78. Propósito de Año Nuevo - Cassie

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Cassie – Philadelphia
Chatarrería, Ene. 09:00am

Cuando Byron me dijo de ir a dar una vuelta, me imaginaba que iríamos en coche a la ciudad. Quizás a desayunar tortitas con sirope, a comprar ropa nueva, a patinar sobre hielo o simplemente a pasear entre la gente y disfrutar del espíritu del Año Nuevo. Pero, en vez de eso, me encuentro caminando detrás de él por la hierba seca cubierta de escarcha en dirección a la chatarrería y en completo silencio. La figura de Byron se recorta contra la luz naranja de la mañana, ocultándome con su sombra, como si quisiera protegerme también de eso. Es un día helado; el frío tiñe de rojo mi nariz, aunque siento el cuerpo y las orejas calentitas gracias al abrigo, al gorro de lana y a la bufanda de Gryffindor.

—¿Por qué vamos a la chatarrería? —pregunto, pero Byron no responde. Está raro.

Me asomo un poco por un lado para poder verle la cara, haciéndome pantalla con la mano contra el sol que sale y cuya luz me ciega un poco. Tiene una expresión seria, pero eso no es nada nuevo. Demasiado seria, y eso ya es más preocupante. Tiene esa expresión meditabunda, con los labios tensos en una línea y el ceño tenso, y ya he aprendido a saber qué la causa: tiene que ver con vampiros.

Suspiro y le sigo en silencio.

Finalmente llegamos al vertedero. El suelo pronto empieza a inundarse de chapas de acero, tornillos, botellas y todo tipo de objetos, pequeños y grandes, antes de que nos veamos rodeados de torres de todo tipo de electrodomésticos estropeados, muebles viejos, ruedas usadas, aparatos electrónicos destrozados y mil y un tipos más de basura.

—¿Qué hacemos aquí? —vuelvo a preguntar.

Byron continúa mudo, mirando en todas direcciones, y me pregunto si en algún momento tiene pensado abrir la boca. Para venir hasta aquí y quedarnos callados, hubiese preferido acompañar a Abel en la enfermería.

—Estás raro, Byron — le acuso.

Ni me mira ni responde. En lugar de eso, echa a andar hacia una pila de trastos y yo me quedo quieta en mi sitio, bufando fastidiada. Estoy a punto de quejarme de su silencio cuando, por fin, Byron habla:

—¿Cuántas flexiones seguidas has llegado a hacer antes de cansarte?

No necesito hacer mucha memoria.

—Siete.

Byron no me mira. Va de aquí para allá tomando lo que parecen latas y botellas de cristal del suelo y colocándolas encima de superficies como ruedas, lavadoras rotas o planchas de metal similares a las que tenemos en las ventanas del piso de arriba.

—¿Y las escaleras?

No entiendo por qué me pregunta todo esto aquí y ahora. Podría hacerlo mientras almorzamos. Aun así, respondo.

—Unas veinte veces. Luego ya me empiezan a doler un poco las piernas.

—¿Descansas bien por las noches?

Automáticamente pienso en esta última noche. A pesar de que he dormido del tirón, al despertarme he sentido como si no hubiera pegado ojo. Me pongo nerviosa de pronto y agradezco que Byron siga deambulando por el lugar sin mirarme.

—Sí — respondo, pero enseguida añado: — ¿A qué vienen todas estas preguntas?

Byron se detiene finalmente y suspira un instante antes de girarse en mi dirección y contemplarme seriamente.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora