❝Te juro que te amaré por siempre❞
Los mejores amores empiezan como mejores amigos y ellos siempre han estado destinados a amarse. Pero aunque no quieran aceptar lo que sienten, no podrán cerrar su corazón a lo que no quieren sentir por mucho tiempo...
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Entonces asi fue, cuando llegó septiembre tanto Isabella como Draco volvieron a Hogwarts a su último curso para alcanzar sus EXTASIS. Junto a Hermione, que había encontrado a sus padres para devolverles la memoria y así regresar de Australia con ellos.
Volvieron a Hogwarts para estar en la misma clase que Ginny, Luna y Astoria, con quienes constantemente compartían clases. Las cosas casi eran como antes. Aunque les faltaba la presencia de Harry y Ron, que no quisieron volver a Hogwarts para terminar el último curso porque les habían ofrecido trabajar como Aurores al igual que a Neville. Así que ellos ya tenían su trabajo asegurado. También les faltaba la presencia de Blaise y Pansy pero ellos trataban de venir a visitarlos constantemente.
Ese último curso transcurrió normalmente. Hasta que una noche, días antes de finalizar. Isabella había ido al Bosque Prohibido sola, por alguna razón. Había logrado que nadie se diera cuenta, en especial Draco. Isabella no sabía lo que era, pero tenía el presentimiento de que algo debía encontrar en ese lugar.
Y no se equivocaba. Aunque era difícil de ver, brillaba en la oscuridad para que ella pudiera encontrarla.
Al ver algo llamativo en el suelo, en medio de plantas y tierra. Isabella lo levantó para observarlo. Ella la reconoció al instante porque había escuchado y leído sobre ella pero jamás se imaginó tenerla. En su superficie tenía dibujado el símbolo de las Reliquias de la Muerte: un círculo inscrito en un triángulo, por cuyo eje central transcurría una línea.
Era la Piedra de la Resurrección.
Isabella supo que si su don no podía devolverle a su madre, al menos esto le permitiría verla por una vez. Para así, al fin conocerla y tal vez preguntarle muchas cosas.
Entonces cerrando los ojos, giró la Piedra tres veces en una mano y esperó.
Algo había pasado, oyó suaves movimientos a su alrededor que sugerían la presencia de un frágil cuerpo pisando el terreno arenoso, lleno de ramas, que marcaba el borde exterior del bosque. Abrió los ojos para verla.
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