❝Te juro que te amaré por siempre❞
Los mejores amores empiezan como mejores amigos y ellos siempre han estado destinados a amarse. Pero aunque no quieran aceptar lo que sienten, no podrán cerrar su corazón a lo que no quieren sentir por mucho tiempo...
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Isabella sentía temor, pensando en algo que explicara la razón por la que Voldemort haya pedido que busquen a Severus.
— ¿Quiere ver a mi padre? ¿Para qué? —preguntaba Isabella.
— No lo sé —le dice Harry.
— ¡Debemos ir allá ahora! —exclamó Isabella.
— ¿Nos acompañaran? —preguntó Ron.
— ¡Claro que sí! —repuso Isabella.
— Por supuesto que yo también —dice Draco.
— Yo igual voy —dice Blaise.
— Pero no deben verlos con nosotros, seria peligroso para ustedes. Sigannos a cierta distancia —les dice Hermione.
Bajaron corriendo el siguiente tramo de escaleras y se encontraron en un corredor lleno de duelistas. Los retratos a ambos lados de los luchadores estaban abarrotados de figuras gritando consejos y dando ánimos, mientras los mortífagos, tanto encapuchados como no, se batían a duelo con estudiantes y profesores.
Se apresuraron, con las cabezas bajas, a pasar en medio de los luchadores, dirigiéndose hacia lo alto de la escalera de mármol que conducía al hall de entrada.
Había más duelistas sobre las escaleras y por todo el hall. Los alumnos corrían en todas direcciones; algunos llevando o arrastrando a amigos heridos.
En el momento en el que llegaban a los terrenos vieron caer dos cuerpos desde la galería de arriba y un contorno gris como un animal corrió a toda prisa a cuatro patas a través del hall para hundir los dientes en uno de los caídos.
— ¡No! —gritó Hermione.
Por lo que con una ensordecedora ráfaga de su varita, Fenrir Greyback fue derribado hacía atrás lejos del débil y desplomado cuerpo de Lavender Brown. Greyback golpeó la barandilla de mármol y luchó por volver a levantarse. Entonces, cuando los tres Slytherin los alcanzaron. Isabella, recordando lo que Greyback había dicho sobre Draco hace un año en la Torre de Astronomía, levantó su varita y lanzó una Maldición Imperdonable no verbal hacía él, solo se vio un gran destello de luz verde y éste se desplomó en el suelo para no volver a moverse. Librar al Mundo Mágico de las atrocidades que hace ese repugnante hombre lobo, estaba bien.
No comentaron nada sobre lo que había hecho Isabella. Siguieron su camino, donde se encontraron con gigantescas arañas. Gritos de terror rasgaron el aire y los combatientes se dispersaron. Mortífagos y Hogwartianos por igual, rojos y verdes chorros de luz volaron entre los monstruos que se aproximaban, que vibraron y se alzaron más aterradores que nunca.
Huyendo de ahí, fueron hacía los jardines, corrían tan rápido que estaban a mitad de camino hacía el puente de entrada antes de que se vieran obligados a detenerse en seco otra vez. El aire a su alrededor se había congelado. Habían siluetas moviéndose en la oscuridad, figuras de negrura concentrada que se arremolinaban, moviéndose en una gran ola hacía el castillo, sus caras estaban encapuchadas y sus respiraciones eran ruidosas. Los sonidos de peleas tras ellos enmudecían repentinamente, refrenados, porque un silencio que solo los Dementores podían traer estaba cayendo densamente sobre la noche.
