1. Entrenamiento I - Cassie

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Cassie – Philadelphia

Fábrica – Nov, 12:00pm


Despierto antes que Byron.

Normalmente, cuando abro los ojos, siempre estoy sola en el colchón y me toca levantarme y merodear por la fábrica para buscarlo, ya sea en los vestuarios, en la habitación de Nikolas o afuera. Pero, esta vez, lo encuentro muy rápido: sigue en el colchón, durmiendo profundamente.

Es la primera vez que despierto primero y puedo verlo dormir, así que me tomo unos instantes para contemplarle. Así, durmiendo tranquilamente, no parece un cazador de seres sobrenaturales al que un malvado vampiro dejó huérfano y cuyo único deseo en la vida es vengarse. Parece un hombre normal, descansando. No hay arruga alguna en su ceño, ni el brillo siempre cauto que acompaña a su mirada, ni siquiera rasgos de tristeza o felicidad. Simplemente, duerme.

No dejo de darle vueltas a lo ocurrido ayer. Fue un día de locos. Primero me vino la sorpresa de mi vida, seguida por el ataque al vampiro y una pelea de puñetazos entre Byron y Nevi, todo para terminar en la horrible confesión de Byron. Pero he tomado mi decisión. Si Byron desea matar a Salazar, le ayudaré. Lo protegeré con mi don... y con todo lo que pueda.

****

— Venga... — me animo a mí misma. — A la de tres. Una... dos... Tres...

El último numero es apenas un gruñido gutural al tiempo que hago fuerza con mis músculos de los brazos tratando de levantar mi propio cuerpo del suelo, pero únicamente tiemblan a mis costados como si fueran flanes, sin conseguir levantar mi peso. ¿Cómo diablos lo logra Byron? Él tiene que pesar el triple que yo...

— ¿Qué haces, Cassie?

La voz de Byron suena intrigada pero con un toque divertido. Giro la cabeza y lo encuentro observándome sentado sobre nuestro colchón mientras se ata los cordones de las botas.

— Flexiones – respondo.

Vuelvo a hacer fuerza, pero mi cuerpo se niega a levantarse.

— Ah, ya... ¿Y cuántas llevas? — Su pregunta, lejos de sonar interesada, es más bien burlona.

Jadeo, tratando de levantarme. Siento cómo me duelen las muñecas y me arden los brazos, que siguen temblando como gelatina. Intento alzar mi cuerpo con todas mis fuerzas porque no quiero que vea que no he sido capaz ni de hacerlo una vez, pero me veo incapaz, por lo que finalmente me desplomo en el suelo con un profundo jadeo y me giro, quedando boca arriba para recuperar el aire.

Byron termina de calzarse, se pone de pie y me contempla.

— ¿Por qué estás haciendo flexiones, Cassie?

Esta vez, su pregunta va totalmente en serio.

— Porque tengo que ponerme fuerte como tú – respondo, incorporándome y sentándome en el suelo.

Noto hormigueos en los brazos.

— Ah claro... — comenta Byron asintiendo despacio. — ¿Y para qué, exactamente?

— Para ayudarte a cazar a Salazar.

Byron no responde, solo desvía la mirada y deja escapar un suspiro. Le contemplo, a la espera de que diga algo. Sé que lo va a hacer.

— Cassie... – empieza, pero ya estaba preparada.

— Ya lo sé – le interrumpo, levantándome. — Prefieres que me mantenga al margen, pero he tomado mi decisión. ¿Y sabes qué? No puedes impedir que me ponga a hacer flexiones todos los días porque no me estás vigilando las veinticuatro horas del día. ¡Ja! – exclamo, señalándole y sonriendo.

Él abre un poco los ojos, sorprendido por mi respuesta, pero sus comisuras se curvan hacia arriba y me gusta ver cómo, de nuevo, mi respuesta le pilla desprevenido y le hace gracia. Aunque lo digo en serio, y él lo sabe.

— No son cosas para una niña de tu edad – dice Byron, tras recomponerse. — Deberías estar... - pero se calla.

Y sé por qué lo hace.

— ¿Jugando a las muñecas? — inquiero. — ¿De compras? ¿En el colegio?

Byron suspira. Yo hago una mueca con la boca que me ayuda a evitar apartar la mirada o bajar la cabeza.

— Me gusta estar aquí – le aseguro. — Me gusta estar contigo. Quiero serte útil.

Byron entreabre la boca, pero ningún sonido sale de ella.

— Yo no conocí a mis padres, así que no sé lo que es perderlos – le confieso, encogiéndome de hombros, y luego le miro. — Pero sé que, si alguien te hiciera daño a ti, me sentiría igual que tú.

Las cejas de Byron bajan en una expresión de afecto y gratitud

— Por eso quiero ayudarte. Para que vuelvas a ser feliz.

Byron traga, pero no dice nada. Aprieta los labios y respira profundamente, cierra los ojos y los vuelve a abrir. Me pregunto qué estará pasando por su cabeza. Anoche, cuando le prometí que le ayudaría, me besó y me abrazó. Creía que estaba de acuerdo. Pero también sé que anoche estaba sensible y hundido y tal vez, ahora, pensándolo fríamente, haya cambiado de opinión. Toma aire y lo deja escapar una última vez antes de hablar:

— Resistencia.

Arrugo la frente.

— ¿Qué?

— Para poder levantar tu peso, primero debes darle a tu cuerpo resistencia.

Se me ilumina la mirada.

— ¿Y cómo lo hago?

— ¿Las escaleras que dan al piso de arriba? — inquiere Byron, señalando hacia el pasillo donde estas suben hacia la habitación donde vigilaba Caleb anoche. Asiento. — Súbelas y bájalas cien veces.

Giro la cabeza de golpe hacia él.

— ¿Ahora?

Byron se encoge de hombros. Abro la boca, pero esta vez soy yo la que no digo nada. Lo cierto es que no me apetece mucho. Y tengo hambre. Ayer, por los dolores de la regla, no comí casi nada en todo el día, pero gracias a la pastilla que me dio Nikolas, estos han desaparecido, y con ello, mi apetito ha regresado.

— Mejor voy a desayunar – declaro, dándome la vuelta y yendo hacia la nevera.

Escucho a Byron soltar el aire por la nariz en una risa silenciosa y seguirme.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora