34. Love Doves - Nevi

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Nevi – Cadillac, Michigan
Motel Love Doves, Dic 01:30am

Doy una profunda calada a mi cigarrillo, permitiendo que la nicotina llene mis vías respiratorias, y el efecto sedante barra de a poco mi sistema, dejándome adormilado y con la cabeza ligera. La luna cuarto creciente brilla a través de las persianas, por encima de los árboles del patio exterior del recinto, sirviendo de recordatorio de que ya no me queda mucho tiempo para seguir vagando. Que ahora mismo debería estar en un sitio muy diferente.

Quizás rastreando mis únicas pistas, un encabezado del Michigan Daily:


"Avistamiento de Osos Pardos
en el Área de Michigan

A más de 1.200 millas de su hábitat
natural, por primera vez en dos siglos".


Pero necesitaba un relajo. De momento no quiero pensar en nada que tenga pelo...; bueno, no más del necesario, y en los lugares precisos.

—Dijiste... que tu nombre es Nevent ¿verdad?

La voz a mi lado suena grave y ronroneante.

Cuando la observo por el rabillo del ojo alcanzo a ver el momento en que se da la vuelta para tenderse sobre su costado para mirarme, y sus voluptuosas formas femeninas se amoldan a los edredones revueltos de la cama. Le envuelve el humo de mi cigarrillo cuando exhalo la calada, pero no parece molestarle en lo absoluto y me sonríe entre la niebla.

Nevent —repite, con un ligero acento—. Suena... interesante. ¿Debería recordarlo?

—Probablemente no —le digo encogiéndome de hombros, con sinceridad. Yo tampoco recuerdo el suyo, a decir verdad. Cecilia... o Celia. A estas alturas da igual.

La muchacha acomoda la mejilla sobre la palma de su mano y me observa en silencio por algunos minutos.

Su mano viaja hacia mi pecho y empieza a trazar formas allí, transmitiéndome cosquillas. Le sonrío por una de las comisuras. Rechaza los cigarros cuando le ofrezco la cajetilla. Sus dedos se desvían entonces a las cicatrices de mi torso descubierto y las recorre una a una con sus yemas tibias. Noto que empieza a lucir cada vez más perturbada. Imagino que antes, en el frenesí de nuestro encuentro, no tuvo demasiado tiempo de fijarse en ellas, mucho menos de cuestionarlas. Pero ahora, ya en calma, no han de resultar en una visión demasiado alentadora.

Me devuelve entonces otra mirada llena de desconfianza a través de sus ojos castaños entornados, como si intentase determinar sólo mediante leer mi rostro si represento una amenaza, y si debería vestirse y largarse.

—Parece... que hubieras peleado con un oso —bromea a medias.

Me río de su broma intentando apaciguarla.

—Algo así.

Su evidente turbación todavía tuerce un poco sus facciones cuando vuelve a examinarme:

—Mencionaste que eras un cazador.

—Correcto —asiento. Es lo que le dije; no necesita saber de qué tipo ni los detalles.

—No lo pareces —comenta—. Todos los cazadores que conozco son tipos enormes que van por ahí con camisetas a cuadros y botas de piel.

—¿Conoces a muchos? —intento bromear y ella parece relajarse.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora