Capítulo 49 • Palalingua

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Cuando todos los alumnos terminaron de comer y el nivel de ruido del Gran Comedor empezó a subir de nuevo, Dumbledore se puso de pie una vez más. Las conversaciones se interrumpieron al instante y todos giraron la cabeza para mirar al director.

— Buenas noches, tenemos dos cambios en el personal este año. Por favor, reciban de nuevo a la profesora Grubby-Plank, quien estará a cargo de las Criaturas Mágicas mientras el profesor Hagrid regresa de sus vacaciones.

Hubo un educado pero no muy entusiasta aplauso. Pansy, que estaba frente a Isabella en la mesa de Slytherin. Aplaudió con una sonrisa.

— Me cae muy bien la profesora Grubby-Plank, nos enseña sobre unicornios —dice Pansy.

— Me gustaría ir a ver unicornios al Bosque Prohibido —le dice Astoria.

— Vamos las tres juntas —dice Isabella.

— Yo también quiero ir —dijo Draco.

— Lastima, no estás invitado —bromea Pansy.

— Los unicornios son más amigables con las brujas que con los magos, Draco —le explica Isabella.

— Oigan, pero el Bosque Prohibido está prohibido —menciona Blaise.

— ¿Y qué? —dicen las tres chicas al unísono para después reír.

Mientras tanto, Dumbledore prosiguió con su discurso:

— También quiero que le den la bienvenida a la nueva maestra de Defensa Contra las Artes Oscuras: la profesora Dolores Umbridge. Seguramente ustedes como yo le deseamos la mejor de las suertes a la profesora. Como siempre nuestro celador el señor Filch me ha pedido que les recuerde...

Se interrumpió e interrogó con la mirada a la profesora Umbridge. Como no era mucho más alta de pie que sentada, se produjo un momento de confusión ya que nadie entendía porque Dumbledore había dejado de hablar; pero entonces la profesora Umbridge se aclaró la garganta, «Ejem, ejem», y los alumnos se dieron cuenta que se había levantado y de que pretendía pronunciar un discurso. Dumbledore solo vaciló unos segundos y miró con interés a la profesora Umbridge.

La profesora Umbridge. Una bruja bajita, rechoncha y con cara de sapo, se salió de la mesa de profesores y fue hacia el frente. Tenía ropa horrible color rosa y empezó a hablar con una voz tan chillona como el color de su ropa.

— Gracias, señor Director, por sus amables palabras de bienvenida. Y que hermoso es ver sus brillantes y felices rostros sonriéndome.

A su alrededor, ninguna de las caras tenía el aspecto de sentirse feliz. Más bien al contrario, todas parecían muy sorprendidas de que se dirigieran a ellas como si tuvieran cinco años.

Siempre estaré contigo • Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora