0.5 • La profecía

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El sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las ventanas, llenando la casa de una cálida luz dorada que danzaba sobre las paredes y el suelo

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El sol de la tarde se filtraba suavemente a través de las ventanas, llenando la casa de una cálida luz dorada que danzaba sobre las paredes y el suelo. Isabella, con su inagotable energía y curiosidad, había convencido a su padre de jugar al escondite. Sus risas y pasos ligeros llenaban el hogar de vida. Severus, aunque normalmente taciturno, no podía resistirse a la alegría contagiosa de su hija, cuya ternura iluminaba incluso los rincones más oscuros de su corazón.

Isabella corría de habitación en habitación, su risa resonando por todos los rincones mientras buscaba a su padre.

—Te encontraré, papá —decía la pequeña Isabella, con entusiasmo.

Severus pasaba la mayor parte del tiempo trabajando como profesor en el colegio Hogwarts, lo que dejaba poco tiempo para estar con su hija. Por eso, cuando estaban en casa, Isabella siempre buscaba maneras de pasar tiempo juntos, aprovechando cada momento para disfrutar de la compañía de su padre.

—¿Dónde estás? —pregunta la niña.

Isabella bajó rápidamente las escaleras, su cabello oscuro ondeando tras ella. Cuando llegó a la sala, se detuvo un instante, observando con atención. Una sonrisa traviesa apareció en su rostro cuando se dio cuenta de dónde estaba escondido su padre, sus ojos chispeando de alegría.

—¡Te encontré! —exclamó Isabella, agachándose debajo de la mesa con una sonrisa alegre.

— ¡Me encontraste! —dijo Severus riendo y saliendo de debajo de la mesa.

Su hija era la única que podía hacer que un hombre como Severus Snape juegue al escondite con ella.

La casa, normalmente silenciosa y llena de sombras, se llenaba de brillo y risas cada vez que compartían estos momentos. A pesar de todas las dificultades y el dolor del pasado, Severus encontraba en su hija una razón para seguir adelante, una luz en la oscuridad que lo rodeaba.

—Papá, ¿por qué siempre te escondes ahí? —preguntó Isabella, con curiosidad.

—No quepo en cualquier lugar, a diferencia de ti, que puedes esconderte en los lugares más impredecibles —respondió Severus, sonriendo.

— Estás muy grandote —reía Isabella.

— También serás una adulta algún día y ya no será tan difícil encontrarte.

—¿Crees que cuando sea adulta seré como mi mamá?

Severus se puso un poco serio al escuchar la mención de su esposa, ya que siempre le dolía recordarla. A pesar de ello, no quería que Isabella sintiera esa tristeza. Con un suspiro, se acercó a una silla cercana y se sentó. Luego, con una delicadeza que solo un padre amoroso puede tener, levantó a Isabella y la acomodó en su regazo.   

— Tú serás quien quieras ser, Isa —le dice Severus.

— También quiero ser como tú, papá. Una profesora —le dice la niña.

Siempre estaré contigo • Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora