Capítulo 4. Steve.

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He sentido y vivido el miedo en muchas ocasiones.

Sentí miedo cuando mi padre murió. Sentí miedo y tristeza cuando mamá murió poco tiempo después. Sentí miedo cuando me enlisté en el ejército. Sentí miedo cuando me inyectaron el SSS; cuando estuve a punto de morir y perdí a mi mejor amigo. Sentí miedo al despertar en una época ajena a la mía. Sentí miedo cuando me di cuenta de lo sucedido. Sentí miedo cuando Nick murió. Sentí miedo cuando el Soldado de Invierno reveló su identidad. Incluso sentí miedo en las veces que batallamos y perdimos vidas.

Pero cuando sentí ese miedo, lo combatí enfocándome en la situación presente y en cómo enfrentarla sin morir en el intento. O, si moría, que no fuera en vano.

Pero ahora siento terror.

Y no tengo ninguna situación que enfrentar.

Miedo de que la hija de mi amigo explote. O peor aún, que explote después de matarnos.

—¡Traten de salvarla! —Grito mientras los doctores, científicos e ingenieros se aglomeran alrededor de la camilla en la que Maya está —. ¡Ayúdenla! —Les vuelvo a gritar.

Bruce la revisa una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Hasta que se rinde y suelta un gruñido. Veo verde en sus ojos normalmente marrones.

—¡No hay nada! No reacciona. Es como si hubiera caído en un coma.

Natasha ve angustiada a la mujer en la camilla. —¿Qué es lo que le está pasando?

—Simplemente se desmayó —digo preocupado mientras veo cómo Nick camina de un lado a otro como un león encerrado y furioso—. Después de pedirme ayuda.

—¿Por qué te pide ayuda solo a ti? —Cuestiona Sam con curiosidad.

—No lo sé —susurro y veo a Maya.

Su cabello ondulado y con hebras grises está esparcido en la camilla, y sus ojos están firmemente cerrados. Su pecho sube y baja cada cinco segundos y de vez en cuando sus extremidades se sacuden levemente.

Me aterra el imaginarme que algo malo pueda pasar —algo más malo que esto.

—Busquen ayuda. No me importa si la mitad de los humanos muere en el proceso, quiero que le busquen una maldita cura a mi hija. ¡Ahora! —Grita Nick furioso.

Los doctores, científicos e ingenieros se escabullen fuera de la habitación.

Me acerco a Maya y agarro su mano izquierda. Aunque ahora su mano esté cálida, sé que si sus respiraciones disminuyen progresivamente, esa calidez será convertida en frialdad y dureza.

La sala está en un silencio profundo y tenso.

Natasha ve con atención a Nick, quien camina de un lado al otro frente a un muy agobiado Bruce con sus ojos ahora marrones. Thor se ha mantenido en silencio en un rincón de la habitación, Tony está sentado al lado de Natasha y Clint está retraído en otra habitación. Sam está sentado en el suelo, más alejado del grupo.

—Hay que encontrar una... —comienzo antes de que algo me interrumpa.

Una mano delicada, cálida y fina rodea mi garganta con fuerza. Bajo mi vista, sorprendido, hacia Maya, quien ahora está sentada, con su mano libre agarrándome del cuello con fuerza sobrenatural y su otra mano me acerca por el brazo. Sus uñas se clavan en mi piel dolorosamente.

—¡Maya, no! —Grita Natasha, aterrada.

—Déjenme enseñarles algo hermoso —habla Maya con frialdad que se asimila a un témpano de hielo. No es Maya, es alguien más—. Sangre. Miedo. Caos. Perdición. Muerte.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora