La devastación parece ser lo que más nos ha golpeado. Es lo que más nos ha golpeado.
Vemos los rostros de las personas que ignoran el peligro que este mundo corre –peligro que nos encargamos de mantener a raya– gracias a las invasiones de seres más poderosos que nosotros. Somos Vengadores, pero no por eso seremos vencedores.
Lo aprendí en Nueva York. Vencimos al ejército Chitauri, pero perdimos miles de vidas. Pasó lo mismo en Sokovia, ¿cuántas personas murieron? Perdí la cuenta, pero estoy segura de que fueron más de un millón. Toda una cuidad destruida por el odio de una máquina hacia el hombre que lo creó...
Todas esas personas que murieron en los ataques extraterrestres que hemos destruido eran individuos con sueños, con familias, con un lugar al que ir a descansar... Tras tantas muertes, una empieza a sentir un frío en el corazón que no le permite sufrir, hace que una se convierta en una persona que aunque tenga humanidad, no lo demuestra. Todos los humanos mostramos emociones en algún punto de nuestras vidas, pero no porque yo sea una humana, muestro mis emociones.
Si siento dolor, no lo muestro. Si estoy molesta, asesino al causante de la sensación. Si estoy feliz, lo oculto para que no vengan y me arrebaten mi felicidad. Si estoy triste, desaparezco al que ha provocado ese sentimiento. Y, si tengo miedo, hago que la persona que me lo ha inspirado sufra las consecuencias; hago que sienta tanto miedo que desee que su muerte sea rápida, pero yo lo hago sufrir más. Hasta que me pida que tenga piedad y lo asesine.
Esta vez, no puedo asesinar a la persona que me está haciendo sentir con dolor, miedo, desesperación y tristeza. ¿Cómo hacerlo si la vi crecer? ¿Cómo podría hacerle daño a la hija del hombre que me ha ayudado? ¿Cómo podría siquiera tomar un revólver, apuntarle a la cabeza y presionar el gatillo? No puedo ni imaginarme asesinando a Maya Fury, a la niña que vi crecer, a la niña que me dijo que no llorara, a la niña que me hizo un hermoso dibujo que conservo en la pared de mi habitación y observo todas las noches para recordarme que hago lo que hago para defender a las personas que amo. No podría hacerle daño a Maya. Primero me entregaría a Ultrón antes de que algo malo le pase a ella –tristemente, supongo que decidí hacerlo demasiado tarde, tal vez nunca despierte.
Vi crecer a Maya. La vi aprender a escribir, a hablar en otros idiomas (que de seguro dejó abandonados en el colegio), le enseñé como vestirse decentemente. Ella lloró en mi hombro cuando su madre murió delante de ella. Lloró en mi hombro cuando su ex novio –James Evans– le pidió una segunda oportunidad, que lo perdonara por algo que él no cometió, algo que él no hizo. La matriculé en la Universidad. La dejé en su apartamento estudiantil. La llevé a comprar su primer auto. La llevé a su primer día de clases. Le enseñé cómo noquear a un chico en un movimiento imperceptible y fácil.
Y ahora la veo respirar constantemente. Tratando de decidir entre despertar o morir.
¿Por qué no se despierta?
—Nat —la voz suave y tímida de Bruce me habla desde atrás. Me giro en la silla que puse a los pies de la cama de Maya y veo al pelinegro.
—¿Sí? —Pregunto en voz baja. Me siento cansada.
—Voy a revisar a la niña.
Tomo aire por la nariz y asiento. Me giro hacia los pies de Maya y veo su pecho subir y bajar uniformemente. Parece una mujer de cristal.
Me levanto lentamente y me aparto poco a poco, retrocediendo hacia la puerta, donde Bruce está de pie. —Ten cuidado con ella o te mato —le advierto.
—Lo tendré, Nat. No porque no me haya relacionado mucho con ella seré malo.
Asiento y salgo de la habitación. Bruce cierra la puerta con cuidado. Doy un paso atrás y me giro, enfrentando la sala de estar de mi piso. Enfrentando a Tony, Steve y Hill.
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Fury Avenger (Trilogía completa)
FanfictionPrimer libro Trilogía Avengers. Después de los sucesos que golpearon a la organización de héroes, S.H.I.E.L.D, Nick Fury lo último que desea es poner en riesgo más vidas -incluyendo la suya propia. Está cansado del mal que acecha al mundo, y desde...