Capítulo 24. Lya

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La espalda de Grant impacta la colchoneta negra. El sonido es seco, duro y hace que el noventa por ciento del grupo haga una mueca de dolor -incluyendo a los mentores. Por más increíble que parezca, el que hizo que Grant cayera de espaldas fue su propio padre, quien a su vez es el entrenador más rudo con Grant.

Mi novio se queda en la colchoneta, viendo al techo y luchando por recuperar el aire antes de desmayarse por el dolor. Me imagino que un golpe del Capitán América no es algo por lo que sentirse relajado.

—Arriba —ordena Steve, viendo a su hijo con atención.

Grant hace un sonido parecido a un quejido y arruga la nariz. —Estoy cómodo aquí, gracias...

—Levántate y lucha, Grant —ordena su padre.

Con un gruñido, Grant se logra poner de pie y suspira. Apenas llevan treinta minutos y ya está hecho puré.

—Lya, atención aquí —me dice Maya. Me giro y veo a mi entrenadora verme con impaciencia y zapateando con el pie derecho.

—Lo siento —me disculpo. Veo sobre mi hombro a Steve decirle algo a su hijo; este asiente y se sacude un poco.

—Natalya, concéntrate, por el amor a Dios —me dice Maya, molesta. Sobresaltada, me giro hacia ella—. Esa distracción puede matarte.

Asiento y me obligo obligo no ver a Grant en lo que me queda de entrenamientos.

Logro salir viva del primer entrenamiento.

Con un par de golpes, pero viva. 

Aprendí que Maya es una muy buena suegra, pero a la hora de tener paciencia para entrenar, es pésima. Me regañó muchas veces por ver a Grant, y me dijo que iba a ponerme en riesgo de forma innecesaria si seguía obsesionada con mantener un ojo en él. Después de haber recibido mil regaños de parte de Maya, pasé a recibirlos por parte de Sam Wilson, quien hoy andaba de muy mal humor; sin embargo, sus regaños no fueron porque andaba distraída, eran porque me negaba rotundamente a pegarle cuando me dijo que lo hiciera. Después de sufrir en manos de afroamericanos, me pasaron a sufrir por una rusa con carácter de los mil demonios -diré que apenas y logré sobrevivir a la hora con mamá de no haber sido por papá, quien intervino para que no termináramos discutiendo a lo feo. Finalmente, tuve mi sesión de inteligencia con Sky, quien fue la única que fue paciente conmigo.

O tan paciente como una Stark puede ser.

—Tierra llamando a Lya —dice Kahina, y le da un pellizco a mi brazo golpeado—. ¿Vas a decirme algo o seguirás pensando en lo lindo que es Pietro?

—Auch —me quejo—. Y no pensaba en Pietro.

—No, porque pensabas en Grant —señala.

Suspiro y seguimos caminando por el jardín del edificio. Mi mejor amiga insistió en que caminara con ella, por lo que heme aquí, sufriendo por su energía. Además de ella, Drew se unió al paseo.

Con la mente en Grant.

Otro pellizco me ataca el brazo. Esta vez, salto y fulmino con la mirada a Kahina, quien me ve con diversión.

—Estúpida —le digo de mal humor. Se ríe y niega con la cabeza.

—¿Con esa boca besas a tu madre?

—No beso a mi madre —espeto.

Drew suelta un suspiro. —Ya dejen de pelear, niñas.

—Cállate —gruñe su amor platónico.

—No tienes vela en este entierro —secundo.

—Esto terminará siendo un entierro si no dejan de pelear como niñas de cinco años —dice el arquero, adoptando su papel de cabeza seria. Se pone frente a nosotras y se cruza de brazos.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora