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Yoongi y Jimin subieron por las escaleras, se asomaron con cuidado y vieron a varios infectados por ambos lados del pasillo. Había seis de ellos, ninguno estaba cerca de las escaleras pero para llegar al supermercado tenían que ir por el camino de la izquierda, justo donde se encontraban cuatro podridos.

Jimin hizo un gesto con la mano para indicarle a Yoongi por dónde debían ir. El joven de cabello negro fue el primero en tomar el camino de la izquierda, atacando rápidamente a un varón con sobrepeso que estaba parado al lado de la barandilla.

Jimin se deshizo de una adolescente y luego se fijó en dos infectados que estaban cerca de una tienda de juguetes, unidos por un palo que les atravesaba el pecho. Parecía el típico palo de fregona que se podía comprar en cualquier supermercado.

El rubio le cortó la cabeza al que tenía en frente y Yoongi hizo lo mismo con el otro hombre.

Cuando acabaron con la amenaza siguieron por el camino en la misma formación que habían mantenido hasta el momento. Jimin iba por delante y Yoongi le cubría las espaldas.

En la segunda planta sucedía lo mismo que en la primera. Algunas tiendas estaban abiertas y al pasar salían infectados detrás de ellos, otras en cambio tenían las puertas cerradas.

Jimin se fijó en los escaparates de una tienda de moda en la que solía comprar muy a menudo. Varios infectados estaban pegados al cristal, intentando atravesarlo. Eran pocos podridos por lo que el material no había cedido y solo podían mirarles con ansias de carne.

—¿Falta mucho?— le preguntó Yoongi al acercarse un poco al menor.

—No, está justo al fondo.

—Esto parece un laberinto, todos los pasillos y todas las tiendas me parecen iguales— se quejó.

—Menos mal que me tienes a mí— le sonrió —Vamos.

Siguieron por el camino, matando a todos los infectados que se les ponían por delante, hasta que Jimin se detuvo bruscamente delante de un hombre de mediana edad, sentado sobre una silla de ruedas.

El desconocido tenía un agujero enorme y muy profundo en la mejilla derecha. Se le podía ver la dentadura y aunque daba mucha grima, no era lo más impactante en él.

—¡Joder!— soltó Yoongi cuando vio al infectado.

Tenía el cráneo abierto, parecía que le habían pelado la cabeza como a una naranja. El cerebro estaba a la vista y si no fuese por lo hinchado que estaba y por las manchas negras que lo cubrían, habría parecido un cerebro común y corriente.

—¡Qué asqueroso!— Jimin sintió una enorme repulsión —¿Por qué sigue vivo?

Yoongi le miró con el ceño fruncido.

—El cerebro está intacto. Creo que se debe a eso— le observó detenidamente —¿Cómo le habrán hecho eso en la cabeza?

—No lo sé y no me importa— Jimin sintió un escalofrío —Yoongi, mátalo rápido. Me está revolviendo las tripas.

—¿Por qué no lo haces tú?— le miró a los ojos.

—No quiero.

—Está indefenso. No te hará nada.

—¡Pues hazlo tú!— Jimin le fulminó con la mirada.

Yoongi rió entre dientes y se acercó al infectado. El hombre alzó los brazos intentando alcanzar desesperadamente al joven. Desde cerca su aspecto era mucho más aterrador.

—¿Tanto asco te da?— le miró el cerebro de cerca.

—¿A ti no?— se estremeció —Es repugnante.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora