Olivia seguía teniendo dudas con respecto de su mudanza y de su nuevo trabajo en New York. New York, esa ciudad de la cual salió huyendo, queriendo encontrar algo mejor. Partió destruida de aquella ciudad pero los años habían sido amables con ella y a pesar de que no se le había olvidado los últimos amargos días que estuvo ahí, los había superado. Tenía una razón importante por la cual dejar todo lo malo atrás, su hija Emma, era todo para ella. Desde la primera vez que la tuvo en sus brazos supo que sería la persona más importante de su vida.
Se encontraba pensativa en la cocina de su departamento. Guardaba en cajas las últimas cosas que quedaban en ella. La semana siguiente se mudarían contra todo pronóstico. Llevaban un mes buscando departamento y no hallaban uno ideal para ambas hasta la semana pasada. Apareció un anuncio de un departamento bastante amplio muy cerca del edificio donde vivió por tantos años antes de mudarse a Chicago.
—¿Por qué tenemos que mudarnos? —preguntó Emma por milésima vez ingresando a la cocina, sacó un vaso de leche y se sentó frente a su madre en unos de los bancos frente al mesón.
—Emma, por favor no empecemos con lo mismo —pidió Olivia respirando profundo.
—Mi vida está aquí, mamá. Sería empezar de cero en un colegio nuevo, personas nuevas, todo nuevo. Van a mirarme como bicho raro.
—A veces son buenos los cambios. Te va a gustar New York. Dijiste que querías ir.
—Pero ir a conocer, no pretendía mudarme —bufó la joven. Tenía el mismo carácter de su madre. Era una copia idéntica de ella a excepción de sus ojos, esos eran del mismo color que los de su padre.
—Prometo que te traeré a visitar a tus amigos en cuanto pueda. New York no está tan lejos —dijo Liv sonriendo y acercándose a su hija poniéndole ojitos.
—Eso es chantaje. ¡Dios! Eres un adulto. ¡Compórtate! —contestó riendo al ver las caras que le hacía su madre.
—Vamos a estar bien mi amor — aseguró Liv abrazándola y dejando un tierno beso en su cabello—. Ahora vete a dormir que mañana tenemos que seguir guardando nuestras cosas en las cajas.
Su departamento parecía un campo de batalla. Cajas por doquier, cosas envueltas, maletas y hasta unos cuantos peluches de Emma que había querido conservar estaban en la sala.
La nueva Capitana tenía la semana libre para que organizara su mudanza y al llegar a New York tendría una semana más antes de que oficialmente le otorgaran su puesto. No quería admitirlo pero estaba nerviosa. Nerviosa por volver a la unidad, por ver a sus compañeros y sobre todo por ver a Elliot. Tenía las esperanzas de que estuviera fuera de Víctimas Especiales. Se estaba auto convenciendo que necesitaban alguien que liderara la unidad porque nadie había querido hacer el examen para un puesto superior y porque no quedaba nadie del viejo equipo con la experiencia suficiente para ponerse al frente.
El celular de Olivia sonó haciéndola caer en la realidad.
—Benson —respondió en su tono de siempre, como si fuese del trabajo aunque tenía claro que no la llamarían más ya que le habían hecho la despedida y había tomado sus cosas.
—Capitana, ¿cómo está? —preguntó una voz muy familiar para ella—, espero no haberte despertado.
—No me despertaste, Alex. Pensaba. Además recién me acuesto. Estaba empacando las últimas cosas de la cocina.
—Me gustaría poder ir a ayudarte pero estoy llena de trabajo. Ni aunque les pague me darían vacaciones —aseguro Alex riendo—. ¿Qué tal la mudanza? ¿Ese torbellino que tengo como sobrina ya asimiló que se mudan?

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Sacrificio de Amor
Hayran KurguOlivia Benson regresa a su ciudad natal, New York, después de pasar los últimos 15 años de su vida lejos de ahí. Su hija adolescente de 14 años no estaba de acuerdo con mudarse pero no podía hacer nada al respecto ya que si quería conservar su placa...