Capítulo 21. Maya.

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Lo primero que pienso al abrir mis ojos es "Esta no es la cama de Steve." Lo segundo que pienso es "Wow, Steve tiene más pestañas que yo" al ver que las pestañas del rubio llegan a sus pómulos con facilidad.

Ver a Steve dormido es una de las cosas más extrañas del mundo, en especial en la parte en la que normalmente yo despierto al sentirme observada por él o porque cuando estábamos en Brooklyn él se levantaba desde temprano y preparaba el desayuno. Recuerdo que una vez me había levantado a las seis de la mañana para ganarle a Steve, y cuando fui a la cocina, él ya estaba despierto y viendo las noticias de la mañana. Me había molestado tanto que no le hablé sino hasta la hora de almuerzo, él no sabía por qué me había molestado tanto con él, y cuando se lo expliqué le dio ataque de risa (una risa adorablemente graciosa) y prometió que al día siguiente se iba a levantar más tarde. Al día siguiente me levanté a las seis en punto, y Steve se levantó a las seis y un minuto. Se había encogido de hombros y dicho "Me levanté después de ti" y me dio una de sus sonrisas perfectas.

Me fijo en el reloj en la mesa del lado de Steve, y veo que son las diez y treinta y dos. Hora de levantarse.

Suelto a Steve, pero me acerca más a él y oculta su rostro perfecto en mi cuello, respirando pausadamente. Pongo mis manos en sus hombros y lo empujo hacia atrás, pero es como mover una parte de la Muralla China: imposible. Vuelvo a intentar, y el rubio pone su pierna sobre las mías, su brazo baja a mi cintura y me presiona contra él.

Me quejo por lo bajo y jalo un mechón de cabello de su cabeza. Se queja por lo bajo.

—Steve, suéltame... —le digo en voz baja.

—¿Podrías quedarte quieta?, trato de dormir —dice en respuesta, su voz amortiguada en mi cuello.

—Ya son las diez, Steve. Hora de levantarse.

—No me importa la hora que sea, quiero seguir durmiendo —gruñe.

—Está bien... —pongo los ojos en blanco—. Suéltame.

Steve me estrecha más y huele mi cuello. —No. No puedo dormir bien si no estás a mi lado. Lo descubrí en el día en el que despertaste.

—Dormiste por setenta años.

—No disfruté del sueño porque no sabía que estaba dormido —se defiende.

Me río y lo abrazo por el cuello. Él saca su cara y me vuelve a ver con una sonrisa somnolienta. —Estás siendo un capitán muy perezoso —canturreo.

Arruga la nariz y sonríe tiernamente. Arrugas se forman en las esquinas de sus ojos. —¿Me das más vacaciones, hija de mi jefe? —Pregunta de forma seductora.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. —Ya quisieras. Dormilón.

—Lo dice quien estuvo semanas durmiendo.

—Lo dice quien estuvo años durmiendo.

Abre mucho sus ojos y pretende estar ofendido, pero se pone a reír. Luego agacha su cabeza y me da un sonoro beso en los labios; parpadeo aturdida por su arrebato y por cómo mi corazón late más rápido.

Siempre me pregunté cómo sería ver a Steve completamente relajado y siendo un hombre normal de casi treinta años. Me preguntaba cómo sería poder tocar su cara perfecta, y cómo sería tener sus brazos alrededor mío. Ahora que puedo verlo y sentirlo cerca, me sorprendo al ver los cambios que han alterado mi vida: Ultrón, los Vengadores, Rusia, mi loca habilidad de controlar el titanio, y Steve.

Paso una mano por su cabello y le sonrío. —Steven Rogers, le ordeno que me deje ir —le digo seriamente.

Me da una sonrisa lenta y ladeada y de un movimiento rápido y suave, se pone sobre mí. Apoya su peso en sus antebrazos, dejando sus manos a cada lado de mi cabeza.

Fury Avenger (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora