61. Una llamada inesperada - Nevi

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Nevi – Philadelphia
Parque Green Mount, Dic. 01:50

Algo me sucedió.

Desde que ese chiquillo tocó mi brazo, algo no está bien conmigo. Pero es imposible... Sé que es imposible.

Tras bajar del autobús en la parada más cercana posible al sitio al que me dirijo, no tengo más opción que la de avanzar a pie y poner en uso mis ya algo oxidadas habilidades de free-running, sorteando obstáculos, escalando muros y desplazándome por techos para acortar camino.

Nee tenía razón, y me sabe mal haber abandonado así la fábrica, cuando los demás confiaron en que estaría mejor allí dado el incidente de la pelea con Micah, y en vista de los riesgos que implicaba la misión al club Euphoria, pero, tal y como le dije a Nikolas, este tipo de vida no admite descansos.

Porque las bestias nunca descansan.

Pero en plena carrera experimento yo mismo dudas todavía más fuertes que las que ya tenía antes de abandonar la fábrica, en cuanto noto que me encuentro cansado sin haber recorrido ni siquiera la mitad de la distancia que por lo general puedo correr... ¿Por qué? ¿Qué ocurrió cuando Abel tocó mi brazo?

Sacudo la cabeza sin querer convencerme todavía de que sea posible. Debió ser una casualidad. Una enorme casualidad... De otra manera, no hay forma en la que pueda explicar qué fue exactamente lo que sucedió, o cómo.

Cuando solo restan unos tramos de camino, marco en mi móvil el número registrado de la última llamada que recibí, y me contesta el mismo hombre mayor de antes, con la misma voz pastosa por la boca seca debido al terror y el mismo titubeo nervioso:

—¡¿Ho... hola?!

—¿Sigue en el mismo sitio?

—Sigo encerrado aquí, en la portería, en el extremo oeste.

—Y la criatura, ¿continúa por allí cerca?

Apenas soy capaz de modular las sílabas entre jadeos exhaustos.

—Ya no puedo verla por ninguna ventana, pero sé que sigue allí; puedo oírla.

—Manténgase tranquilo. Estoy llegando.

Arribo por Macalester Street, y las primeras señas que veo del cementerio Green Mount son un grupo de árboles al otro lado de un extenso aparcamiento. Una de las primeras cosas que noto es que hay una estación de policía justo allí, y empiezo a preguntarme por qué la persona que me contactó no consideró llamarlos a ellos primero. Me dijo que alguien más le dio mi número y aquello me da mi primera pista. Es posible que la presencia de necrófagos por este sitio sea un problema recurrente. El anciano que me contactó parecía saber bien de lo que hablaba. Probablemente sea otro cazador. Pero... ¿quién?

Decido que saltar los muros del cementerio es riesgoso tan cerca de la policía, por el aparcamiento, así que me escabullo en cambio por una central de suministros de construcción aledaña, cuyos muros resguardados por las sombras entre el edificio y los árboles del otro lado, resultan mucho más fáciles de sortear, lejos de ojos indiscretos.

Las murallas son relativamente bajas, lo cual me juega en favor, pero al mismo tiempo convierten el parque en un objetivo fácil para cualquier alimaña que pueda darse un festín de carne fresca con solo excavar un poco en la tierra tierna, recién removida.

Del otro lado del muro, tras aterrizar sobre hierba crecida y seca, me encuentro con un área tan extensa que se pierde en el vacío del horizonte, sumida en completa penumbra. Está sembrada de lápidas viejas y nuevas, repletas de flores o completamente olvidadas, hasta donde alcanza la vista. El silencio, como cabría esperar, es sepulcral. Resulta inquietante incluso para mí.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora