Capítulo 57. Maya.

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Decir que estoy nerviosa es un eufemismo a lo que siento en este instante. Al igual que lo sería decir que no he podido dejar de mostrar mi nerviosismo por el simple y sencillo hecho de que mi esposo se ha ido a una misión hace más de cinco horas y no ha regresado, ni se ha reportado. ¿Qué pasa si está malherido? O peor aún, ¿qué pasa si está muerto?

Hace dos horas todos los que se quedaron en el apartamento se fueron a dormir, pero yo no he sido capaz de conciliar el sueño a pesar de que llevo una hora acostada y en la oscuridad. Me aterra la idea de que algo malo haya pasado allá afuera.

Confío en las habilidades de mi esposo -por favor, se ha encargado de salvar el trasero del mundo más veces de las necesarias-, pero no confío en las demás personas con las que se enfrenta. El simple hecho de pensar que ahora mismo puede estar herido...

Doy más vueltas en la cama.

Sigo pensando en mi esposo.

Doy más vueltas en la cama.

Mis ojos se comienzan a poner pesados, mi cerebro deja de estar tan activo, mi cuerpo se relaja y mi respiración comienza a ralentizarse conforme los latidos de mi corazón se hacen pausados y mis pensamientos preocupados pasan a segundo plano. Es como si mi cuerpo me estuviera obligando a descansar.

Mientras dormito, escucho pasos en la sala de estar, susurros bajos y puertas abriéndose y cerrándose. Pasan cinco minutos antes de que la puerta de esta habitación se abra con un clic.

Me giro y veo cómo Steve cierra la puerta y camina hacia el baño para cambiarse.

—¿Steve? —lo llamo.

Mi esposo se detiene y se gira. Su silueta oscura demuestra lo cansado que se siente. —Amor, ¿todavía estás despierta?

Me siento lentamente y frunzo el ceño. —Bueno, sí. No podía dormir sin mi esposo. ¿Estás bien?

Lo escucho suspirar. —Lo estaré en cuanto me quite el traje —dice y entra al baño—. ¿Podrías traerme algo para ponerme?

Me bajo de la cama y de la bolsa de viaje saco su pantalón de chándal. Entro al baño y lo veo quitarse la parte superior del traje, dejo el pantalón en la tapa del inodoro y me fijo en cualquier herida en mi esposo, pero lo encuentro en perfecto estado.

—No tardes mucho, Steve —le digo.

Sus ojos azules y cansados me ven con amor y me da una sonrisa tenue. Extiende sus brazos y dejo que me abrace, inundando mi nariz con la combinación de su sudor y su olor masculino. Sus brazos me rodean con suavidad y apoyo mi mejilla en su pecho firme. Siento un alivio inmenso.

—Deberías ducharte —le digo en voz baja.

—Lo sé. ¿Quieres acompañarme? —pregunta, sus manos comienzan a bajar mi trasero.

Me río y rodeo su cuello con mis brazos. —Nunca cambias, Rogers.

Steve me da una sonrisa explota ovarios. —No te quejes.

Dibujo figuras geométricas en el pecho de Steve mientras él juega con mi cabello ligeramente húmedo de nuestra extensa ducha juntos. Los ojos de mi esposo están trabados con los míos, y una sonrisa suave curva sus labios perfectamente esculpidos.

Me había contado que la misión de la Zona Negativa fue bastante bien, rescataron a cincuenta héroes, y probablemente ellos van a estar de su lado en una batalla futura. En cuanto pusieron pies en la Isla del Coco, el sistema de defensa del lugar comenzó a dispararles y T'Challa se encargó de acabar el ataque.

—¿Puedo preguntarte algo? —le pregunto después del silencio.

Steve detiene su juego con mi cabello y me ve con atención. —Claro que puedes preguntarme lo que sea.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora