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Jimin observó incrédulo cómo el oso se alzaba sobre sus dos patas traseras. Había puesto su mirada en Yoongi y no parecía tener intención de retroceder.

El mayor estaba intentando trepar por el tronco pero seguía al alcance del animal. Jimin no se lo pensó dos veces, desenvainó la katana, corrió hacia el oso infectado y le cortó una de las patas traseras.

El rubio se sorprendió al ver cómo el sable había traspasado completamente la carne gruesa del animal, haciéndole perder el equilibrio y caer de espaldas. Jimin retrocedió a tiempo, no quería ser aplastado por un bicho de más de 200 kilos.

Miró hacia el árbol para comprobar cómo estaba Yoongi, luego volvió a posar la vista sobre el animal. El hecho de haberse quedado sin una pata no iba a ser suficiente para detenerle. Tampoco podía acercarse para cortarle la cabeza. Estaba rabioso, moviendo las patas delanteras de un lado a otro. Temía ser alcanzado por una de sus garras si lo llegaba a intentar.

—¡Rápido!— le gritó el mayor —¡Sube!

Jimin lo había oído alto y claro pero no podía hacer eso. Debía alejar a ese monstruo lo más lejos posible de Yoongi. Guardó su katana mientras el oso se volvía a levantar y miró a su amigo una última vez antes de salir corriendo.

Jimin siempre había sido un chico muy veloz y la cojera del infectado le daba cierta ventaja, eso lo sabía, pero también era consciente de que no podía huir eternamente. Si no hacía algo iba a morir devorado.

El menor escuchó el grito desesperado de Yoongi y cerró el puño con fuerza. Jimin no tenía intención de morir. Debía seguir cuidando de Jungkook, quería hacerse buen amigo de Taehyung y seguir al lado de Yoongi. No iba a morir en ese maldito bosque y mucho menos de una manera tan horrible.

Siguió corriendo con todas sus fuerzas hasta llegar a una zona más poblada. Era un buen lugar para enfrentarse a ese ser. Los árboles estaban más pegados que en el sitio del que venía y el follaje también era más espeso. Se giró y vio que el oso estaba a bastante distancia de él.

Cambió de dirección, corrió hacia la izquierda y se escondió abruptamente detrás de un árbol. Se agachó para coger una rama robusta del suelo. La sujetó entre las piernas mientras se quitaba la camiseta. A continuación dejó la katana en el suelo, se quitó el cinturón, colocó la camiseta sobre la punta de la rama y la ató con el cinturón negro.

«Esto debería servir»

Miró con cuidado y vio que el oso se estaba aproximando. Cogió el mechero que llevaba en el bolsillo del pantalón y lo intentó encender pero no pudo. Le temblaba la mano.

«¡Cálmate!»

Podía escuchar las pisadas del animal. Jimin volvió a intentarlo, esta vez sí funcionó. Le prendió fuego a la camiseta por varias partes, se guardó el mechero en el bolsillo, recogió la katana y esperó a que la llama se hiciera más grande.

«Solo tengo una oportunidad, no puedo fallar»

Jimin tragó saliva. La idea no era mala pero era arriesgada. Debía evitar un enfrentamiento directo con él, debía sorprenderlo. Aguardó en silencio y a los pocos segundos se volvió a asomar con cuidado. El oso no estaba.

«¿Qué? ¿Cómo es posible? ¿Dónde está?»

Escuchó el romper de una rama a sus espaldas. El joven se dio la vuelta y se encontró con el animal de frente. Evitó el mordisco por pocos centímetros. Se echó hacia un lado como pudo y movió la rama frenéticamente para alejar al oso de él.

Pero el fuego no parecía afectarle, no retrocedió en ningún momento.

«¡Joder! ¡Es un maldito infectado, es lógico que no le tenga miedo al fuego!»

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora