Emboscados (I)

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Omny, un guerrero elfo nivel 21, usó Estoque Brutal para atravesar el cráneo de un extraño marsupial corrompido, un perdido, en lo que era su penúltima reserva de energía. Inmediatamente, levantó la espada para bloquear el ataque de otro ser similar, parando las mandíbulas con el filo y siendo empujado hacia atrás, apenas capaz de detenerlo.

A unos metros detrás de él, yacía uno de sus compañeros, inconsciente, al borde de la muerte por las heridas recibidas.

Un poco más allá estaba una arquera elfa, amiga de la infancia de Omny. Ahora era obligada a luchar a melé, armada con un espada corta y un pequeño escudo atado a su brazo.

Al otro lado, Jarlia, una mujer-jaguar muy corpulenta, atravesaba con su claymore a un cruce imposible entre hipopótamo y gacela. También estaba al límite de sus fuerzas.

A su espalda, protegiendo a su compañero caído y vistiendo una pesada armadura, estaba el hermano de la elfa y gran amigo de Omny. Su enorme escudo aún aguantaba, pero empezaba a presentar pequeñas grietas. Su poder ofensivo era bajo, por lo que necesitaba de la ayuda del resto para acabar con los enemigos, aunque podía retenerlos como ninguno de los otros.

El problema residía en que ninguno de los demás estaba ocioso para ayudarlo. Y su mago había sido víctima de una emboscada, por dos seres parecidos a cuervos, aunque con el pico ligeramente curvo. No había duda de que su vida estaba en serio peligro, pero estaba inconsciente y ninguno de sus compañeros era capaz de deshacerse de sus enemigos para tratarlo, para hacerle beber una poción.

Habían salido los cinco del puesto avanzado, esperando ganar experiencia, confiados en que, últimamente, el número de perdidos había disminuido. No se sabía por qué, sólo que habían sido llamados al interior del bosque, por lo que les habían recomendado ser muy precavidos ante un situación desconocida.

Y ahora se lamentaban de no haber escuchado las advertencias. Habían perseguido a un enorme perro con espinas, al que habían herido y querían rematar, sin estar atentos a su entorno, sin vigilar lo suficiente. Así, habían acabado siendo rodeados por más de treinta perdidos.

Habían establecido un perímetro de defensa, con su mago en el centro, quien había atacado desde la seguridad de la protección de sus compañeros. Pero, cuando todos habían entablado batalla con sus enemigos y el mago los apoyaba, aquellos dos perdidos aéreos lo habían atacado sin piedad, aun a costa de sus vidas.

Era evidente que habían tenido la mala suerte de encontrarse con un general, pues las bestias corrompidas no podían planear algo así por sí mismas, pero también que habían sido imprudentes, incluso temerarios. Y ahora lo iban a pagar con sus vidas. Sólo un milagro podía salvarlos, pero no confiaban en encontrarse con aliados en la zona que habían elegido precisamente por estar libre, y no tener así que competir por las presas, presas que se habían convertido en cazadores.

Jarlia seccionó una de las patas de un escarabajo, pero no tuvo tiempo de bloquear el ataque de un largo apéndice con un aguijón que se dirigió velozmente hacia ella, proveniente del escorpión que había tras el escarabajo.

–¡¡Aaaargh!!– gritó al ser golpeada por éste.

Apenas había tenido tiempo de moverse, logrando evitar que se clavara en ella y ser envenenada, pero no que la golpeara y desequilibrara. Ello permitió al escarabajo clavarle sus mandíbulas en la pierna, aunque eso lo dejó vulnerable, siendo atravesado por la pesada espada.

Se arrodilló, incapaz de seguir de pie con su malherida pierna, encarando como pudo al escorpión que sustituía al derrotado escarabajo. Estaba cansada y herida, sabiendo que su muerte estaba muy cerca.

Anlimtha, la elfa, apenas logró bloquear el tentáculo de un especie de sepia terrestre con su escudo, pero no pudo evitar que le rozara de nuevo la piel, quemándola con aquel veneno no mortal, pero doloroso y que entumecía.

Logró cortarlo con la espada, pero aún había muchos más. Tenía cortes en brazos, piernas y cara, y parte de su armadura destrozada. Su cuerpo casi no le respondía, en parte por el cansancio y en parte por el veneno. Estaba casi al límite, y no era la única.

Su hermano, Anlimoth, iba siendo poco a poco empujado hacia atrás, dejando así el escudo su marca en el suelo, donde intentaba fijarlo pero era arrastrado. Quizás era el que menos heridas había sufrido, pero todos sus músculos estaban doloridos. Temblaban de la tensión y el esfuerzo que habían estado soportando, y amenazaban con abandonarlo. Apretaba los dientes, intentando resistir un poco más, sabiendo que, si él caía, sus compañeros serían atacados por la espalda.

Y Omny no estaba mejor. Su boca ensangrentada era testigo de que había sufrido heridas internas, haciéndole incluso escupir sangre. Le dolía todo su magullado cuerpo y, aunque se negaba a rendirse, apenas le quedaban fuerzas.

De repente, un enorme saltamontes corrompido, con un aspecto que le hacía parecer haber sido chamuscado, saltó desde detrás de sus compañeros corruptos, dispuesto a aterrizar entre los vivos, y sobre el mago malherido. Sin duda, dada su precaria situación, aquello sería la puntilla que acabaría de colapsar su precaria formación.

Pero, de repente, la trayectoria del enorme insecto cambió ligeramente, lo justo para hacerle fallar en su objetivo. Y, lo que era peor para los suyos, cuando cayó frente a Jarlia, también aplastó a un escorpión.

Seis flechas lo atravesaban, algunas habiéndole rasgado las alas, siendo algunas de esas flechas físicas y otras completamente formadas por maná. Pero incluso las físicas parecían tener algo imbuidas en ellas. Estaban clavadas profundamente en el cuerpo del insecto, una incluso atravesándole un ojo. Era evidente que su vida estaba cerca de terminar.

La mujer-jaguar miró de reojo a Anlimtha, pero no sólo su compañera no era capaz de aquello, sino que su arco estaba a su espalda.

Todos miraron en la distancia, incluso Anlimoth lo hizo, girándose hacia atrás mientras aguantaba su escudo. Pero, lejos de distinguir a los supuestos arqueros que los debían de haber salvado, que los podían ayudar a superar aquella aún desesperada situación, se encontraron con la silueta de un animal que corría velozmente hacia ellos, un animal cuyo color era demasiado vivo como para ser un perdido.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora