75. Perdón - Nevi

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Nevi – Philadelphia
Fábrica, Ene. 03:40

No llevo cuenta de las horas que han transcurrido después de que todos se fueran a la cama, dejándome a solas con Micah en el laboratorio.

Nee se despidió brevemente de mí la última vez que vino a verlo, después de que Caleb se marchase, cuando cerró la llave de la vía del suero, lo desconectó, y revisó sus constantes vitales por última vez. A partir de ese momento ya no volví a escuchar a un alma por los alrededores.

Ya convencido de que no va a despertar pronto, y empezando a sentirme incómodo y friolento con la ropa que llevo puesta, resuelvo dejar a Micah un momento para ir y volver con mi ropa acostumbrada, y quizá algo de comer.

La fábrica está oscura y silenciosa al atravesarla camino a las escaleras al piso superior. No me molesto en encender ninguna luz —después de algunos años en esto, uno se acostumbra a ir por ahí en penumbras sin necesitarlas—, pero arriba me sorprende un destello inesperado, viniendo nada menos que de la habitación de Byron, conjunta a la de Cassie.

Me detengo junto a la puerta y le encuentro allí, reclinado contra la pared, con el móvil en la mano. La pantalla emite un brillo tenue, pero lo bastante claro como para ver que luce cansado y ojeroso, y que sus párpados lucen pesados.

Me percibe apenas asomarme y levanta la vista de su móvil para contemplarme por algunos segundos, expectante.

—Toc-toc —le digo por lo bajo, golpeando dos veces con el nudillo en el marco de la puerta, lo bastante suave para no despertar a nadie.

Él se frota los ojos entre el índice y el pulgar de la mano libre.

—Pensaba que te habrías ido ya a la cama.

—Lo mismo digo. ¿No planeas dormir?

—No, yo... —Se detiene, y noto que parece esquivo—. Todo lo que ocurrió hoy me espantó el sueño. ¿Cómo está Micah?

No sé si intenta cambiarme el tema, pero decido no cuestionarlo mucho; yo también estoy cansado para indagar más.

—Aún no despierta, pero no ha vuelto a decaer.

En ese momento, Byron hurga en su bolsillo y me lanza algo que atrapo en el aire y que reviso en mi mano.

Los ojos se me abren al reconocer una parte del brazalete partido a la mitad, el cual servía a la súcubo Eisheth como lazo en el mundo terrenal para mantener su forma física.

La muesca del corte que le propiné es todavía evidente en uno de los extremos de la pieza. Estoy a punto de preguntarle en qué momento lo tomó o por qué me lo está dando, hasta que recuerdo que la última persona que lo sostuvo no fue la súcubo... sino Micah.

—¿De dónde lo sacaste?

—Estaba en la camioneta. Micah debió tirarlo cuando perdió el conocimiento.

Dejo salir el aire por la nariz.

—Me pregunto...

—Si lo conservó aún entonces... imagino que sí —responde él, a la pregunta que no necesité hacer en voz alta.

Doy una cabeceada y lo guardo en mi mano antes de volver a levantar la vista.

—¿Y los niños?

—Durmiendo en la habitación de Cassie.

—¿Y a ti te toca el sofá? —me burlo.

—Tengo mi propia habitación ahora —declara, extendiendo los brazos—. Y tú la tuya —recuerda, levantando las cejas, e intuyo que se está refiriendo a la conversación de la otra mañana—. Nunca te lo he preguntado. No tienes que responder si no quieres. ¿Hay... algún motivo? —Suelta un respiro breve—. Para que no te guste dormir en una cama.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora