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Jimin dejó a Jungkook meditando en su dormitorio sobre la conversación que habían mantenido. El maknae estaba decidido y el rubio confiaba en que a partir de ahora, su hermano sabría manejarlo por sí mismo.

Jimin bajó al primer piso y encontró a Yoongi en la cocina. Verle tan centrado en lo que estaba haciendo le hizo sentir una enorme calidez en su interior. El chico se acercó en silencio y lo abrazó por la espalda, hundiendo el rostro en su cuello.

—Alguien se ha levantado muy mimoso— sonrió el mayor mientras removía el contenido de la cazuela.

—Te quiero— le susurró al oído.

Yoongi se dio la vuelta, regalándole una suave sonrisa. Jimin rodeó su cintura con los brazos, se apretó contra su cuerpo y le besó con ternura. El joven de cabello negro dejó la cuchara de madera sobre la superficie de la cocina y le sujetó de la nuca, aumentando el ritmo del beso y creando una mayor intimidad entre ambos.

—¿Os vais a dar el lote aquí delante de todos?— bufó Taehyung al volver del cuarto de baño —Eunha, tienes suerte de que en tu grupo no haya parejitas. Les encanta dar envidia y restregarnos a los solteros lo felices que son— afirmó indignado, aunque en realidad se mostró más divertido que molesto.

Eunha sonrió. La muchacha estaba jugando con Mellie en el suelo, justo al lado del sofá del salón.

—¿Quieres que quite los utensilios de cocina, hyung? Digo, para que podáis poneros en plan peli porno.

Yoongi se apartó de su novio, acariciándole la mejilla con cariño.

—A veces creo que es adoptado— soltó de repente, provocando una risa muy risueña en el rubio.

—Por lo enano que eres tú, ¿no?— se burló Taehyung sin compasión.

Yoongi no reaccionó, ni siquiera se molestó por el comentario.

—¿Queréis que os eche una mano?— Jimin se fijó en la expresión del menor; no quedaba ni rastro del chico que anoche lloró entre sus brazos.

—No, hoy cocinamos los Min— aseguró con orgullo —Aunque nos hemos quedado sin arroz. En la despensa guardamos lo del supermercado. ¿Puedes traernos un paquete?

—Por supuesto— Jimin le dio un pico a su novio y salió de allí algo más animado.

La conversación con el maknae le había dejado tocado. El rubio se sentía culpable por no haber visto lo que le estaba haciendo su padre a Jungkook. Durante toda su vida intentó proteger a su hermano y por mucho tiempo pensó que le había fallado al irse a Nueva York sin él, pero ahora la realidad era distinta; ahora Jimin creía que le había fallado mucho antes de eso.

El chico bajó a la planta baja y se acercó a la despensa. Las estanterías blancas de la habitación cuadrada estaban en su mayoría vacías; solo quedaba una llena.

«Jungkook lo ha debido colocar todo cuando regresamos del centro comercial»

Jimin buscó el arroz y lo detectó en la parte de arriba. Alzó el brazo para agarrar el paquete pero alguien se le adelantó.

—Oh, gracias— dijo antes de recibir el arroz.

—¿Has averiguado algo?— preguntó Namjoon con la seriedad que le caracterizaba.

—Le he dado muchas vueltas pero todavía no he conseguido dar con nada— admitió apenado.

—Deberíamos volver a la aldea— la decepción se marcó sobre su rostro —Esto está siendo una pérdida de tiempo— el joven se dispuso a abandonar la habitación cuando Jimin se cruzó en su camino.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora