57. Despertar I - Abel

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Abel – Philadelphia
Exterior de la fabrica

No estoy seguro de que Cassie y yo podamos terminar el muñeco que quiere hacer.

Primero, porque no tenemos nada rojo para hacerle el cabello, y no sé qué otra cosa podamos ponerle que haga que deje de ser un muñeco blanco cualquiera y empecé a parecerse más a ella. Pero también, porque después de tanto rato jugando con la nieve, empiezo a sentir que mis dedos se congelan, a pesar de los mitones, y que pronto ya no voy a ser capaz de seguir agarrando más nieve.

—¿Qué haremos al terminarla?

—¿Qué más? La tiraremos a patadas —dice Cassie entre dientes.

Caleb se ha apartado de nosotros y no nos ha ayudado a hacer este muñeco, por lo que es bastante más pequeño que el anterior y está peor formado. Él permanece solitario, con la vista perdida en la nieve. Cierra los ojos y suspira de vez en cuando, al tiempo en que sacude la cabeza o abre los labios como si fuera a decir algo, para después cerrarlos sin decir nada.

Yo continúo en silencio y doy un respiro que se convierte en una nube blanca frente a mis ojos. La pelea de bolas de nieve fue divertida, pero esto comienza a aburrirme, sobre todo porque no parece que Cassie se esté divirtiendo en absoluto con ello, y porque Caleb tampoco luce como si la estuviera pasando bien. ¿Por qué todo cambió de pronto, con la llegada de la mujer de pelo rojo? ¿Qué hizo, exactamente?

Miro a Cassie por el rabillo del ojo y veo que suma puñados de nieve con rabia a la figura.

¿Acaso quiere tirar el muñeco a patadas por la misma razón por la que yo tiré el otro? Continuo tomando puñados de nieve cada vez más pequeños por culpa de mis manos congeladas, y sumándolos al muñeco en cualquier lugar, dándole vueltas a esa duda en mi cabeza.

—¿Por qué esa mujer no te cae bien?

Cassie arruga el entrecejo. Agarra una bola de nieve grande entre las dos manos y la pone sobre el cuerpo del muñeco.

—Porque es una extraña que se ha presentado sin más y ha estropeado nuestra batalla de bolas de nieve. ¿Quién se ha creído que es?

Luego agarra otra del mismo tamaño, y la pone justo junto a la primera.

Noto que ahora el muñeco tiene dos montículos en el pecho y ladeo la cabeza intentando verles la forma, preguntándome por qué se los ha puesto ahí.

—Además, ¿viste cómo me hablaba? ¿Se cree que tengo cuatro años?

Aprieto los labios sin saber qué decirle. No sé nada de esa mujer, quien es ni por qué ha venido. Lo que más me llamó la atención de ella, fue quizás su cabello.

—Tenía un pelo bonito.

Cassie deja de darle forma al muñeco y me observa con una mueca en los labios y las cejas entretejidas sobre su nariz. ¿Por qué me mira así? ¿He dicho algo malo?

—¿Te gusta su cabello?

Asiento. ¿Tenía algo de malo? Era rojo, como el cabello de la sirena de la película.

—¿Te gusta más que el mío? —pregunta Cassie, y esta vez parece dolida.

Abro la boca, todavía sin saber qué decir, pero entonces, igual que Caleb, la vuelvo a cerrar, empezando a sentir que sin importar lo que diga, podría enojarse conmigo.

Vuelvo a abrir los labios, pero en ese momento, Caleb levanta la cabeza y olfatea el aire como si algo lo hubiera asustado. Silabea algo que no alcanzo a oír, pero su boca se mueve como si hubiera dicho la palabra "sangre".

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora