42. Tres semanas después I - Micah

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Micah – Philadelphia
Autoservicio, Dic 16:00pm

Las cosas no han cambiado mucho por aquí.

Hace alrededor de tres semanas que Nevi y Byron abandonaron la fábrica, dejándonos a mí y a Caleb al cuidado de los niños. Yo continúo trabajando turnos en la tienda, llegando veinte minutos antes para ordenar todo antes de abrir por las mañanas para así poder marcharme apenas termina mi horario y volver a la fábrica.

Cuando llego, voy directo a entrenar. Poco después de irse, Nevi me mandó por mensaje de texto un plan de entrenamiento que he seguido religiosamente hasta ahora. Si bien no se puede decir que haya ganado demasiada musculatura, sí que tengo más fuerza y más resistencia que la de antes a la hora de cumplir mis rutinas y correr, y me he vuelto más ágil también. Y mi hermanito me acompaña cada día, o incluso me ayuda hasta que termino, y pasamos el resto del día junto a Caleb y Cassie, jugando cartas, adivinanzas, viendo la televisión o visitando el depósito de chatarra y convirtiendo poco a poco la fábrica en un hogar.

Pero algo ha cambiado los últimos días.

No hubiese querido pedir este favor al dueño de la tienda cuando llevo tan poco tiempo trabajando aquí, pero se trataba de algo urgente. Abel me espera sentado en los asientos junto a la entrada del local, sorbiendo apáticamente la pajilla de una caja de jugo de manzana que pagué a Judy. La palidez de su rostro desafía incluso el blanco impoluto que tiene su piel ya de por sí y las ojeras bajo sus ojos son más evidentes que nunca.

Empecé a notar que algo no estaba bien con él alrededor de dos semanas después de empezar a dejarle solo para trabajar. Cada día llegaba solo para encontrarlo más débil y decaído, aunque Cassie me juraba que había estado comiendo lo mismo que ella y que no mostraba síntomas de estar agripado ni nada por el estilo.

Mi hermano continuó decayendo un poco cada día y para el término de la tercera semana decidí que tenía que vigilarlo de cerca y pedí a Judy que intercediera por mí frente a su tío y me permitiesen traerlo conmigo hoy para vigilarlo. Al principio este no estaba convencido, pero le bastó ver lo quieto y silencioso que es Abel para acceder a que se quedase hasta el final de mi turno.

Abel parece encontrarse un poco mejor, aunque sigue con los ánimos bajos y aspecto enfermo. Desde la caja registradora, noto que Judy me observa consternada y que después de echar un vistazo para ver si no se aproxima ningún cliente, abandona su puesto y viene en mi dirección.

Abel se tensa de forma refleja en su asiento, cerrando los dedos alrededor de la caja de jugo y encasquetándonos una mirada fija. Judy no le agrada —no le agrada nadie que se acerque a mí, en realidad—, y no hace ningún intento por disimularlo; pero ella pareció entender desde el inicio que la posesividad de mi hermano es solo obra de su dependencia emocional conmigo.

—Necesita a un doctor, Micah —observa, y yo aprieto los labios.

—Lo sé —musito—, pero... no es tan fácil...

Judy no conoce todos los detalles de nuestra situación; sólo que me estoy haciendo cargo de Abel.

—Terminado el mes de prueba sé que te darán este empleo; confía en mí. Mi tío está feliz con tu desempeño; eres responsable, aprendiste muy rápido y además eres amable con los clientes.

Meneo la cabeza, acomodando un par de latas de desodorante desde la caja a mis pies, sobre los estantes.

Acudí a Nikolas un par de veces por la condición de Abel, pero este no halló otra cosa en él más que los signos de anemia que ya presentaba hacía mucho y me dijo que probablemente necesitase exámenes de sangre para dilucidar si tenía algún otro trastorno. Hacer eso es imposible desde luego...

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora