49. Poker Face - Nevi

279 26 29
                                    

Nevi - Pennsburg, PA
Casa de Bob, Ene. 11:20am

Cualquiera podría haberme abierto la puerta. Caleb, Micah, el conejillo, la niña... Cualquiera.

Y el rostro que aparece frente a mí me paraliza con la caja de donas en las manos, en mitad de la tarea de balancearla en una sola de ellas para alcanzar la perilla de la puerta con la otra.

Lleva impregnada en el rostro la huella de toda la bebida que debió consumir para quedar en el estado de anoche, con ojeras oscuras bajo los ojos, una evidente palidez y una mirada de párpados pesados sobre sus pupilas oscuras, más afectadas por la luz de lo que es costumbre para alguien que ha pasado tanto tiempo encerrado en un lugar oscuro.

Me fija la mirada y por un momento estoy a punto de bajar la mía. Después de lo ocurrido debería ser él quien fuera incapaz de mirarme a la cara. De hecho... ¿por qué ha venido a encontrarme a la puerta? No para salir a dar un paseo. Odia el sol y odia la luz del sol. Y odia el campo, los bichos del campo y la tierra.

Y odia perder. Y yo también, así que endurezco la expresión y espero que diga lo que tiene que decir. Pero todo lo que refleja su mirada es aquella frialdad característica; apática, desinteresada, tan ajena a los problemas del mundo; aún cuando ha tenido parte en ellos. Nada como lo que había allí la noche anterior...

Sus ojos oscuros bajan entonces a la caja que sostengo en las manos y tuerce una de las comisuras:

—Uh, donas. —Abre la tapa de la caja y sus pupilas se mueven por su contenido un momento—. Olvidaste mis favoritas. Glaseadas —dice con su tono insinuador de siempre, y al final, escoge una cubierta con chocolate y le da una mordida.

La mastica tranquilamente y al notar que lo observo fijo, ahora completamente perplejo, me la ofrece y yo le digo que no con una cabeceada.

—A-acabo... de desayunar.

—Bien por ti. Nosotros aún no hemos comido nada.

Nikolas se aparta de la puerta y la deja abierta para permitirme el paso. Después se interna en la casa y va a la cocina.

Yo camino detrás de él de manera autómata, con mil cosas en la cabeza; intentando leer donde no parece haber nada. ¿Hay algo que no estoy viendo?

Dejo la caja de donas sobre la mesa. Nikolas termina la suya, llena un vaso de agua en el grifo de la cocina y le da un sorbo:

—Sabe un poco menos asquerosa que la de la fábrica —comenta—. Los chicos han salido a dar una vuelta por ahí —me informa sin que tenga que preguntárselo, lo cual es raro.

Pero salvo ese detalle no hay nada inusual en él. Ni en su forma de mirarme ni de hablarme; mientras que mi cabeza no consigue parar quieta, buscando detalles, algo en su expresión, cualquier cosa que me de una pista de lo que pasa por su cabeza.

Entretanto, no me doy cuenta de que me he quedado observándolo, hasta que me devuelve la mirada y su gesto se tuerce y gira de manera refleja el rostro hacia el lado de su cicatriz; cosa que siempre hace cuando la gente se le queda viendo.

—¿Qué? —pregunta, a partes iguales fastidiado como confuso, y aquello solo me desconcierta más.

¿«Qué»? ¿Es todo lo que tiene que decir?

Paso un trago de saliva y llevo la vista a la caja en lo que reúno tanto las palabras adecuadas como el valor de pronunciarlas. No hay forma de ponerlo que suene natural, porque la situación no lo es. Entonces... ¿por qué se siente como si nada hubiera pasado, al menos en lo que respecta a Nikolas? ¿Acaso... nada pasó? ¿Lo imaginé todo? ¿Lo soñé?

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora