Hermana uncuerno

348 63 0
                                    

–¡¡¡Tía Omiiiiiii!!!– oyó Goldmi sorprendida.

Al mismo tiempo, una especie de niño semitransparente se abalanzaba hacia ella, dejándola completamente anonadada, sobre todo al reconocerlo. Era Pikgro, o al menos era eso lo que era capaz de pronunciar de su nombre, al igual que éste apenas era capaz de pronunciar el suyo.

Nunca en el juego había entendido aquella extraña tendencia de los desarrolladores, la de hacer que un espíritu pudiera hablar normalmente, pero no pronunciar correctamente los nombres, a pesar de ser capaz de pronunciar perfectamente los sonidos necesarios.

Sin embargo, ahora sabía que era real, pues sus recuerdos actuales iban más allá de la pantalla del juego. Lo cierto es que los espíritus dicen lo mismo de ellos, y todo se debe a que la percepción de los nombres por parte de estos no se limita a los sonidos, sino que incluye el alma.

–Pikgro...– murmuró ella, abriendo sus brazos para recibirlo.

La lince la observaba, curiosa, pues no podía ver al espíritu, pero sabía que estaba allí a través de su hermana. Vio como ésta estrechaba los brazos al aire, pero no como el pequeño espíritu la abrazaba el cuello, no como lloraba desconsolado.

–¡Tía Omi! ¡Tía Omi! ¡Qué bien que estés aquí! ¡He estado tan asustado! ¡Tienes que ayudar a la hermana uncuerno! ¡El pequeño uncuerno tiene que salir! ¿Qué ha pasado con los malos que estaban fuera? ¿Los has echado tú? ¡Tía Omi! ¡Te he echado tanto de menos!

Totalmente exultante y excitado, el espíritu no paraba de hablar, de restregarse contra el pecho de la elfa, como si fuera un niño queriendo que lo mimaran. Era cierto que tenía más de veinte años, pero los espíritus siguen comportándose como niños tengan la edad que tengan. E incluso cuando evolucionan en hadas, esa parte de ellos no cambia demasiado.

Y Goldmi, tras la sorpresa inicial, simplemente acariciaba aquella cabeza que era intangible para la mayoría de los seres del mundo, pero no para ella. No obstante, estaba alarmada ante las palabras del espíritu.

–¿Quién es la hermana uncuerno? ¿Qué le pasa? ¿Dónde está?

–¡Por aquí!

Pikshbxgro se separó de ella y se perdió entre los árboles. No era fácil seguirlo, pues él simplemente los atravesaba, aunque tanto elfa como lince eran lo suficientemente ágiles como para no quedar muy atrás, en especial esta última, que no obstante se mantenía a la altura de su hermana. La felina no podía ver al espíritu, pero a través del vínculo, su hermana le había explicado la extraña situación.

Fue cuando vieron al elegante animal tumbado en el suelo que asociaron "hermana uncuerno" con unicornio. Ante ellas, yacía el místico animal, cuyo embarazo era más que evidente, al igual que su agotamiento.

Los ojos de ésta se fijaron en los recién llegados sin rastro de hostilidad o miedo. Quienes habían atravesado la barrera y eran guiados por un espíritu del bosque no podían ser enemigos.

Por un instante, la elfa se perdió en aquellos profundos ojos azules, que expresaban lo que era imposible describir con palabras, y donde había también una súplica de ayuda. Más para quien tenía que nacer que para ella misma.

–Está embarazada, pero para que salga el pequeño uncuerno tiene que quitar el escudo. Y entonces los bestias malas atacarán– explicó Pikshbxgro.

Las dos hermanas se miraron, y luego de nuevo a la unicornio antes de responder.

–Nos encargaremos de las bestias– aseguró Goldmi.

–Enviarán más. Un hermano traidor las envía cada vez– negó el espíritu.

–La protegeremos cuanto haga falta. Y puede que ese traidor esté muerto. Acabamos con un espíritu corrompido que había enviado algunas bestias. Pero no sabemos si hay más.

–¡¿De verdad?! ¡¡Sólo Tía Omi podía hacerlo!! Así no hará más daño a los otros hermanos...

Las primeras dos frases las hizo invadido por el júbilo, pero en las últimas palabras había una profunda tristeza. Presenciar año tras año el fruto del daño ocasionado por la corrupción había sido muy duro para él

La unicornio sólo asintió, pero el agradecimiento era evidente en ella, pues no necesitaba palabras para que sus sentimientos llegaran a las dos.

Descansaron un rato, recuperando completamente sus fuerzas antes de dirigirse de nuevo a la barrera, a la que el espíritu las acompañó. Mas no se atrevió a salir de ella, tenía demasiado miedo a lo que había allí fuera.

También estaba preocupado por su "tía Omi", sentimiento que contrastaba con la absoluta confianza que tenía en ella, confianza que fue fortaleciéndose si cabe a medida que la preocupación disminuía.

Si bien no podía ver claramente el exterior de la barrera, podía apreciar como los seres corrompidos eran eliminados uno a uno. Y, más importante aún, como sus espíritus eran liberados de su tormento.

Sentía escalofríos al percibir lo que habían sufrido, y una inmensa alegría porque habían dejado de hacerlo, porque la fuerza antinatural que los había esclavizado desaparecía.

Pasaron muchas horas antes de que las dos hermanas volvieran, agotadas pero satisfechas por el trabajo realizado. No habían ganado mucha experiencia, pero habían limpiado los alrededores. Y, dado que el general había desaparecido para siempre, no habían llegado reemplazos para ellos.

Sin poder librarse del abrazo del espíritu, Goldmi se sentó a descansar junto a su hermana y la unicornio, quien miraba con curiosidad la danza de las hadas cibernéticas preparando la comida.

Sentía curiosidad, pero no aceptó la comida. Era extraña para ella, y no quería correr el más mínimo riesgo ahora que tendría la oportunidad de dar a luz. De hecho, toda su concentración estaba puesta en prepararse cuanto antes para el momento en que absorbería el poder de la barrera.

Sería su momento más vulnerable, en el que dependería completamente de aquella visitante y de su hermana, pues no podía confiar en que sólo con limpiar los alrededores sería suficiente. Sabía que era peligroso, pero no tenía otra opción. Por lo menos, no otra que pudiera asumir.

Y mientras, lejos de cualquier preocupación, Pikshbxgro había dejado temporalmente a Goldmi para inspeccionar a las asistentes de cocina. Le resultaban tan misteriosas como fascinantes, al igual que él era totalmente ignorado.

Revoloteaba entre una y otra, maravillado por su gran habilidad para cortar trozos exactamente iguales, y por su extraño parecido a "tía Omi". Sólo cuando acabaron su trabajo, volvió a acurrucarse junto a la elfa.

Comieron y descansaron, durmiendo los tres dentro de la tienda-castillo. Y si bien es cierto que los espíritus no necesitan dormir, eso no significa que no puedan hacerlo.

No fue hasta unas horas después de despertarse que la unicornio estuvo preparada, desapareciendo la barrera.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora