era necesario, tenían la orden de sellar ambas compuertas.

Así, después de oír el estruendo, decidieron salir a echar un vistazo. Nada parecía haber cambiado, pero todos estaban alerta, pues sabían que nunca puede descartarse la posibilidad de encontrar peligros en los túneles. Como siempre, la primera compuerta había sido cerrada, y sólo se abriría una vez cerrada la segunda, y sólo si había la garantía de que nada hubiera entrado. La seguridad de la comunidad estaba por encima de la del individuo, y todos los sabían.

Uno de ellos puso la oreja sobre el suelo, para detectar los sonidos que las puertas y la separación entre los túneles hacían imposibles de percibir, a no ser que fuera algo tan fuerte como la caída de toneladas de piedra.

–¡Algo viene muy rápido!– avisó casi inmediatamente

Un instante después una Flecha de Luz pasaba frente a ellos, sorprendiéndolos y atemorizándolos, por lo que se apresuraron a volver y cerrar la puerta. Desde allí, escucharon pasos al otro lado, seguidos de alguien que se detenía y les hablaba.

–¿Quizás deberíamos responderle? ¿A ver qué quiere?– sugirió uno de ellos en un murmullo.

–No podemos involucrarnos con extranjeros. Seguro que vienen de la superficie– negó otro.

Es cierto que la mayoría de ellos tenía curiosidad, y la oportunidad de contactar con otras especies era algo extremadamente inusual. Sin embargo, las leyendas y cuentos de la antigüedad se les contaban a todos de niños. En ellos, los seres de la superficie siempre eran violentos, avariciosos y peligrosos.

Además, las leyes eran claras, así que, a pesar de la curiosidad, nadie respondió, y siguieron escuchando lo que venía del otro lado de la puerta, incluso cuando los sonidos indicaban que se habían ido.

Al cabo de varias horas, volvieron a oír que algo más pasaba por allí, y no fue hasta un día después que volvieron a abrir la compuerta e investigar. Descubrieron, con parte de alivio y parte de desilusión, que no había nadie más en los alrededores. Al menos, no había seres que causaban lo que en el silencioso mundo subterráneo podía calificarse como un estruendo.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora