Capítulo 3. Grant

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La cafetería al lado de la librería de mamá siempre está llena. Eso es lo que he estado notando desde hace un buen tiempo. Siempre que vengo como mamá o Kate a tomar algo tenemos que formarnos en una cola interminable para poder ser atendidos.

—¿Lista para hacer la fila de tu vida? —le pregunto a Kate, abriéndole la puerta para que entre de primera.

—Todo por el sexy latte —dice con voz soñadora. Me río y la sigo dentro del local.

Busco con la mirada la melena oscura y gris de mamá, y la encuentro en una mesa al lado de la ventana que da justo al frente de una tienda de ropa fina. Tiene su taza de líquido caliente entre sus manos y se ve pensativa, como siempre lo hace cuando comienza a pensar en su pasado.

—Quédate aquí, voy a saludar a mamá —le digo a Kate. Mi mejor amiga sigue el camino de mi mirada y asiente.

Me separo momentáneamente de mi amiga de toda la vida y camino con seguridad hacia mamá. Sus ojos se separan de la ventana y me ven con cariño; sonrío al verla tan tranquila para variar.

—Rayos, ¿qué no se puede sorprenderte, ma? —pregunto, sentándome frente a ella.

—Ya no más —dice con diversión—. ¿Y Kate?

—Haciendo fila.

—Siempre tan caballeroso, dejándole lo difícil a la mujer —bromea.

—Es para que no diga que soy un machista —le digo con una sonrisa arrogante.

Mamá niega con la cabeza, aún sonriendo, y recorre el local con sus ojos. —En veces te comportas como tu padre cuando él se ponía en modo arrogante —dice mamá y sus ojos se dirigen a los míos.

—¿Lo extrañas? —le pregunto con cautela. Hablar de papá es un poco delicado para mamá.

—Mucho. Habían veces en las que me despertaba en la madrugada solo para verlo dormir; se veía tan frágil... como cuando era Steve el débil físicamente. Sí te diré que tu padre me volvió loca muchas veces, teníamos nuestras diferencias, y mi terquedad en veces hacía todo imposible entre ambos, pero siempre encontraba una forma de solucionar los problemas. Amaba su sonrisa sobre todas las cosas, sus dientes inferiores eran ligeramente disparejos, —sonríe ante un recuerdo—, y cuando se reía demasiado solía aplaudir como roca retardada. Era gracioso.

—Suena como un gran tipo —digo en voz baja.

Mamá asiente y ve más allá de la ventana. —Igual que tú lo eres. Puede que tengas varias de mis manías por haber crecido solo conmigo, pero otras manías son puramente Steve —dice.

—¿Qué manías?

Nunca antes me había interesado tanto saber sobre papá. Sé que es un tipo excepcional, y que mamá y él estaban perdidamente enamorados y que él se alegró hasta llorar de la emoción cuando mamá le dijo que estaba embarazada; pero no sé los detalles de Steve Rogers como un hombre normal, solo como el Capitán América.

—Dibujas sentado en el suelo y apoyas el cuaderno en la mesa de la sala, tal y como Steve lo hacía. Cada vez que cocinas algo con salsa, tienes la manía de probar la salsa, y si te gusta dices «squisito» con el mismo tono de voz alegre que Steve usaba al probar la salsa. Aunque eres zurdo, agarras los lapiceros de la misma forma que los agarraba él; y tu cuaderno de dibujos es del mismo color del de tu padre. Odias a los abusadores. Amas los escudos (y no digas que no lo haces porque tienes una obsesión con ellos). Mides lo mismo que él. Tienes su contextura física. Dices mucho «Lenguaje.» Y siempre que te ves con Tony, discuten —señala.

Me río y niego con la cabeza. —Tony es un idiota.

Mamá se ríe. —Su padre tuvo mucho que ver con la formación del Capitán América.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora