Capítulo 19. Maya.

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Pasó una semana desde el mensaje. Nunca hablé del tema con Steve, y él tampoco decidió hacerlo. Salíamos de vez en cuando para ir a una cafetería a cincuenta metros de la casa. No hablábamos tampoco de las veces en las que nos comportábamos más como una pareja que como amigos con nada en común.

Estar con Steve, vivir con él, es un poco extraño. En especial porque me está protegiendo de todo el mundo y no me quita los ojos de encima ni por un segundo. Es como si una burbuja se hubiera soplado sobre nosotros, apartándonos de todo y todos.

Me agrada estar con él, es como una sitcom: él, un chico ingenuo que puede matar a diez hombres en diez segundos, yo, una chica que lo molesta por su inocencia.

—Viernes en la noche. ¿Qué hacemos? La vez pasada vimos todas las de Taken, ¿qué sugieres? ¿Scrabble? ¿Monopoly? ¿Poker nudista? —Pregunto, sentada en la barra de desayuno mientras Steve bebe tranquilamente un vaso de agua. Me ve con diversión.

—¿Qué tipo de póker es ese, May? —Pregunta, divertido—. ¿Sabes qué?, no quiero saber. Prefiero la ignorancia.

—Te hubieras divertido hasta la muerte —digo con burla.

—No creo que el nudismo sea una manera divertida de pasar el viernes por la noche —dice imitando mi burla.

—Anciano amargado —le digo con fingida molestia.

Steve se ríe y niega con la cabeza. Termina su vaso de agua y lo deja en el lavabo. —¿Qué película conseguiste?

—El Aro.

—Ni pensarlo. Las películas de terror no son lo mío.

—¿Te da miedo El Aro? —Pregunto con burla.

—No soy de ese tipo de películas.

—El gran Steve Rogers teme a las películas de terror. Interesante. Metro ochenta y siete, unos cien kilogramos de músculo y... ¿Te dan miedo las películas de terror? —Pregunto, ocultando una sonrisa.

Steve se cruza de brazos, sus bíceps destacan hermosamente y una sonrisa arrogante curva sus brazos. —¿Mañana te llevo al dentista?

Mi sonrisa se desvanece ante esa mención tan horrenda, y dejo de burlarme. Esto ya dejó de ser divertido.

La sonrisa de Steve se ensancha. Se descruza de brazos y camina hacia mi. Antes de poder decir algo, Steve pone sus manos abiertas a cada lado de mis caderas.

—¿Te llevo? —Pregunta.

Veo sus labios rosados y luego veo a otro lado en la cocina. Aclaro mi garganta y niego con la cabeza. —Estoy bien con mis caries —rechazo gentilmente.

Steve sonríe y ladea la cabeza, viéndome con dulzura. —Aunque esté mal, me alegro que estés aquí.

Le devuelvo la sonrisa y pongo mis manos en sus antebrazos. —¿Por qué renunciaste a la iniciativa? —Le pregunto mientras siento los vellos de sus brazos.

Steve baja la cabeza y aprieta sus labios. Es como si le molestara mi pregunta. Una lástima, no dejaré de insistir hasta que me diga.

—Steve.

Él suspira y niega con la cabeza. —No puedo decírtelo.

Frunzo el ceño y con mi mano izquierda lo obligo a levantar la cabeza para verlo a los ojos. Sus ojos de un azul intenso y perfecto me ven con inquietud.

—Puedes decirme cualquier cosa —le aseguro.

Formo círculos en su mejilla con mi pulgar. El Capitán cierra un minuto sus ojos y luego los abre. Toma aire, muerde su labio, lo libera y abre la boca.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora