Había subido a 45 y había estrenado una nueva armadura y armas. Miró de reojo la armadura nivel 50, de calidad muy superior a todas las que había llevado hasta entonces, y que quizás pronto pudiera llevar. La había conseguido en una larga misión con sus compañeros. Se le escapó una risita cuando recordó las sesiones de fotos de los tres.
Lo más curioso era que recordaba sus caras y expresiones, aunque en el juego eso no existiera. La avergonzada de Eldi. La burlona de Gjaki. Las risas que entonces sólo estaban en el chat del grupo, pero que ahora su memoria reproducía como reales.
–¿Pasa algo?– preguntó Maldoa, extrañada por la expresión de la elfa.
–Nada, nada... Sólo recordaba...– respondió ella, con nostalgia.
En 42, había desbloqueado Filo de Viento, con el que puede crearse espadas o dagas que parecen ser el contenedor de pequeños tornados, tornados que se desencadenan cuando se clavan en su víctima. Apenas duran un minuto en su afinidad máxima, y son útiles como emergencia o para lanzarlas, por ejemplo con Daga Fugaz. Su tiempo de invocación es muy rápido y su coste de maná no excesivo. Lo tenía en 7, ya que lo había usado moderadamente en el juego.
Filo de Luz, en 43, es equivalente a la anterior, pero con poder purificador. Puede durar hasta diez veces más, aunque es incapaz de clavarse por sí misma. Lo tenía en 10, ya que Goldmi lo usaba en ocasiones como lo había hecho con las tres Flechas de Luz, en emergencias, cegando a enemigos cercanos. Y también a menudo como lámpara, que podía dejar a sus compañeros. No era que lo necesitaran, pero era guay llevar espadas luminosas.
Era en 44 cuando una de sus especialidades emergía. Detectar Maná le permitía encontrar trampas mágicas, algo muy útil en ciertas mazmorras, y que tenía en 10, ya que su uso en éstas era continuado.
Y, en 45, la complementaria de la anterior, Descomponer Maná, con el que se pueden deshacer hechizos. Es demasiado lento para ser usada contra un ataque mágico, pero ideal para desarmar trampas, aunque la elfa le había encontrado otros usos, como atacar a los seres de las mazmorras.
Siendo seres de maná, algunos son especialmente resistentes a otras armas, pero, una vez inmovilizados, pueden ser disueltos poco a poco usando este hechizo. Aunque lleva su tiempo, y es más difícil cuanto más alta es la diferencia de nivel. Lo tenía en 10.
En cuanto a habilidades, las resistencias a viento y oscuridad eran desbloqueados en los niveles 42 y 43, y, como todas las resistencias, habían subido casi sin querer hasta 10. Esta última hacía que la continua y desagradable corrosión del miasma fuera mucho más fácil de sobrellevar.
En 44 y 45 estaban Detectar Energía y Descomponer Energía, equivalentes a los hechizos, pero que permiten detectar y desactivar trampas físicas, incluso si es un agujero en el suelo, o un tronco cogido por unas cuerdas. También las tenía en 10
–No hay malos– dijo de pronto el hada –. Se han ido, no hay rastro de ellos.
Habían estado caminando cerca del borde con la zona corrupta, vigilantes, mientras ésta revoloteaba alrededor, a veces perdiéndose de vista. De repente, se había sentado sobre el hombro de la elfa y había pronunciado esas palabras.
–¿Los podías sentir antes?– preguntó intrigada Goldmi.
–No, pero sentía su huella, que habían pasado por allí. Ahora está desapareciendo. Se han ido. Tienen miedo a tía Omi.
No había especial alegría en las palabras del hada. Si bien deseaba que aquellos antiguos espíritus ahora corrompidos dejaran de hacer daño, el que se hubieran ido sólo significaba que se habían retirado de forma temporal. Ninguna de ellas dudaba de que volverían.
Otro hecho que habían notado, y no habían sido las únicas, era la ausencia de corrompidos alados. Al parecer, se habían refugiado en el interior del Bosque Perdido con los generales. De mayor movilidad e indispensables para ataques rápidos, era fácil para los generales llevárselos con ellos.
Sólo encontraron un ser corrompido por el camino, pues estos no se acercaban al bosque, como si temieran la explosión de vida que se encontraba allí. Sin duda, éste se había perdido, quizás persiguiendo a alguien, quedándose en tierra de nadie.
Goldmi no dudó en atacarlo desde la distancia, desde la seguridad del bosque. Aquel rinoceronte oscurecido y con cinco cuernos, nivel 46, embistió hacia ella, pero se detuvo a medio camino, temeroso de acercarse más al bosque.
Intentó dar media vuelta, pero no sólo las heridas se acumulaban por las Flechas Toscas, muy eficientes cuando penetrar la armadura resulta difícil, sino que la felina salió a su encuentro.
El instinto le hizo volverse hacia la nueva atacante, queriendo embestir contra ella, pero sus piernas estaban demasiado malheridas y acabaron cediendo, siendo presa fácil para la lince.
–Uno menos. Sólo quedan millones– suspiró la arquera.
Saber que la horda con la que se habían encontrado, atacando a los Guardianes del Norte, sólo era una pequeña parte del ejército enemigo la había deprimido un poco.
–Algún día lo lograremos– la animó la drelfa, sintiéndose un tanto culpable por haberla abrumado contándoselo.
Goldmi asintió. Resultaba un objetivo demasiado gigantesco, pero tampoco ellas estaban solas. Había muchos otros luchando, muchos aliados. Se preguntó si Gjaki y Eldi también estarían entre ellos. O si vendrían. Si volverían a aquel mundo.
Había reunido algo de información últimamente, en parte gracias a Maldoa, y sabía que algunos otros visitantes habían vuelto, pero no había noticias de ninguno de sus antiguos compañeros.
También sabía que aún había tiempo, que aún podían volver, pero que era improbable. Al parecer, apenas un puñado había regresado, y no se esperaba que lo hicieran muchos más. Se creía que uno por raza. Teniendo en cuenta los millones de jugadores, la posibilidad era remota.
–Al menos Elendnas sí que está, pero...– se dijo a sí misma.
La drelfa la miró de reojo sin decir nada, pero sabiendo en quién estaba pensando, pues conocía esa expresión. Esta vez, decidió no burlarse de ella.
A menudo la intentaba animar, pero sabía lo insegura que se sentía ésta. No podía saber si aquel elfo la recordaba, si sentiría algo por ella.
–Tendré que acercarme a investigar– murmuró Maldoa.
–¿Decías algo?– preguntó la elfa, mientras miraba alrededor, buscando el sitio ideal para pararse a comer.
–No, no, nada– disimuló ella.
Sabía que si su amiga se enteraba de lo que estaba planeando, no le sería fácil salirse con la suya.
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Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druida
FantasyCuando muere de una grave enfermedad, aún recuerda a sus amigos de un MMORPG que jugó años atrás, y a un NPC que ha permanecido en su corazón desde entonces. Pero cuando vuelve a abrir los ojos, se encuentra en la solitaria plaza que había sido el i...