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Yoongi notó cómo se abría la puerta del dormitorio pero no alzó la vista, la mantuvo fija sobre las páginas del libro que estaba leyendo.

Jimin cerró la puerta sin hacer ruido; luego se giró hacia él, observando una vez más el mismo escenario de los últimos días. Cada vez que volvía a la habitación se encontraba a su novio leyendo en la cama.

—Ya he vuelto— dijo el rubio, esperando con inquietud su respuesta. Pero el hola que salió de los labios del mayor sonó monótono y vacío.

Yoongi ni siquiera apartó la vista del libro cuando Jimin empezó a cambiarse de ropa. Tampoco lo hizo cuando se tumbó a su lado.

—¿Qué estás leyendo?

—El Conde de Montecristo.

—Es el tercer libro que lees en estos días, ¿no?

—El cuarto— le corrigió sin mostrar ninguna emoción.

El menor no sabía cómo establecer una conversación con él. Ni siquiera entendía cómo habían llegado a ese punto. De un día para otro Yoongi dejó de ser el chico atento y cariñoso que era con él. De un día para otro cambió su relación y por mucho que intentaba volver a lo de antes, su novio no parecía querer lo mismo.

Jimin le giró el rostro y presionó sus labios sobre los del mayor.

—Estoy cansado— recalcó apartando la cabeza y volviendo a centrarse en la lectura.

Pero el rubio, lejos de aceptar su negativa como había sucedido otras veces, ignoró sus palabras y volvió a girarlo, quedando cara a cara con él. Yoongi apenas pudo protestar, Jimin se apoderó inmediatamente de su boca. El menor le quitó el libro de las manos y lo dejó caer al suelo. Luego se subió encima de su novio, apretándolo apasionadamente contra el colchón.

Yoongi intentó apartarlo en vano. Estaba dolido y molesto con él, pero no lograba resistirse a sus besos. Sus manos actuaron sin su consentimiento, metiéndose por debajo de la tela y subiendo por la espalda del rubio.

El menor notó cómo cedía la barrera entre ellos. Ese contacto le hizo estremecerse. Jimin había añorado sentir sus manos sobre su piel. Por desgracia, el placer no duró demasiado. Al notar unos rasguños en la parte superior de la espalda y un leve olor a perfume, Yoongi lo apartó bruscamente de encima.

—¿Qué te pasa conmigo?— Jimin estuvo a punto de caer de la cama —¿Por qué me tratas así?

—Pensé que había sido un desliz, algo puntual pero ya veo que no es así— se levantó alterado.

—No sé de qué me estás hablando.

—¿No lo sabes?— Yoongi se giró hacia él —¿Cuántas veces me has sido infiel?

Jimin se le quedó mirando estupefacto. Ni en un millón de años hubiese esperado esa pregunta.

—Nunca. Jamás te he sido infiel— vio cómo se daba la vuelta —Escúchame— se levantó de la cama y lo agarró del brazo pero Yoongi se soltó bruscamente —No te niegues a escucharme.

—Entonces dime cuándo empezó— apretó el puño —Dime quién es y por qué.

—Yoongi, no te he sido infiel— insistió —Ni siquiera sé por qué me estás acusando de serlo.

—Yo no te hice aquel chupetón, Jimin— le miró a los ojos —Pero me hiciste creer que sí.

—¿Me tomas el pelo? Por supuesto que fuiste tú.

—¡Mentira! ¡Encontré el envoltorio del condón debajo de la cama y las sábanas olían a perfume de mujer!— alzó la voz.

—No sé de qué me estás hablando— Jimin le miró consternado.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora