Fury Avenger (Trilogía completa)

Capítulo 10. Lya/Grant

■Lya■

Recuerdo que cuando estaba en la preparatoria, mis compañeras solían quejarse de sus mamás. Decían que eran demasiado empalagosas, que siempre andaban detrás de ellas, que siempre les recordaban lo que tenían que hacer... Se quejaban por la atención que sus madres les daba.

Yo desearía tener esa atención.

Me golpeé la cabeza. Sobreviví a un ataque de un robot loco, tuve una conmoción cerebral que me hizo pensar que me iba a morir en el sueño, tuve la peor de las citas en la historia de citas malas; y todo para que mi mamá decida darme un sermón.

—¡No puedes ser así de imprudente! ¡Pudiste haber muerto, Natalya! —chilla, completamente alterada.

Me cruzo de brazos y bufo. —Pero no me morí, Grant me cuidó —argumento.

—¡Me importa una mierda! —chilla y levanta las manos—. ¡Tuviste una conmoción cerebral!

—Y es por eso que deberías dejar de chillar y dejarla descansar —comenta papá, usando una voz suave pero firme.

Mamá lo vuelve a ver y lo fulmina con la mirada. —¡Es por tu culpa que sea tan malcriada, James! —ataca.

—Mamá... No comiences, por favor —le pido.

—Si tú no la tuvieras tan protegida, hubiese sabido cómo defenderse ante ese ataque —continúa, ignorándome.

—Y si tú no fueras tan fría, ella se hubiera quedado contigo en vez de irse con un chico —dispara papá.

Gimo y agarro mi cabeza con mis manos. Me inclino hacia adelante y oculto mi cabeza entre mis rodillas. Cada vez que mamá y papá discuten conmigo en medio yo termino con un gran y apestoso dolor de cabeza que perdura por tres horas seguidas.

—¡Yo no soy fría! —grita mamá.

—Sí lo eres. Ese es uno de los motivos principales por los que nos divorciamos y discutimos —gruñe papá.

—Ah, ¡como si tú fueras el Rey de la Calidez! —se burla mamá.

—Por favor, no discutan... —les pido.

—¡Lo que menos haces es comportarte como una mamá! ¡Maldita sea la hora en la que aceptaste ser la vocera de SHIELD! —le grita papá.

Siento mis ojos arder con las lágrimas que amenazan con salir.

—¡Y maldita sea la hora en la que acepté casarme contigo, James! —le grita mamá de vuelta.

—Ya basta... —sollozo, no pudiendo contener mi llanto ni un segundo más.

Desde que mis padres se divorciaron, he estado en medio de sus peleas, de sus gritos, de sus ofensas; no puedo decirles lo que siento porque no me toman en serio, para ellos solo soy una chica de diecisiete años que tiene problemas con la confianza y con el combate sin armas. Para mamá soy su hija, pero no me ve como algo más, para papá, soy una niña desamparada que debe proteger del mundo.

Desearía tener otros papás. Unos papás que no discutan, que se lleven bien, que no se griten ni ofendan, que tengan confianza en mí como para decirme si las cosas entre ellos andan mal en vez de que papá llegue una noche y me diga que se va de la casa y que me ve el fin de semana en su apartamento porque se va a divorciar de mamá y nos va a dejar.

Una familia funcional.

¿Es mucho pedir?

—¡Ya basta! —grito. Me enderezo y me levanto de un salto. Las lágrimas empañan mi vista.