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Jungkook estudió el rostro de su hermano. Acababan de compartir lo que había sucedido aquella noche de octubre, pero todavía tenían muchas cosas que aclarar.

—Dices que tu amigo acusó a papá de destrozarle la vida— Jimin le miró dubitativo —No comprendo por qué haría algo tan horrible.

—¿Te acuerdas de la cámara de vídeo que hice para Sungjae hyung?— el menor apoyó la espalda contra la pared.

—Me acuerdo. Era de madera, ¿verdad?

—Sí. Cuando cumplió los catorce años se la di— explicó inquieto —Pasé mucho tiempo esperando ese día, trabajé durante dos meses en su regalo. Sungjae hyung y yo soñábamos con recorrer el mundo; él como camarógrafo y yo como fotógrafo.

Jimin lo recordaba. Recordaba lo entusiasmado que estaba Jungkook por aquella época, hablando constantemente de las fotografías que tomaría en la selva amazónica y en el desierto del Sahara.

—Queríamos captar la belleza de la naturaleza y hacer vídeos impresionantes, por eso pensé que le gustaría ese regalo. Era mi manera de prometerle que algún día haríamos nuestro sueño realidad— Jungkook paró de hablar para tomar un poco del chocolate que le había traído su hermano —Le encantó. Cuando fui a su casa y abrió el regalo, le encantó de verdad.

Jimin contempló la expresión de Jungkook. Por unos segundos mostró una leve sonrisa. 

—Desde que le conocí en un parque cuando tenía seis años, Sungjae hyung se convirtió en alguien muy especial para mí. Le tenía tanto cariño que ese día cometí una estupidez— el maknae respiró profundamente —No fue él, le besé yo— confesó bajando la mirada.

El rubio no se sorprendió del todo, era una de las opciones que se le habían pasado por la mente.

—¿Por qué lo hiciste?— Jimin quería conocer sus sentimientos pero no pretendía incomodar a su hermano más de la cuenta, por lo que preguntó con mucha serenidad.

—No lo sé— dijo nervioso —Tenía doce años, hyung. Era mi mejor amigo y le quería mucho... No sé qué me llevó a hacerlo.

Jimin se pasó la mano por el cabello. Aunque Jungkook no parecía dispuesto a admitirlo, para él estaba bastante claro; Sungjae debió de ser el primer amor de su hermano.

—Su tía nos vio. No nos dijo nada pero se lo contó al Señor Yook. Por la noche el padre de Sungjae hyung fue a hablar con papá. Les vi entrar de mala manera en el despacho. Me pareció extraño así que me acerqué a escuchar— Jungkook dejó la taza sobre la cómoda, el nudo en la boca del estómago le impedía seguir bebiendo —El Señor Yook le dijo que había besado a su hijo y que no quería que me acercase a él. Usó palabras muy denigrantes— se sentó al lado de su hermano —Creo que te las puedes imaginar...

—Sí— Jimin había escuchado prácticamente todo tipo de insultos de la boca de su padre. No le resultaba difícil imaginar lo que podría haber salido del hocico de ese ignorante —¿Qué pasó después?

—Papá me llamó cuando el Señor Yook se fue. Me preguntó si había besado a Sungjae hyung y yo le mentí; le dije que me besó él.

—¿Por qué lo hiciste?— el rubio observó cómo cerraba el puño —¿Tenías miedo de su reacción?

—Papá le dijo al Señor Yook que yo nunca haría algo así porque ningún hijo suyo era maricón y si lo fuese, lo mataría a golpes.

Jimin se levantó inmediatamente de la cama. A él le había soltado burradas como esas en más de una ocasión pero tenía diecisiete años y sabía que solo eran palabras vacías. Jungkook en cambio era un crío de doce, un chico impresionable e inocente que se asustaba y lloraba con mucha facilidad.

Evanescente | ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora