11. El refugio inundado - Caleb

191 53 16
                                    


Caleb – Philadelphia

Granja a las afueras – Dic, 16:00pm


De nuevo el viaje transcurre en silencio. No sé si es mejor o peor que el último que hicimos: al menos ahora sé lo que me voy a encontrar. Y aunque me he estado preparando, tanto físicamente con todas las pruebas que me han hecho hacer, como mentalmente, lo cierto es que estoy nervioso. Y asustado. Por la transformación, por la posibilidad de quedar en coma, o la de morir.

Cuando llegamos a la granja, la luz ya empieza a ser ambarina, y se refleja en la hierba seca y amarilla del campo que rodea la sucia casa y su abandonado refugio anti tornados. De la casa asoma un tubo fino de plástico de color naranja fosforito que se pierde entre la hierba, pero incluso desde dentro de la camioneta distingo en la lejanía el inconfundible ruido del agua llenando un depósito. Byron es el primero en apearse del vehículo, seguido casi enseguida por Nee y por Keeper, que se abre camino desde el asiento trasero para salir detrás de ellos. Nevi, que esta vez se ha sentado en el asiento de atrás a mi lado, espera un segundo antes de abrir su puerta.

— Vamos, Spike – me anima.

Respiro profundamente y yo también salgo del coche.

Caminamos en pos de Byron y Nee y siento y escucho el crujir de la hierba pajosa bajo las suelas de mis zapatillas. El cazador lleva colgando del hombro una bolsa vieja de cuero, y aunque no he visto su contenido, sé lo que hay dentro: armas con las que, si la cosa va mal, tratarán de detenerme. Intento no pensar en eso y sigo caminando, siguiendo la manguera naranja como si fueran las líneas indicatorias de un aeropuerto.

A pocos metros de llegar donde se encuentra el refugio, distingo en la lejanía la figura de Bob. El olor del humo del cigarrillo que fuma lo llevo notando desde que me he bajado del coche, pero no es hasta que Byron se para a su lado que él no repara en mí. Me lanza una rápida mirada antes de apartarla, darle una rápida caricia en la cabeza a Keeper y empezar a hablar con Byron. Sabe que puedo escucharlos, por lo que trata de bajar la voz. Me esfuerzo por hacer oídos sordos a su conversación, ya que está claro que no quiere que la escuche, pero ya me imagino lo que le está diciendo: que lo que estamos a punto de hacer es una idea de locos.

Nee se acerca a las puertas del refugio, donde la manguera cuelga y escupe litros y litros de agua, llenándolo como si fuera una bañera de hidromasaje. Sé que, durante estos días, Byron y Bob han estado reforzando el refugio con planchas de acero y plata, y cadenas. Le veo contemplar el resultado de la reforma rascándose distraídamente la mejilla, como quien contempla el nuevo tapizado de un sofá. Se asoma con cuidado de no caerse al agua para comprobar que el interior también está correctamente reforzado y esboza una sonrisa que me obliga a apartar la mirada de él.

Y me topo con Nevi, que me observa claramente preocupado.

Desde que he amanecido, me he estado sintiendo extraño, inquieto, como cuando tienes la sensación de que te falta algo y no sabes el qué; como cuando buscas algo y no lo encuentras. Siento una presión constante en el pecho y, aunque sé que es por la luna llena que se aproxima, es incómodo y me pone nervioso.

— Saldrá bien, Caleb.

Asiento sin decir nada. Aunque quisiera hablar, no estoy seguro de si me saldría la voz, así que lo único que puedo hacer es suspirar. De reojo veo a Nevi tensar y destensar el cuerpo, y me pregunto si en algún momento durante las pruebas ha podido estar tranquilo. Sé que se preocupa por mí, y agradezco que quiera tranquilizarme, aunque sus palabras ya sean puro placebo ante mi miedo. Entonces, estira el brazo hacia mí, y al levantar la vista me topo de bruces con un paquete abierto de Pall Mall. Le miro, algo sorprendido.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora