Capítulo 15. Steve.

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Las calles de la ciudad de Manhattan siguen siendo transitadas, como si la batalla de hace años nunca hubiera pasado ni destruido edificios. Es como si las reconstrucciones se hubiesen hecho en menos de lo que podría llegar a cantar un gallo, aunque honestamente no creo que haya un gallo en la ciudad.

Las tiendas que venden ropa cara, de diseñador y del tipo que Tony usaría, están llenas de personas que gastan su dinero en caprichos, comprando prendas que cuestan muchísimo menos en tiendas de a por mayor y con mejor calidad. Las cafeterías más populares venden café por montones, haciendo que más personas gasten sus salarios en bebidas llenas de cafeína en vez de beber agua como alguien normal.

Todo sigue como es natural en este siglo.

A pesar de las guerras, el peligro y las enfermedades, extraño el siglo veinte. Puede que tuviera enemigos haciendo fila para matarme y destruir a la mitad del mundo, pero se vivía más saludablemente. Se tomaba agua, no había contaminación ambiental, las mujeres eran damas de verdad, los hombres se vestían con los pantalones bien puestos y no se perforaban la piel; además, en ese entonces mi corazón le pertenecía a una hermosa mujer de cabello castaño, piel pálida y carácter fuerte en vez de estar titubeando por una chica morena, de cabello negro y gris y que ha sido la marioneta de uno de mis enemigos.

Mil novecientos cuarenta era más fácil que dos mil quince.

Todo era más fácil antes de Los Vengadores. Mi vida ha dejado de ser la misma desde que entré a esa iniciativa. ¡En 1940 conocí a Howard Stark y me agradaba! Ahora conozco a su hijo y me desagrada por darle vida a un hombre tan..., molesto.

La cafetería Angelo's está abierta. Hay mesas afuera del local y adentro. El ángel con la vista al cielo está frente a una mesa disponible, así que reviso que ninguna persona esté por agarrar esa mesa y me siento rápidamente. En veces hay que ser egoísta para poder sobrevivir en este siglo. Tal vez por eso mis compañeros están vivos, porque de alguna manera, todos ellos son egoístas.

Saco mi cuaderno de dibujo y lapicero para comenzar a dibujar –por millonésima vez– al ángel que nunca va a despegar.

Comienzo a delinear, a sombrear y a remarcar mientras el tiempo transcurre. Soy rodeado por el ruido de los autos, las personas gritando, y los taxistas maldiciendo a quien se ponga en su camino (cuando en realidad son ellos los que se interponen en el camino de los demás).

Levanto la vista hacia el ángel y regreso la atención al retrato.

—Sigue sin despegar —dice una voz femenina, suave y cantarina. Levanto la cabeza y sonrío, es la chica que salvé hace años—. Es como si sus ojos estuvieran pegados en el cielo, decidiendo entre salir volando o quedarse viendo hacia arriba...

Veo la escultura. Está un poco golpeada y deteriorada, pero sigue siendo impresionante. Por esculturas como esta deberían de haber guerras de arte y no de sangre.

—Es una lástima que no esté como antes —la señorita, cuyo nombre nunca logro recordar, suspira y se prepara para tomar mi orden—. ¿Listo para ordenar?

—En realidad estoy esperando a alguien —digo suavemente, la dama ladea la cabeza—, pero prometo que en cuanto llegue, ordenaremos algo.

Ella sonríe suavemente y vuelve a ver al ángel. —Está bien, Capitán —dice suavemente y se retira.

Me fijo en mi reloj. Son las tres y treinta. Treinta minutos después de la hora acordada para vernos, ¿dónde está? Tal vez le pasó algo...

—Lamento la tardanza, el tráfico es lo peor en esta zona de la ciudad —dice una voz vagamente familiar. Me giro y veo a ¿Peggy?—. ¿Señor Rogers, verdad?

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora