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La esmeralda y el oro blanco


Estaba sentando en su cama abombado en el listón rojo que ya hacia sobres sus palmas formando un perfecto aro, que, a duras penas había entrado en alguno de sus dedos poco delicados.

Harry lo había conseguido milagrosamente. Logro obtener la talla de anillo de su novio sin que se diera cuenta. Vale decir que haberle dejado completamente agotado el día anterior había logrado que Draco no sintiera nada cuando lo tomo de la mano y le ajustaba el listón a su dedo; un resultado espontaneo, pero perfecto. Ya tenía la medida, y eso era increíble, pero aún quedaba algo que a Harry le hacía querer ocultarse bajo su cama.

Hablar con sus suegros.

Había visto todo tipo de melodrama gracias a su tía petunia y la exagerada necesidad de verlos cuando la mujer le cortaba el cabello. Ella sabía también que el odia ese tipo de programas melosos y exagerados, (Vaya gracia del destino, termino siendo un meloso de primera) donde el enamorado le pedía a los suegros el permiso para contraer matrimonio con la enamorada, y asi. Maldición, lo aburrían tanto de niño y lo hacían sentir como un tonto, o eso antes...

Que irónica era la vida.

Aquella situación podia ser diferente, en otros términos, a Harry no le resultaría tan difícil, pero hablaba de los padres de Draco Malfoy, de otro hombre, asi que se sentía con mucha más decisión a hablar con los padres de Draco como nunca antes.

No quería que ambos padres colapsaran en un episodio nervioso el día que Draco llegara con un anillo de promesa en el dedo y les digiera que se iban a casar, lo sensato, obviamente, era decirles primero, y Harry, al ser el de la idea de contraer matrimonio supo que debía afrontarlo como hombre.

—¡Bien! —Exclamo Harry con decisión. Abrió el cajón de su buro y hecho dentro de una pequeña caja de madera el listón rojo. Perderlo sería un caos.

Se levanto, y se vistió con la ropa más limpia y menos rota que encontró. Saber que a Draco le gusta la forma en la que vestía, o más bien la aceptaba, le daba la fuerza a Harry para ir tan cómodo como podia y lo que le ayudaba a mantener su alteración al cuarenta y cinco por ciento. Tomo unas zapatillas negras y dando saltitos se las fue colocando.

Bajo las escaleras de caracol resbalando por el barandal, como Hermione odiaba que lo hiciera y dio un salto hacia atrás al ser atravesado por Sir Nicholas, el cual dio algunos giros como bailarina de ballet y se detuvo con el cuello inclinado y sorprendido.

—¡Vaya!—Exclamo el hombre al ver a Harry tan apurado—¿A donde con tantas premuras, chico?—Pregunto el hombre reajustándose la cabeza y sonriendo.

—Lo siento Sir Nicholas, no puedo decirlo ahora, pero te enteras tarde o temprano, ¡adiós!—Se despidió Harry esquivando a un grupo de chicas de primer año que entraban a la sala, y salio a toda velocidad.

Harry tenían todo muy bien preparado, por lo que no le importaba andarse sin la capa de invisibilidad puesta y mirando a todos lados del lugar si es que su novio aparecía. 

Antes de planear su salida, había hablado con Pansy Parkinson sobre el matrimonio, lo que hizo a la chica escupir el zumo de calabaza en la cara de Goyle, fue divertidísimo verla tan emocionada, y luego ella misma se ofreció a mantener muy ocupado a Draco para que no saliera de la sala común. Metió la mano al bolsillo frontal de su sudadera y saco el mapa del merodeador, le dio una breve mirada a la sala común de Slytherin, ahí seguía la etiqueta con el nombre de su pareja, por lo que susurró; Travesura realizada, pase a no realizar ninguna todavía y metió el pergamino nuevamente en la bolsa de su sudadera.

¿ 𝙶 𝙰 𝚈 ? | ᴴᵃʳᶜᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora