17. Caleb II - Caleb

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Caleb - Maryland
Aberdeen, bosque - Nov. 7:18am

Me llevo la palma de la mano a la sien y hago presión contra esta, tratando de calmar la sensación de resaca que siempre me causan las transformaciones. Esta en particular es especialmente fuerte, supongo que a raíz de la luna llena. Parece que el mareo y la jaqueca que me producen son las pocas cosas que mi metabolismo acelerado no puede curar en tiempo record.

Si no hubiera sido por las sutiles miradas de Nevi y Byron, no me hubiera dado cuenta de que estoy desnudo. Es como si el termostato de mi cuerpo se hubiera estropeado y ya no sintiera ni frío ni calor. Supongo que es algo bueno, aunque el pudor sobrepasa con creces ese pensamiento, obligándome a taparme mis partes con la chaqueta que Nevi me ofrece, quedándose él mismo en jersey de cuello alto.

Es entonces cuando distingo la sangre que cubre mis manos, seguida de toda aquella salpicada por mi pecho desnudo, y entonces el agobio y la preocupación ahogan tanto el pudor como la resaca, y mis ojos se abren como platos, buscando los de los dos cazadores.

— ¿De quién es esta sangre? — pregunto, mi voz teñida por el miedo.

Pero, increíblemente, ellos lucen bastante más tranquilos que cuando desperté en el sótano tras el incidente en los laboratorios o después de mi primera prueba de inmersión.

— No de quién, – replica Nevi – sino de qué.

Arrugo la frente, sin entender. Entonces, sin decir nada más, Nevi señala con un gesto de la cabeza hacia un lado. Siguiendo su dirección, descubro a Keeper oliesqueando algo lacio, peludo y que —acabo de darme cuenta— desprende un olor metalizado y amargo que cualquiera reconocería como sangre. Apenas necesito entornar los ojos y enfocarlo, ya que mi vista aguda de medio lobo lo reconoce enseguida: es la cabeza de un venado.

Inconscientemente, me viene a la mente la imagen de la cabeza de Chelsea sobre la alfombrilla del coche, y siento ganas de devolver. Una gran nausea se abre paso por mi garganta, obligándome a doblarme sobre mí mismo de cara al suelo a gran velocidad por si viene acompañada de algo más.

— Eh, tranquilo, solo es un ciervo... — trata de tranquilizarme Nevi, y me coloca la mano sobre mi hombro.

Aunque no siento la temperatura de mi propio cuerpo, sí noto la de la mano de Nevi, demasiado helada, y caigo en la cuenta de que debe hacer mucho frío. Pero a pesar de que agradezco que Nevi intente tranquilizarme, prefiero no decirle que mi malestar no se debe a que sea un ciervo, sino a que parece que tengo la manía de decapitar seres vivos.

— ¿Estás bien? — me pregunta Byron, que se mantiene sereno.

Le lanzo una mirada, pero compruebo que no tiene el arma en la mano y que parece tranquilo. A veces es tan impasible que no sé qué está pasando por su cabeza.

— Estoy bien – respondo, aunque todavía no estoy seguro de ello.

Trago saliva y recupero la respiración y el pulso.

— Venga, vámonos de aquí – apura Nevi, tomándome por los hombros e instándome a levantarme. Dejo que lo haga. — Me estoy congelando el culo.

Me levanto del suelo, sujetándome la cazadora contra mi cintura. Byron lidera la marcha de vuelta hacia el coche, pero conforme andamos, me doy cuenta de que el paisaje no se corresponde con el que yo recuerdo. Estamos en un bosque, no en un campo; no veo ni la granja ni el refugio, y cuando salimos a la carretera y veo la primera señal indicadora a un lado de esta, mi corazón da un latido tan fuerte que me hace daño.

"Aberdeen, 5 millas"

Estamos en Aberdeen.

Me detengo en mi caminar, con los ojos fijos en la señal, y noto cómo Nevi y Byron se paran también al escuchar el cese de mis pasos. Ambos se giran hacia mí, porque saben lo que estoy pensando.

— Spike, vamos – insiste Nevi, empujándome suavemente del hombro.

Pero esta vez no dejo que me guíe y no consigue moverme de mi sitio. No puedo apartar la vista de la señal. Mis amigos, mi casa, mis padres... están más cerca que nunca.

— No es una buena idea, Caleb – las palabras de Nevi me hacen girar rápidamente la vista hacia él.

— ¿Por qué? — exijo saber.

Nevi se pasa la lengua por el labio superior antes de contestar.

— Estuve en tu casa.

Parpadeo.

— ¿Qué...? — empiezo, sin saber cómo reaccionar.

Pienso que es injusto. Que Nevi haya podido ir a mi casa, ver a mis padres, hablar con ellos... y ahora me prive a mí de ello. No tiene motivos ni derecho a hacer eso.

— Escúchame — pide él. — La investigación sobre lo que pasó cuando te mordieron está parada. La policía piensa que es probable que... estés muerto.

Noto como se enciende algo en mi interior.

— ¡Con más razón debo volver y decirles a mis padres que estoy bien! — exclamo.

— No, Caleb – interviene Byron. — Si tus padres te ven con vida, irán a las autoridades para decirles que estás vivo, y entonces te harán preguntas.

— Pues mentiré– insisto.

— ¿Y arriesgarte a ponerlos a todos en peligro? — rebate Byron, con un tono de voz claramente acusatorio. Sé que se refiere a lo ocurrido en la hamburguesería. — Que un desconocido, y además un policía, o un fiscal, en el peor de los casos, ponga en entredicho una historia que los tres sabemos que es inventada y te acuse de algo que los tres sabemos que es verdad... ¿eso no disparará tu adrenalina?

Frunzo el ceño.

— No me consideran culpable – le recuerdo.

— No les des motivos para pensar lo contrario.

Bufo, y me giro hacia Nevi en busca de apoyo. Pero este niega con la cabeza.

— Byron tiene razón. Es mejor que crean que sigues desaparecido. Nos ahorraría muchos problemas.

La forma en que lo dice, la tristeza y nostalgia que emana su voz y tiñe su rostro me hacen ver que hay algo más detrás de su afirmación.

— Mis padres... — empiezo, temeroso de la respuesta que vaya a darme — ¿también piensan que he muerto?

Nevi se toma unos segundos antes de responder. Sabe la respuesta, pero el hecho de que tarde tanto en decírmela significa que no me va a gustar.

— No.

El corazón me da un vuelco. Veo a Byron mirando a Nevi con cierta desaprobación, pero antes de que cualquier de los dos pueda decir algo, Nevi continúa hablando.

— Son tus padres. Seguirán creyendo que estás vivo hasta que encuentren tu cuerpo.

Noto algo mojado surcando mis mejillas y algo cálido invadiendo mi pecho. Estoy llorando, pero no por tristeza, sino de emoción: mis padres piensan que estoy vivo. Supongo que eso tendrá que valer.

Me sorbo la nariz y, finalmente, asiento.

— Buen chico – alaba Nevi, aunque sin ningún atisbo de broma. — Vamos, volvamos a cas... a la fábrica.

Retomamos el camino hasta llegar a la camioneta, y no es hasta que estoy sentado en ella cuando me doy cuenta de algo: he pasado una transformación sin matar a nadie.

Y este pensamiento, junto con el de que mis padres me siguen esperando, consigue ponerme de mejor humor.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora