Maldoa sabía que no debía sorprenderse de alguien que era una visitante y podía eliminar a generales. Pero tal intimidad con un hada era algo que simplemente no cabía en la mente de la drelfa, un ser ya de por sí muy próximo a la naturaleza.
Observó como la felina miraba con cierta indiferencia al hada de pelo y alas azules, cuyo color nunca hubiera podido imaginar que se debía a los ojos de su amiga. De saberlo, le hubiera costado recuperarse.
–Pikgro... Te has transformado– la saludó Goldmi.
–¡Sí! ¡He crecido!– asintió ella –. Aunque ahora sería más bien Pikshbxgra.
La drelfa no daba crédito a lo que escuchaba, pero no se atrevía a preguntar.
–¿Pikgra?– propuso la elfa, incapaz de pronunciar el nombre. Incluso una amiga de las hadas tenía sus limitaciones.
El hada asintió alegremente, pasándose luego a saludar a la lince, que más bien parecía resignada. Tras ello, se acercó a la drelfa, a la que miró con curiosidad.
–Es mi amiga Maldoa, una drelfa. Éste... Ésta es Pikgra, un hada– los presentó Goldmi.
–Es un honor– hizo una reverencia la drelfa, totalmente anonadada.
–¡Si eres amiga de tía Omi, también eres amiga de Pikshbxgra!– exclamó el hada –. Tienes unos ojos bonitos. Me gusta tu aura.
Maldoa se quedó sin habla. Para ella, una hada era un ser sagrado, una existencia casi divina. Que hubiera halagado sus ojos la había más que conmovido. Lo que sintió cuando alabó su aura, le era imposible de describir.
Ella era medio dríada. Entendía la naturaleza. Entendía que los híbridos eran parte de ésta. Entendía que ella misma lo era, que no tenía que sentirse inferior por ello. Que era una existencia con derecho propio, con personalidad propia.
Sin embargo, durante toda su vida, se había sentido una tanto por debajo de sus primas, de su madre, de sus tías. Por mucho que su madre le repitiera que debía atesorar su parte elfa, no lo había acabado de lograr. Hasta ahora. Hasta que ni más ni menos que una hada había dicho que le gustaba su aura.
Quizás, lo único que había necesitado siempre era un poco de reconocimiento para sentirse totalmente en paz consigo misma. Ahora, ese reconocimiento había llegado por parte de un ser sagrado, de un ser de cuya honestidad no podía dudarse.
Sintió que un enorme peso del que nunca había sido consciente se soltaba. Y, sin saber por qué, sus ojos derramaron lágrimas.
El hada la miró con curiosidad, sin acabar de comprender aquellas lágrimas. Pero sí sabía por qué le gustaba. Era en parte dríada, una parte profundamente ligada a la naturaleza, como lo son las hadas, como ella misma. Y era en parte elfa, por lo que una la mitad de su aura era similar a la de tía Omi.
Goldmi no sabía que le sucedía a su amiga, pero no por ello dejó de abrazarla. Fuera lo que fuera, la apoyaría.
Tardó un poco en calmarse, en reanudar la marcha. Por suerte, no las seguían. Y tardó bastante más en acostumbrarse a la curiosa y alegre hada, en especial cuando le hablaba.
–Ahora puedo luchar al lado de tía Omi contra los malos. ¿Tú también?– preguntó ésta.
–Sí... Claro... Lucharé al lado de tía Om... Goldmi.
–¡Bien!
Y luego se fue a dar una vuelta. A sentarse sobre el hombro de la elfa. Sobre la lince. A desaparecer durante unos minutos, curioseando los alrededores. Quizás había crecido, pero no por ello su curiosidad había desaparecido. Además, su percepción había cambiado al transformarse, por lo que ahora todo era nuevo, todo tenía una nueva perspectiva, podía percibir lo que antes no podía.
Se sentaron a descansar y comer junto a un riachuelo, en el que la elfa se sorprendió al ver posar, de vez en cuando, a pequeños pájaros e insectos sobre la drelfa, como si hubieran ido allí a saludarla, algo que a ésta no le molestaba, sino todo lo contrario. Y la lince miraba de reojo, en parte tentada en cazar unos pajarillos.
–¡Ni se te ocurra!– se alarmó su hermana.
La verdad era que no lo hubiera hecho. Una pequeña tentación no era suficiente para que cometiera semejante estupidez, pero sí lo era para burlarse de la elfa. Además, estaba demasiado ocupada con unas deliciosas alas de murciélago rebozadas.
–Son realmente sabrosas, ¡quién lo hubiera dicho!– elogió Maldoa –¿No comes?
–Bueno, yo... Me resulta un poco extraño... Yo nunca...– dudó la elfa, con una de esas alas en la mano.
–Pruébalas. Están buenísimas– la animó su amiga.
–Si no las quieres, ya me las como yo– se ofreció altruistamente su hermana.
Finalmente, le dio un pequeño mordisco. El sabor no estaba mal y era crujiente, tanto el rebozado como el interior. Sin embargo, no podía dejar de acordarse de dónde venía. Así que apenas pudo dar un par de mordiscos, algo que la lince no tardó en aprovechar.
–No sabía que eras tan tiquismiquis con la comida– se burló la drelfa.
–No es eso, pero...– se intentó defender ésta, ligeramente ofendida.
–Y que estás monísima cuando te enfadas. Si te viera tu elfo, no podría resistirl... ¡Ay!
Goldmi había sacado un cojín del inventario, lanzándoselo a Maldoa, sólo consiguiendo que ésta se riera y burlara un poco más de ella. Y que la elfa no le dirigiera la palabra cuando reanudaron el viaje, al menos durante el primer minuto.
La verdad era que no estaba enfadada, pero si avergonzada. De hecho, se sentía afortunada de que la drelfa fuera con ellas, aunque en aquel momento no iba a reconocerlo.
Nada las atacó por el camino. Pocos seres de aquella zona se atreverían a asaltar al grupo de tres, y menos cuando Maldoa dejó que se filtrara un poco de su aura, atemorizándolos.
Aunque hubieran podido llegar antes de la noche si se hubieran dado prisa, no pudieron hacerlo por culpa de la drelfa, que insistió en acampar en la selva.
–¡Increíble! Es mejor de lo que decías. Esta tienda es lo mejor– se maravilló.
Lo cierto era que Goldmi había insinuado que era más cómodo dormir fuera del fuerte, y su amiga había querido comprobarlo. Así que las tres acabaron durmiendo en la cama, dos de ellas abrazando a la felina.
–Es tan suave– alabó la drelfa, adormilada.
–Mucho– susurró una voz casi inaudible.
Mientras, un ser de alas azules había volado hacia el límite de la selva. Contemplaba la desolación que había al otro lado, el miasma, la corrupción.
–No dejaré que hagas más daño. Protegeré a todos. A tía Omi. A hermana de tía Omi. A la amiga de tía Omi.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...