0.4 • Severus Snape

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Isabella era una niña curiosa y siempre ansiosa por aprender más sobre el mundo mágico que la rodeaba

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Isabella era una niña curiosa y siempre ansiosa por aprender más sobre el mundo mágico que la rodeaba. Le encantaban los relatos de personajes complejos, aquellos que enfrentaban desafíos extraordinarios y no siempre eran lo que parecían. 

Poco antes de empezar su primer curso en la escuela, le pidió a su padre que le contara un cuento antes de dormir. Esta vez, quería escuchar uno de amor. Sin embargo, la historia que Severus Snape iba a contarle no estaba en ningún libro; solo vivía en sus recuerdos.

— Cuéntame un cuento, papá —le pidió Isabella.

— ¿Un cuento? —preguntó Severus, arqueando una ceja.

— Sí, uno de amor —dijo Isabella con una sonrisa traviesa.

— Estás muy pequeña para eso —se quejó Severus, frunciendo ligeramente el ceño.

— Por favor, papá —insistió Isabella, su tono suplicante.

— Está bien —cedió Severus, preparándose para contar una historia que su hija necesitaría saber para enfrentarse a lo que vendría—. Sucedió hace muchos años, durante una tarde soleada en un vecindario tranquilo. Un niño tuvo la fortuna de conocer a una linda niña. Esa niña era muy alegre, tenía el cabello rojo como las hojas de otoño y unos ojos hermosos que reflejaban la pureza de su alma. Había algo especial en ella, algo que cautivó al niño desde el primer momento. Desde entonces, no pudo evitar observarla a escondidas cada día, sintiéndose inseguro de acercarse a hablarle. Pero la niña era tan gentil que finalmente decidió acercarse cuando vio que otra niña, su hermana de la pelirroja, la estaba ofendiendo. Saliendo de detrás de un árbol, ella pudo verlo por primera vez.

— ¿Cuál es el nombre de esos niños? —preguntó Isabella, intrigada.

— La niña de cabello rojo era Lily Evans —respondió Severus con un suspiro—. Ella recibía insultos de parte de su hermana por ser una bruja, la única bruja en su familia. Pero el niño le mostró que no había nada malo en ella, que la magia que poseía era algo extraordinario con lo que debía sentirse especial.

Severus había comenzado a caminar lentamente por la habitación, su capa ondeando ligeramente con cada paso. No miraba a su hija, sino que sus ojos estaban fijos en algún punto distante, como si estuviera viendo escenas de un pasado lejano. Sus manos, normalmente firmes y controladas, ahora se movían de manera casi imperceptible, reflejando la intensidad de sus pensamientos. Mientras se perdía en sus recuerdos, su expresión cambiaba sutilmente, mostrando una mezcla de nostalgia y tristeza que rara vez dejaba ver.

— Ambos niños se hicieron mejores amigos con el paso de los días —comenzó Severus, su voz baja y reflexiva—. Fue cuando lo inevitable sucedió. El niño se enamoró completamente de ella. Lily era, en ese tiempo, la única persona que le había mostrado lo que es la verdadera bondad y amabilidad. Pasaban mucho tiempo juntos conversando sobre el Mundo Mágico. Ella, claramente, no sabía nada sobre este mundo, lo que la llevaba a hacer innumerables preguntas. Así, se preparaban con entusiasmo para el día en que sus cartas llegaran y pudieran ir juntos a Hogwarts. Ese verano fue el mejor de todos; el niño vivió sus días más felices junto a ella.

Siempre estaré contigo • Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora