Capítulo 129 • La Espada de Godric Gryffindor

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Los días pasaron, Narcissa le pidió a Isabella que no insista con sacar a Luna de la mansión porque seria muy peligroso y entonces solo les quedaba esperar un milagro.

Era el día después de Navidad, Isabella esperaba el regreso de su lechuza ya que le había escrito a Hermione. No se había atrevido a contarle que Luna se encontraba de prisionera en la mansión, de la misma forma en que Hermione no le había contando que Harry ya sabía que ella se escribiría con Isabella.

Cuando la lechuza llegó a su ventana, le entregó la carta a Isabella y luego se fue directo a comer.

Isabella comenzaba a leer la carta de Hermione rápidamente. Donde le contaba que ella y Harry estuvieron en el Valle de Godric para buscar a Bathilda Bagshot, con la esperanza de conseguir la Espada de Godric Gryffindor. Mientras estaban allí, visitaron la tumba de los padres de Harry y su antigua casa. Durante la misma visita, fueron atacados por Nagini, disfrazada como Bathilda Bagshot. Ya que lord Voldemort había asesinado previamente a Bagshot y usó magia oscura para ocultar a la serpiente dentro del cadáver. Durante la lucha y antes de la llegada de Voldemort, la varita de Harry se rompió pero afortunadamente pudieron escapar. Ahora se encontraban en el Bosque de Dean donde al parecer a Hermione le traía recuerdos felices que la ponían triste o eso Isabella pudo sentir al leer las últimas lineas de su carta.

Ahora estamos en el Bosque de Dean, había venido hace años con mis padres. Es como lo recordaba. Los árboles. El río. Todo. Quisiera quedarme aquí para siempre.
Te extraña

Hermione

Antes de que Isabella pudiera escribir una respuesta, tocaron la puerta de su habitación. Mientras escondía la carta, murmuraba un «Pase» y la puerta se abrió para revelar a su padre.

— ¿Papá? —preguntó Isabella.

— Lamento no haber venido antes, en especial el día de tu cumpleaños. ¿Puedo pasar? —le pregunta Severus.

— Claro, papá —asintió Isabella.

Severus entró a la habitación cerrando la puerta detrás de él, se aseguraba de que nadie lo viera y seguramente esperaba que en cualquier momento podría encontrarse con el Señor Tenebroso. Seguía pensando que era una mala idea demostrar que su hija es lo más valioso para él.

— Soy consciente de que que últimamente he estado cometiendo muchos errores como padre pero te aseguro que lo único que pretendía era protegerte —le dijo Severus.

— Lo sé, papá. Yo también cometí un error al no entenderlo pero no soportaba tu indiferencia. Debes saber que eres mi todo y no me gusta lo mucho que toda está situación nos ha separado —confesó Isabella.

— Esperemos que esta situación acabe lo más pronto —dijo Severus.

— Ojalá que así sea, papá. Y con su definitiva destrucción —le dijo Isabella.

— Tu lechuza acaba de hacer un largo viaje, ¿o me equivocó? —preguntó Severus.

A su padre no se le escapaba nada, se había dado cuenta de lo hambrienta y sedienta que estaba la lechuza.

— Me trajo una carta —dijo Isabella.

— ¿Aún te comunicas con ellos? —adivinó Severus.

— Ellos confían en mi, papá. Bueno, Hermione confía en mi —le dijo Isabella.

— Me alegra no haber arruinado tu amistad con la señorita Granger por lo sucedido —murmuraba Severus.

— No fuiste el único involucrado en lo sucedido, papá —dijo Isabella.

— ¿Sabes donde se encuentran en este momento? —preguntó Severus.

— Sí, están acampando en el Bosque de Dean —repuso Isabella.

— Debo darles algo importarte que el profesor Dumbledore me dijo que les sería muy útil —contó Severus.

— ¿El profesor Dumbledore? ¿Qué cosa?

— La Espada de Godric Gryffindor.

— Creí que se la habías entregado a Bellatrix cuando intentaron robarla unos alumnos.

— ¿Sabes quienes fueron los alumnos que intentaron robarla?

— No —negó Isabella.

— Ginny Weasley, Neville Longbottom y Luna Lovegood —contó Severus.

Isabella se había quedado en silencio pensando en todas las posibles formas en las que sus amigos pudieron haber sido castigados por los Carrow.

— No te preocupes, hija. Yo era quien tenía que decidir su castigo y por lo tanto, solo los mandé a una excursión al bosque con Hagrid —explica Severus.

— Eres el mejor —sonreía Isabella.

— Hago lo que puedo —dijo Severus.

— ¿Entonces cuál es la Espada que tiene Bellatrix? —preguntó Isabella.

— La Espada que le entregue a ella es falsa —le dijo Severus.

Isabella sabía que hablando con su padre encontraría información que ayudaría a sus amigos y también recordó que Severus Snape siempre ayudaría a Harry Potter, aunque fuera desde las sombras.

— Sabía que los ayudarías —dijo Isabella.

— ¿Dices que están en el Bosque de Dean? —preguntó Severus.

— Sí, necesitan la Espada. Han estado muy preocupados porque primero no sabían como destruir ese objeto y luego sin saber donde se encontraba la Espada —le dice Isabella.

— Entonces será mejor que yo me vaya —le dijo Severus.

— Está bien, papá —asintió Isabella.

Pero antes de que Severus se vaya, Isabella lo detuvo para darle un abrazo. Extrañaba tanto los abrazos de su padre, que desde que podía recordar, siempre la hacían sentir que todo estaría bien. Desde niña se sentía tan segura envuelta en su gran capa negra.

Una vez su padre se fue, Isabella le iba a escribir a Hermione. Contenta de por fin darle una buena noticia. Pero luego prefirió no decirle con exactitud lo que iba a pasar, con unas cuantas palabras sabía que su mejor amiga lo intuiría sola:

«Les prometo que la Espada de Godric Gryffindor muy pronto llegará a ustedes. No hagan preguntas ahora, en su momento serán contestadas.»

Siempre estaré contigo • Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora