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Aunque se habían alejado mucho de aquel maldito lugar, todavía se escuchaban gritos por las calles de la ciudad. Jungkook se asomó a la avenida para ver si había peligro. Las sirenas de los coches de policía retumbaban en sus oídos.

La pacífica ciudad de Daegu parecía sumergida en el caos. Había gente corriendo por todas partes, lo que les indicó a los hermanos Park que aquello no era un hecho aislado. Algo terrible estaba sucediendo en esa ciudad y necesitaban salir de allí lo antes posible.

-¿Hacia dónde tenemos que ir ahora?- preguntó Jungkook.

-Según el mapa hay que ir todo recto hasta llegar a una tienda de música.

El maknae echó un vistazo. En esa calle no había ni rastro de esos seres. Veía a gente corriendo de un lado para otro y algunos coches circulando a demasiada velocidad, pero no parecía haber más peligro que el de ser atropellado por alguno de esos conductores kamikaze.

-¡Ahora hyung!

Los chicos cruzaron de acera con la máxima rapidez que pudieron. Las personas que pasaban cerca de ellos tenían expresiones de puro terror en sus rostros. Algunos llevaban la ropa desgarrada y manchada de sangre.

Siguieron en línea recta y pasaron por varios semáforos en rojo, hasta que tuvieron que detenerse en uno por culpa de la cantidad de vehículos que circulaban en ese instante.

Al lado de Jimin se paró una niña de aproximadamente ocho años de edad y su madre. La chica vestía un vestido rosa y sujetaba un conejito de peluche en la mano. Su melena corta y negra estaba despeinada.

La niña giró la cabeza lentamente hacia Jimin. Su mirada era fría y extraña. El joven de Busan sintió un escalofrío por todo su cuerpo.

-¡Vamos!- dijo Jungkook.

Jimin echó a correr detrás de su hermano. Quería alejarse de aquella niña. Por una parte parecía ridículo temerle a una chiquilla, pero esa niña le había dado muy mal rollo. Ambos siguieron en línea recta hasta llegar a una tienda de música. En el letrero verde ponía Good Vibe en inglés.

-¡Esa es!- exclamó el mayor.

-¿Y ahora?

Jimin volvió a mirar el mapa del móvil.

-Ahora hay que ir por...- alzó la vista y se quedó mudo. Justo por el callejón que tenían que pasar caminaban cinco de esos seres de manera desordenada. Ambos chicos se quedaron en absoluto silencio.

-¿Qué hacemos?- susurró Jungkook.

Jimin no sabía por qué su hermano estaba susurrando. Quizás fue el miedo el que le impidió hablar más alto. El miedo o la prudencia.

La noche estaba cayendo y se encontraban en una ciudad completamente desconocida. La expresión del menor estremeció a Jimin. ¿Qué deberían hacer?

Habrían tomado un taxi hasta la estación si hubieran dado con uno pero en todo el trayecto que habían hecho a pie, no vieron ni a un solo taxista. Y los autobuses también parecían haber desaparecido de las calles. Definitivamente algo iba muy mal.

El mayor miró a su alrededor. La tienda de música estaba cerrada y en ese lugar no había más negocios. El chico suspiró. No podía permitir que a Jungkook le sucediese algo malo, su seguridad era su máxima prioridad.

-Ven conmigo- le susurró.

Jimin soltó la mochila y se la dio a Jungkook. El menor siguió a su hermano hasta la puerta de un edificio. El joven de cabello rubio empezó a llamar a todos los timbres del bloque mientras el maknae observaba a los cinco podridos que todavía no se habían percatado de su presencia.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora