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Cuando Jungkook entró en la farmacia, un infectado le sorprendió desde el suelo. El hombre estaba tirado al lado de la puerta, por lo que ni él ni Yoongi lo vieron al entrar.

Justo al poner el pie en la farmacia el ser se le echó encima, mordiéndole la bota con fuerza. Jungkook se sobresaltó pero reaccionó rápido y le clavó el sable japonés en el cráneo.

«Si me hubiera alcanzado la pierna, habría sido el fin»

Yoongi se encargó de los dos infectados que tenía enfrente. A un joven de cabello castaño le cortó la cabeza con la katana. Al otro, un veinteañero con una camiseta de One Piece le dio una patada en el estómago, lanzándole contra el mostrador para a continuación atravesar su rostro con el filo del arma.

Una señora mayor apareció de repente por detrás de la estantería y consiguió agarrar a Yoongi del brazo. Estuvo a punto de morderle pero el chico de Daegu se soltó a tiempo, dio varios pasos hacia atrás y la decapitó sin titubear.

Yoongi miró hacia la puerta y vio a Jungkook allí parado, con el rostro desencajado.

—¿Estás bien?— el mayor no recibió respuesta, su amigo parecía aturdido —¿Te ha mordido?— preguntó mirándole de arriba a abajo.

—Estoy bien— contestó al fin —Solo ha mordido la bota.

Yoongi sintió un gran alivio al escuchar sus palabras. Todo sucedió tan deprisa que no logró ver si el infectado le había alcanzado.

—Tenemos que tener más cuidado.

Jungkook estaba de acuerdo con el novio de su hermano. Después de matar a los infectados del supermercado se había confiado. Entró en la farmacia con menos tensión de lo habitual, casi relajado y eso estuvo a punto de costarle la vida.

Tener confianza era bueno pero no debía subestimar el peligro.

—Busca antisépticos, analgésicos, antiinflamatorios, todo lo que veas— dijo Yoongi.

Jungkook se obligó a espabilar. No podía darle demasiada importancia a lo que había sucedido, al fin y al cabo seguía vivo. Eso sí, no se lo volvería a tomar a la ligera.

La farmacia contaba con varias estanterías blancas pegadas a la pared. La mayoría estaban vacías pero todavía quedaban productos de cuidado personal, pañales y otros artículos sobre ellas. En el centro se alzaban dos estanterías de tamaño mediano que formaban un pasillo. Al fondo, cerca del mostrador se encontraba la parafarmacia.

Algunas cosas, como botes de protector solar, estaban tiradas por el suelo. Yoongi y Jungkook miraron en las estanterías y en los cajones de detrás del mostrador pero apenas encontraron pastillas para el dolor de cabeza y otros medicamentos de menor importancia.

El mayor decidió mirar en el almacén, quizás aquí tenían más suerte que en el supermercado.

—Jungkook— el menor acudió a su llamada —Voy a abrir la puerta. Salga lo que salga, ya sabes lo que tienes que hacer.

El maknae sujetó la katana con ambas manos. Estaba decidido a rebanarle la cabeza a la primera cosa que saliera de ahí. Yoongi agarró la manilla de la puerta y la giró.

—Está cerrada con llave.

—Aparta.

Yoongi se hizo a un lado y Jungkook le dio una patada debajo del picaporte, pero la puerta no se abrió. En las películas siempre se abrían a la primera pero en la vida real no parecía funcionar tan fácilmente. El menor repitió la acción dos veces más antes de que cediera y se abriera de par en par.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora